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Pablo perseguidor de los judeocristianos

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Según los Hechos de Apóstoles y Pablo mismo (Flp 3,6), no cabe duda alguna de que fue un perseguidor de la iglesia naciente. Su educación en la Torá lo hizo un fanático «celador de la Ley», conforme él mismo dice en Gal 1,14. Según Hch 6-8, cuando surgieron ciertos problemas en el seno de las sinagogas de lengua griega en Jerusalén, provocados por los judíos helenistas seguidores de Jesús, Pablo intervino contra estos últimos, se mostró de acuerdo con la lapidación de Esteban, y comenzó por su parte una persecución de la comunidad de creyentes en la capital (Hch 8,2-3). Esto hizo que fuera muy conocido en toda Judea, según también Hch 26,4. Se produce entonces —siempre según la misma fuente— una rápida dispersión de estos «judíos helenistas nazarenos» hacia Samaria y Damasco, donde continuaron su actividad proselitista. Esto irritó a Pablo, y su celo por la Ley lo convirtió directamente en perseguidor violento de las comunidades «nazarenas» de Jerusalén. No contento con ello, pidió y obtuvo del sumo sacerdote permiso para trasladarse a las sinagogas de Damasco y continuar allí con su represión violenta contra ese grupo de disidentes que proclamaban como mesías a un crucificado.

Sin embargo, no todo está tan claro. El citado texto de Gal 1,22-23 nada afirma ni en favor ni en contra de una persecución paulina en la capital, ni tampoco aclara sus razones como perseguidor; solo constata el hecho. En la sección anterior, además, hemos puesto en duda la estadía de Pablo en Jerusalén, por lo que consecuentemente dudamos también de que fuera allí donde ejerció ante todo su actividad de perseguidor. En ese caso, ¿persiguió Pablo a otra iglesia?

La crítica histórica tiende hoy a sostener que —dadas las dificultades de una estadía de Pablo en Jerusalén como estudiante de la Ley y luego como perseguidor— es posible que Pablo se formara en Damasco en el espíritu de los fariseos y que fuera allí donde persiguió a una o varias comunidades de judeocristianos. Por tanto, fuera de Jerusalén/Israel. Un indicio podría obtenerse de Gal 1,15-17. En los versículos 15-16 relata su llamada al apostolado, y en el v. 17 escribe que, tras esa llamada, «No subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco». Por tanto, si la estancia en Jerusalén del joven Pablo es más que dudosa, y él mismo afirma que «volvió a Damasco», puede deducirse verosímilmente que Pablo, tras abandonar Tarso, residió en Damasco, que fue allí miembro de una comunidad judía pujante, que se distinguió por su celo de la Ley y las tradiciones patrias, sin necesidad de formar parte estrictamente del partido fariseo, sino que vivía de acuerdo con sus ideas fundamentales, y que fue a algunos miembros judíos de esa comunidad damascena, convertidos en seguidores del Mesías, Jesús, a los que persiguió porque se apartaban de las tradiciones patrias. Ello no descarta que persiguiera también a algunas comunidades nazarenas cercanas, pero indica que su centro de operaciones era Damasco. Esta hipótesis explica además: a) que no existiera ninguna estancia previa en Jerusalén, en donde habría aprobado el asesinato de Esteban y se habría formado farisaicamente a los pies de Gamaliel; b) su falta de práctica en la metodología estrictamente rabínica y el uso sui generis de la argumentación escriturística, y c) que no lo conocieran personalmente las comunidades de Judea, puesto que él no estaba allí, sino en Damasco, capital de Siria.

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