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CARTA A LOS GÁLATAS

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1 1 Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por medio de hombre, sino por Jesús, el Mesías, y Dios Padre, que lo resucitó de entre los muertos, 2 y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia. 3 Gracia para vosotros y paz de parte de Dios, nuestro padre, y del señor Jesús, el Mesías, 4 que se dio a sí mismo por nuestros pecados, para arrancarnos del mundo presente y perverso, según la voluntad de nuestro Dios y padre, 5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1-5 No hay introducción ni acción de gracias por el estado actual de la comunidad, lo cual es una señal de enfado por parte del remitente. Inmediatamente después de su nombre, Pablo formula ya una primera respuesta a un argumento que seguramente enarbolaban contra él sus oponentes: «Él no era un apóstol de verdad, sino un mequetrefe; el origen de su apostolado no era divino, sino humano». Pablo replica: «Soy un apóstol de verdad; mi vocación no dependió de hombre alguno, sino directamente de Jesús, el Mesías, y de Dios Padre».

1 lo resucitó: nótese, al igual que en 1 Tes, el tono de subordinación del Mesías (pasivo) a Dios (activo), básico en Pablo, y fundamento del arrianismo posterior.

3 el Mesías: es Jesús, que más tarde pasará a «Jesucristo» como nombre propio. La traducción del Christós griego como Mesías pretende indicar también en esta y en las restantes cartas que en Pablo esta apelación no pierde nunca su sentido mesiánico, escatológico (véase nota a 1 Tes 1,3), aunque aparezca ya en vías de convertirse en nombre propio. Este hecho tiene en Pablo un carácter consciente, deliberado, pues así disimulaba en griego la extrema judeidad del título «mesías», que no debía de parecer nada atractivo a los paganos.

4 se dio a sí... pecados: complementa la fórmula comentada en 1 Tes 5,10: «murió». por nuestros pecados: añade el matiz de la expiación vicaria. Nunca explica Pablo exactamente cómo entiende este proceso. Véase nota a 1 Tes 5,10. voluntad de nuestro Dios: indica la existencia de un plan de Dios desde toda la eternidad para borrar las secuelas del Pecado —con mayúscula, pues Pablo lo personifica como fuerza terrenal, astral y malévola opuesta a los designios de Dios— de la humanidad, producido por la falta de Adán. Pero no hay aquí expresión clara de una teología del pecado original, como tampoco la hay en el judaísmo de su época. mundo presente y perverso: fórmula que manifiesta el dualismo típico de la apocalíptica judía, que divide la historia en dos mitades: el eón presente, malvado, y el futuro, no carnal, bueno, espiritual.

5 a quien sea la gloria...: la mención de la gloria divina hace quizás alusión a que la glorificación de Dios por parte de los humanos es paralela y análoga a la que se produce en la «liturgia celestial o angélica», como testimonia la literatura de Qumrán. Así en las Palabras de los Luceros, y sobre todo en los Cantos para el sacrifico sabático, 4Q303, col. I,30. También entre los apócrifos del Antiguo Testamento hay constancia de la creencia de este tipo de liturgia celestial: 3 Henoc 37.38; igualmente quedan restos de esta creencia en la Ascensión de Isaías 9,24-41.

6 Me maravillo de que tan rápidamente desertéis del que os ha llamado en la gracia del Mesías a otro evangelio, 7 pues no hay otro, si no es que hay algunos que os perturban y quieren cambiar el evangelio del Mesías. 8 Pero aunque nosotros mismos, o un ángel del cielo, os predicara un evangelio distinto al que os hemos evangelizado, ¡sea anatema! 9 Como hemos dicho antes, lo digo ahora de nuevo: si alguno os evangeliza algo distinto de lo que habéis recibido, ¡sea anatema!

10 Porque ¿trato ahora de persuadir a los hombres o a Dios? O ¿busco agradar a los hombres? Si aún tratara de agradar a los hombres, ya no sería esclavo del Mesías.

6-10 Pablo alude brevemente a lo ocurrido: los gálatas se han pasado a otro «evangelio», es decir, a otra manera de entender la figura y misión de Jesús que conllevaba la obligación de hacerse judíos circuncidándose, etc. Pablo replica que él, y nadie más que él, ha proclamado el evangelio verdadero, el que habla de la gracia del Mesías para con los paganos llamados a ser libres de la observancia de parte de la Ley si se convierten a Jesús.

