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Pablo y el judaísmo

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La cuestión se suscita a propósito de 2,15-16. Se discute si estos versículos son una glosa de un escriba posterior. Las razones a favor de que se trata de una inserción secundaria son: a) porque contienen un feroz ataque a los judíos, impropio de Pablo, que tiene a orgullo ser judío. Parece responder más a una polémica entre paganocristianos y judíos en el siglo II e.c. Contrástese con Flp 3,5; b) porque en el v. 16 se dice que los judíos «son enemigos de todos los hombres» y que ha venido sobre ellos la ira-cólera de Dios «hasta el final», es decir, quedan condenados para siempre. Esta idea supone una contradicción con Rm 11,25-26; c) porque el castigo divino al que se refiere Pablo es una referencia a la destrucción de Jerusalén y del Templo en el 70 e.c., momento en el que él habría muerto ya.

Sin embargo, la mayoría de los manuscritos de 1 Tes presentan este pasaje (menos alguno que probablemente refleja la decisión de algún copista de omitir la cláusula por razones teológicas), lo que supone que —de ser una interpolación— es muy antigua. Los partidarios de que se trata de un texto genuino sostienen que Pablo habla también en otros lugares de la «ira de Dios contra Israel» (Rm 2,5; 3,5-6, etc.); que se trata de una típica polémica intrajudía cargada de retórica y que su punto principal es defender la idea de que los creyentes en Jesús de Tesalónica sufrían persecución al igual que los creyentes en Judea la padecían por obra de sus compatriotas. Por tanto, sería posible entender que tras estas frases se percibe el dolor de Pablo por el frente polémico que bastantes judeos/judíos y algunos judeocristianos (de Jerusalén, «falsos hermanos»: Gal 2,4) formaban contra él: se sienten irritados porque Pablo predica una salvación exactamente igual para los gentiles que para los judíos, lo que parecería implicar que se tambaleaba la primacía de Israel sobre las naciones.

La hipótesis de la interpolación parece más sólida, en especial por el argumento c). De cualquier modo, sean genuinas o no, nótese que desde el siglo II, con la edición de las cartas de Pablo, las terribles frases «Dieron muerte al Señor y a los Profetas y los que nos han perseguido a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres» fueron y son un combustible del antijudaísmo cristiano, pues atribuye la ejecución de Jesús a los judíos —como el Evangelio de Pedro, apócrifo quizás del primer tercio del siglo II— y parece desconocer, quizás voluntariamente, a Poncio Pilato.

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