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Pablo, ¿ciudadano romano?

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Pablo no dice en ningún lugar de sus cartas que fuera ciudadano romano, pero sí lo sostiene Hch 16,37; 22,25; 23,27, y ciertamente se podía ser tarsiota y ciudadano romano a la vez. Hay autores modernos que tampoco se fían de esta afirmación lucana, puesto que Pablo sufrió muchos castigos durante su vida propios de los provinciales (cárceles, azotes, apedreamientos: 2 Cor 11,24ss), que hubiera podido evitar manifestando que era ciudadano romano (Hch 22,25ss). Además, Pablo aparece encadenado ante los procuradores Félix y Festo (Hch 26,29), y luego en Roma (28,20), cosa que parece imposible si fuera ciudadano romano. La prolongada prisión en Éfeso (Flp 1,7 y repetidas veces) tampoco es consonante con la ciudadanía romana.

La razón principal para defender que Pablo lo fuera es su apelación al César (Hch 25,10-12). Pero se argumenta en contra que cualquier habitante libre del Imperio podía apelar al emperador. Además, el silencio de Pablo debe interpretarse como que no era ciudadano romano, pues si se demostraba que la atribución de la ciudadanía romana era falsa, podía ser ejecutado. Por tanto, hay algunos inconvenientes en aceptar el dato de Hechos por las dudas que suscita. Incluso sería posible que su ciudadanía fuera un invento de la tradición manejada por Lucas para que el proceso de Pablo en Roma fuera explicable. La postura de los investigadores depende de su criterio general respecto de la fiabilidad histórica de Hechos.

Fuera o no ciudadano romano, son variados los aspectos de la vida de Pablo que apuntan a un «ciudadano», un urbanita del Imperio en cuanto a su psicología: la cultura griega de su afamada ciudad natal; su innegable psicología ciudadana (no hay rasgos en Pablo de cultura campesina) y su talante universalista como ciudadano de un mundo amplio, el Imperio, entre cuyas nacionalidades no había verdaderamente fronteras. Su «llamada», que lo hizo pasar de su postura como celoso defensor de las tradiciones de los padres a una secta marginal de mesianistas, y su intenso anhelo por cumplir su misión de extender su «evangelio» entre cuantos más gentiles mejor da el último toque a los elementos que determinan su personalidad. Por tanto, puede sostenerse que los componentes sociológicos y religiosos de la vida de Pablo conforman una mentalidad urbana y más amplia, de ámbito imperial, que tiene poco que ver con el mundo galileo y rural de Jesús de Nazaret.

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