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Tercera hipótesis

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Hay otros estudiosos del Nuevo Testamento que aceptan igualmente el importante papel de Marción en la formación del canon neotestamentario, pero rebajan un tanto su función. Aceptan que fue él el primero en formar un canon de Escrituras. Pero su ejemplo sirvió solo de catalizador para un proceso —se argumenta— que aún habría de durar bastante en la gran Iglesia y cuyos inicios estaban ya antes, como se ha indicado. La Iglesia no reaccionó inmediatamente creando otro canon de Escrituras, sino solo insistiendo en el «canon de la fe» y fortaleciéndolo, es decir, creando una especie de credo o «regla» de la fe universal por consenso entre las iglesias de la facción mayoritaria que se traslucía en los escritos que estas leían litúrgicamente. Esa regla de fe serviría más tarde como una de las normas de medida para ver si un escrito merecía entrar en un canon estricto de Escrituras o no. Esta creación del canon se produjo más bien de manera gradual, como apuntaba la primera hipótesis.

La principal razón para sostener esta postura intermedia es la sabida constatación de que no queda ningún documento de la Iglesia mayoritaria que refleje tal reacción contra Marción y en el que conste la decisión de formar expresamente un canon. El segundo argumento es que Marción mismo y sus continuadores no formaron un canon cerrado de Escrituras. Los marcionitas —se argumenta— añadieron más textos a la primera colección de su maestro y finalmente aceptaron como sagrada la armonía evangélica de Taciano (el Diatesarón, un evangelio formado a base de fundir armónicamente los cuatro evangelios canónicos). Finalmente, en tercer lugar, se apunta a que el canon no se hizo de una vez, sino que se fue delimitando en el siglo III, a partir de Orígenes y su gran influencia sobre todo, y que empezó a cerrarse solo en el siglo IV, como indica la lista de libros sagrados de Eusebio, Historia eclesiástica 3, 25, 1-7, y la Epístola festal de Atanasio de Alejandría del 367.

Los defensores de esta propuesta sostienen que, además de Marción, contribuyeron otros factores a acelerar el proceso que iba a llevar a la formación del canon. Estos fueron: a) La aparición de los herejes montanistas, un grupo de Asia Menor surgido hacia el 170, que hacía mucho hincapié en el gobierno de la Iglesia por medio del Espíritu santo (= profetas), por lo que generaban muchos textos inspirados; pero la gran Iglesia debía saber a qué atenerse respecto a sus proclamadas profecías, y, por tanto, se aceleró la formación de un canon fijo de escritos; b) La proliferación de sectas gnósticas cristianas, que se jactaban de basar sus conocimientos religiosos especiales en ciertos escritos «inspirados» o en presuntas revelaciones especiales de Jesús; c) La persecución del emperador Diocleciano (298-303) contra los cristianos, en la que se emprendió una campaña de reunión y quema de libros sagrados de la nueva religión. Esta campaña obligó a dejar claro qué libros eran sagrados —y ser pasto del fuego— y cuáles no.

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