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IV. ORDEN DE LOS LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO

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El Nuevo Testamento presenta hoy día, en prácticamente todas las ediciones, un orden y disposición que proceden de los siglos IV y V tanto en Padres de la Iglesia como en muchos manuscritos. La invención de la imprenta no alteró el orden de impresión tradicional. Sin embargo, este orden no solo no corresponde a ningún criterio cronológico de la composición de las obras, sino que además dificulta percibir el orden temporal aproximado de composición de las obras del Nuevo Testamento, así como la existencia en él de considerables transformaciones ideológicas. A continuación se enumeran las características principales del orden tradicional y se ponen de relieve los problemas que presenta.

1. Lo primero que encuentra impreso el lector son los evangelios, más los Hechos de Apóstoles. Como estas obras tratan de Jesús y el autor que viene a continuación, Pablo de Tarso, supone en sus lectores el conocimiento previo de aquel, se crea la impresión de que los evangelios se compusieron primero cronológicamente, y que luego escribió Pablo sus cartas. Esta percepción es, sin embargo, engañosa, pues las epístolas paulinas auténticas fueron las primeras obras escritas de lo que más tarde sería el Nuevo Testamento.

2. El Nuevo Testamento en su actual formato coloca en primer lugar a Mateo porque se creía antiguamente que este escrito fue el primero en componerse. La investigación moderna ha llegado de modo casi unánime a la conclusión de que el primero en redactarse fue el Evangelio de Marcos. Este debería ir situado, pues, en primer lugar, ya que Mateo y Lucas se entienden mejor como comentarios, glosas, complementos o enmiendas de Marcos.

3. El orden tradicional del Nuevo Testamento separa en partes dos obras que parecen proceder —según muchos críticos— de una misma mano, o, al menos, de un mismo proyecto literario y teológico: Lucas y Hechos. Es posible que las dos partes de este escrito que muchos consideran único fueron disociadas simplemente porque no cabían en un rollo normal de papiro. Luego se confirmó la división y se hizo costumbre, ya que existe una diferencia de contenido entre ellas: el Evangelio, trata de la vida y actividad de Jesús, mientras que la segunda, los Hechos, aborda fundamentalmente la actividad de sus seguidores, en especial de Pedro en la primera sección (más o menos hasta el capítulo 12), y de Pablo, en la segunda (más o menos desde el capítulo 13 en adelante). La división de la doble obra en dos libros, que se imprimen distanciados entre sí, puede conducir a engaño al lector, quien olvida fácilmente que el Evangelio no puede entenderse bien sin la otra obra, y a la inversa: impide percibir lo que hay entre las dos de intención unitaria.

4. El formato actual separa también físicamente cuatro obras en el Nuevo Testamento que son el producto de una misma «escuela», que puede denominarse «grupo de Juan». Estas obras son: Jn y 1/2/3 Jn. Parece cierto que esas obras no fueron compuestas por un mismo autor, aunque a la vez parece también seguro que sus autores pertenecen al mismo grupo teológico. La separación física de tales obras en el orden usual del Nuevo Testamento tampoco ayuda a su comprensión.

5. El corpus paulino no está dispuesto por orden cronológico en las ediciones normales del Nuevo Testamento. Justamente la primera epístola con la que se encuentra el lector es la dirigida a los romanos, que es cronológicamente la última. En Pablo, al igual que en otros conjuntos del Nuevo Testamento, es importante leer sus cartas según su orden temporal de composición. Además, la disposición actual está articulada por algo tan irrelevante como el tamaño de las cartas: de mayor a menor según bloques: Rm, 1/2 Cor; Gal-Ef, Flp, Col-1/2 Tes-1/2 Tim; Tit-Flm. La disposición actual del Nuevo Testamento mezcla cartas auténticas de Pablo con otras que fueron escritas por sus discípulos (pseudónimas). Así, por ejemplo, Ef, que tiene una mentalidad teológica particular, va colocada entre Gal y Flp, que siguen una misma línea y que proceden de la mano del Pablo auténtico.

6. El emplazamiento tradicional de las cartas comunitarias, o pastorales, entre 2 Tes y Flm crea la impresión de que pertenecen al corpus paulino auténtico, lo cual resulta confuso, puesto que 2 Tes es pseudónima y las cartas comunitarias forman un grupo netamente separado de las cartas auténticamente paulinas por los problemas a los que se enfrenta y sus respuestas. Resulta, por tanto, preferible su asociación con las denominadas «epístolas católicas».

7. Las llamadas «epístolas/cartas católicas», o «universales», es decir, dirigidas presumiblemente no a una comunidad particular de la Iglesia, sino a todas, no son en realidad «universales». Al menos 3 Jn está dirigida a una persona concreta, y 2 Jn y 1 Pe están compuestas para una o unas determinadas iglesias particulares. Solo el encabezamiento de 2 Pe y parcialmente la de Jac (Hb no tiene encabezamiento y, por tanto, puede considerarse «universal», y tampoco fue compuesta por Pablo) hacen justicia a esa ordenación y agrupación como «cartas universales».

A la luz de estas consideraciones, resulta más razonable una disposición de las obras del Nuevo Testamento que tenga en cuenta el orden cronológico de composición más probable, lo cual supone que el orden establecido debe ser reformado. Esta nueva disposición halla un obvio límite en el hecho de que no conocemos la datación precisa de muchas de las obras neotestamentarias, lo que significa que el orden cronológico puede ser solo relativo; sin embargo, una reordenación de esta naturaleza posee un valor crítico en virtud de los argumentos expuestos que la hace preferible a la presentación tradicional. En esta edición y de acuerdo con el conjunto de lo sostenido en la Introducción general, se ordenan los libros del Nuevo Testamento del modo siguiente:

• Cartas auténticas de Pablo: 1 Tesalonicenes, Gálatas, 1/2 Corintios, Filipenses, Filemón y Romanos.

• Evangelios sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas.

• Hechos de Apóstoles.

• Cartas atribuidas a Pablo: Colosenses, Efesios y 2 Tesalonicenses.

• Carta a los hebreos.

• Evangelio de Juan, 1/2/3 Juan.

• Revelación/Apocalipsis.

• Cartas comunitarias: 1/2 Timoteo, Tito.

• Cartas universales: Jacobo, Judas, 1/2 Pedro.

* Josep Montserrat es autor del parágrafo 7 del apartado II.

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