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El «pecado original»

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Se ha sostenido a menudo que la noción de pecado original se halla ya en Pablo (5,12-21). Pero esta afirmación es cuando menos dudosa, ya que el Apóstol no la expresa claramente en estos versículos. En realidad, tal doctrina no ha existido nunca en el judaísmo, hasta hoy. Escritos judíos de la época de Pablo como el Apocalipsis de Baruc (siríaco) o IV Esdras parecen igualmente estar cerca de esta concepción, pero tampoco la manifiestan con total claridad; Pablo está por tanto de acuerdo con su época.

Más tarde, los rabinos precisaron que, como consecuencia del pecado de Adán, se potenció hasta el extremo el «corazón maligno» (repetidas veces en IV Esdras), la mala tendencia, «la mala inclinación», que todos los humanos llevan dentro (junto con otra inclinación buena, naturalmente). Así pues, el pecado del primer hombre exacerbó y transmitió, por decirlo así, genéticamente, esta mala inclinación a todos sus descendientes. Y Pablo sostiene que, junto con la mala tendencia exacerbada por el lapso de Adán, vino el castigo de la muerte para todos los humanos como herencia física (vv. 14 y 17). La iglesia cristiana no llegó a precisar la idea del pecado original hasta inicios del siglo V, por medio de san Agustín en su famosa disputa con el monje británico Pelagio, quien defendía una posición más cercana a la judía.

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