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La justificación por la fe y el caso de Abrahán

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A propósito de todo el capítulo 4 de Romanos se discute entre los estudiosos si, según Pablo, el ser humano queda justificado por la fe o por imitar la fidelidad del Mesías. Pablo tiene en mente sobre todo a lectores gentiles y adopta retóricamente su personalidad e insiste en demostrar su tesis por medio de la Escritura, como en Gálatas (el caso de Abrahán aparece en 4,21-31). La idea central de 1-25 es que este patriarca fue justificado por su fe/confianza en Dios —y no por su fidelidad previa— cuando no existía aún la Ley y antes de recibir la circuncisión. Igualmente la Promesa —con sus tres partes: Ley, tierra y padre de muchas naciones— fue hecha a Abrahán y a su descendencia independientemente y antes de que se hubiera promulgado la ley de Moisés. Si los judíos leyeran bien las Escrituras, llegarían a la misma conclusión que él respecto a la justificación de los gentiles en los momentos finales. En lo que sigue Pablo explica estas ideas en varios pasos.

Primer paso de la prueba (4,2): la acción que Dios requiere en primer lugar del Patriarca no es su fidelidad, sino que le crea, que tenga confianza en él cuando le está formulando unas promesas absolutamente inverosímiles e increíbles en principio (Gn 12,3). En efecto, Dios le había dicho: «En ti serán bendecidas todas las naciones», es decir, en su descendencia, pero él era un anciano, y Sara, su mujer, era estéril. Pero lo que está prometiendo Dios es que Abrahán va a tener un hijo de ella, Isaac, gracias al cual su descendencia habrá de ser como las estrellas del cielo (Gn 15,6 junto con 17,5). Y, a pesar de las apariencias, Abrahán creyó a Dios: tuvo fe/confianza en él. Naturalmente, el patriarca fue luego fiel a Dios cuando este le pidió que se circuncidara a sí mismo y a todo varón de su familia (Gn 17,23-27) y que sacrificara a su hijo Isaac (22,1-17). ¡Porque creía y confiaba en ese Dios a pesar de todo! Por tanto, antes de ser fiel, hubo de creer/tener confianza en la divinidad.

Una confirmación de que la acción requerida era «creer» y no efectuar algún acto de fidelidad aparece más abajo en el v. 17: Dios ha constituido padre de muchas naciones a Abrahán porque creyó en el Dios que vivifica a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean, es decir, Dios es capaz de no tener en cuenta la ancianidad de Abrahán y la necrosis del seno de Sara, y hacer que tuvieran un hijo y que en esa descendencia Abrahán sería el padre de numerosos pueblos. O desde otra perspectiva: que Abrahán «cree a Dios»: este es capaz de vivificar a los muertos, es decir, incluso aun cuando hubiere muerto Isaac en el sacrificio, Dios lo habría resucitado para cumplir su promesa. El texto habla, pues, de que Abrahán fue justificado por un acto de creencia con contenido intelectual, la fe, y no de fidelidad, obras, que es consecuencia de la fe.

El segundo paso (v. 3) es una deducción a partir de Gn 15,6: «al que obra (metafóricamente, hace las obras de la Ley) no se le cuenta el salario como gracia sino como deuda; en cambio, al que no trabaja, pero cree en aquel (gr. pisteúonti epí) que justifica al impío, su fe se le reputa como justicia».

El tercer paso (v. 4) es la afirmación de que «Dios justifica al impío»; el impío es «el que no obra» (en 5,6 escribirá Pablo que «el Mesías, murió por los impíos»). Si traducimos que «Dios justificó a Abrahán porque había sido (previamente) fiel», pierde todo sentido la frase. ¿Cómo un impío va a ser fiel? «No trabajar» es aquí igual a «ser previamente impío». Este impío debe creer previamente en Dios que lo justifica por pura gracia. Ese acto de fe/confianza (¡no de fidelidad!) «se le reputa como justicia», es decir, ¡ya está justificado ante Dios! antes de ser fiel en cualquier cosa que luego se le pida. Gal 2,15 confirma lo que Pablo sostiene en este tercer paso: «Nosotros [Pedro y Pablo], judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles». Por tanto, la respuesta a la proclamación o «llamada» solo puede ser de «fe/confianza», pero no, en principio, de «fidelidad».

Cuarto paso (vv. 6-10): existe una analogía muy clara entre el comportamiento de los gentiles ante su mensaje y el que tuvo Abrahán ante la promesa divina. La idea es la misma que en Gal 3,6-9, donde Pablo establece una analogía entre Abrahán y los creyentes gentiles: «Al igual que Abrahán creyó (gr. epísteusen + dativo) a Dios y le fue reputado como justicia (Gn 15,6 LXX)..., los de la fe (hoi ek písteos) son los hijos de Abrahán. Previendo la Escritura que por la fe (ek písteos) Dios justifica a los gentiles, proclamó con antelación a Abrahán la buena noticia de que ‘En ti serán bendecidas todas las naciones’ (Gn 12,3). Así pues, los de la fe (hoi ek písteos) son bendecidos junto con el creyente Abrahán».

Pablo está hablando a los gentiles, convencido por revelación divina de que al final de la historia Dios ha simplificado en extremo el cumplimiento de la promesa de la salvación para ellos: Dios les exige un acto sencillo para iniciar el proceso de apropiación de los beneficios divinos, a saber, dar su asentimiento con fe y confianza a la proclamación del evangelio del Mesías.

El quinto paso (vv. 11-25) no aporta ideas nuevas, sino que remacha lo dicho anteriormente: la circuncisión es simplemente un sello, o confirmación de la justicia alcanzada previamente por la fe (vv. 11 y 18); los herederos de la Promesa no son solo los judíos, sin también los gentiles creyentes en el Mesías (vv.15-17)

Por último, téngase también en cuenta que Pablo solo piensa en los adultos, los que tienen capacidad para hacer un acto de fe. Los niños no cuentan para él. Hay que suponer que los niños irán al reino de Dios directamente, puesto que para Pablo no existe propiamente ningún pecado original (véase infra).

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