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Predeterminación divina

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Pablo sostiene en 2,12 que Dios ha «llamado» a los miembros de la comunidad para que entren en el Reino. Y en 5,10 defiende que no los ha «dispuesto» para la ira, sino para la salvación. Estas frases tienen un claro sabor predeterminista, a saber, parece subyacer la idea de que Dios ha dispuesto, o predeterminado desde siempre, quiénes se van a salvar y quiénes no. En otras cartas también aparece la misma idea predeterminista, puesto que la llamada supone la elección, tanto respecto al propio Pablo (Gal 1,15-1) como en general respecto al pueblo «elegido» (Rm 9,3-5), y la elección supone la salvación. Inexplicablemente la divinidad llama o elige a unos y no a otros para ser salvos: Rm 9,13; 1 Cor 1,18. En Gal 4,28-31 Pablo defiende implícitamente la aparente arbitrariedad de Dios al escoger a Jacob y rechazar a Esaú. El tema se explicita posteriormente en Rm 9,6-13 + 14,28. En Rm 11,1-6, los israelitas y paganos que se van a salvar son solo los elegidos. Y en 2 Cor 2,14-16 se apunta una cierta predestinación respecto a los que se salvan y los que se pierden: el «olor de muerte hacia la muerte, para unos; para otros, olor de vida para la vida». Algo parecido en 1 Cor 1,18-25. Finalmente, Rm 8,30 utiliza sin empacho el vocablo «predestinar» (gr. proórisen).

El esquema predeterminista es común en la Biblia, sobre todo en los escritos judíos de época helenística más cercanos a la mentalidad de Pablo: Jdt 9,6; Tob 6,18; 14,4; Daniel-Susana (1,42.44 Teodoción); Eclo 23,20; 42,18-20 y en los esenios, como testimonia Flavio Josefo (Antigüedades XVIII 172) y los textos mismos conservados: 1QS 3,15-17; 1QH 1 23-25.27-29; 1QH 7 28ss; 1QH 12,10-11. Ahora bien, tanto en Pablo como en los esenios esta predeterminación no anula la libertad humana de volver a pecar después de la «llamada» y condenarse. En los esenios aparece clara esta idea, contradictoria con la predeterminación, en el modo como en la comunidad se castigaban las mínimas faltas. Según 1QS 3,15; 4,25. 1QH 9 (1) 7-8, si el elegido comete un pecado puede quedar excluido de la salvación como cualquier otro judío perverso. En Pablo igualmente. La situación del llamado es «justo a la vez que pecador»: 1 Cor 10,1-5; Flp 3,12-14.

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