6 en la gracia del Mesías: algunos manuscritos importantes omiten las dos últimas palabras.

8 ¡sea anatema!: fórmula de maldición fuerte: ¡Dios lo maldiga y lo aniquile! Se trata del castigo divino por haber alterado el único evangelio, el de Pablo.

10 esclavo: no debe dulcificarse el significado de este vocablo en las cartas de Pablo traduciendo «siervo» o algo parecido, salvo en casos excepcionales.

11 Pues os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no es según los hombres, 12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno sino por medio de una revelación de Jesús, el Mesías.

13 Pues sabéis ya de oídas mi conducta anterior en el judaísmo, a saber, cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios y la devastaba, 14 y cómo sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis contemporáneos, siendo extremadamente celoso de las tradiciones de los padres.

15 Pero cuando le pareció bien a Dios, el que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, 16 para revelar en mí a su Hijo, para que lo evangelizase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, 17 no subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco.

1,11-

2,10 Pablo comienza una defensa más pormenorizada de su «evangelio», y se imagina que está sometido a un juicio sumario en el que los nuevos misioneros son los acusadores y él, acusado, su propio abogado defensor. Pablo amplía ahora con datos biográficos el argumento ya iniciado en 1,1: él es un verdadero apóstol, elegido directamente por Dios, que predica sin ninguna intención de agradar humanamente a las personas. Esta intención hace que recoja solo los datos de su biografía que le valen para probar su tesis: mi evangelio es el único verdadero. Este primer desarrollo consiste en argumentos de tipo personal, y son cuatro.

11-16 El conjunto del pasaje quiere dar a entender que él, Pablo, era quizás la persona menos apropiada para ser un apóstol, pues era un perseguidor de las iglesias (en el sentido de «asambleas» de elegidos: 1 Tes 1,1). Pero Dios escoge a quien menos se piensa. Por tanto, su evangelio procede de una revelación divina, no de hombre alguno. Al ser una comunicación celeste, tiene fuerza absoluta: es obra del Espíritu santo. No necesita pedir consejo de hombre alguno, ni siquiera de los apóstoles que vivieron con Jesús, como dirá más tarde. Por ello no se le ocurrió de momento ir a Jerusalén (nota a vv. 18-20).

12 revelación de Jesús, el Mesías: Pablo no da detalles de cómo sería tal revelación. Puede suponerse que sería una visión como las mencionadas en

2 Cor 12,1ss. Pero Hch complementa legendariamente lo que pudo ser la revelación fundamental, ya que su autor hace que Pablo la repita tres veces: 9,3-9; 22,6-11; 26,12-18, lo que indica que es muy importante. Los tres relatos coinciden relativamente en lo esencial, pero hay una flagrante contradicción entre 9,7 y 22, 9. Al parecer, eran variantes de una tradición ya legendaria. La revelación en sí podría consistir en la verdad sobre Jesús: sus perseguidos tenían razón, pues a pesar de su muerte infamante en cruz, Jesús era el Mesías.

13 sabéis ya de oídas: primera afirmación de Pablo de que no era conocido en Judea. Esta noticia contradice la afirmación de Hch 8 y 22,3 de que Pablo se formó durante años, en su juventud, en Jerusalén a los pies de Gamaliel, un gran rabino (véase aquí). conducta anterior en el judaísmo: no significa que en el momento presente no tuviera participación alguna en el judaísmo, sino que antes de su llamada llevaba una vida dedicada a los ideales de los «celadores de la Ley», gente dispuesta a cumplir meticulosamente la ley de Moisés y decidida a que otros también la observaran, aun por la fuerza. Tampoco debe entenderse esta expresión como que Pablo había sido miembro de un movimiento, o «partido», zelota antirromano, extremo que no aparece por ninguna parte en sus cartas y que hasta el año 60 e.c. no se organizó de modo regular, aunque el espíritu de ese movimiento estaba siempre presente entre los judíos. perseguía: Pablo afirma expresamente en otros lugares (1,22-23; 1 Cor 15,9) haber sido perseguidor de grupos de judeocristianos.

14 celoso de las tradiciones de los Padres: esta frase no tiene por qué entenderse como que Pablo fuera un fariseo estricto, afiliado a la secta (véase aquí).

15 separó... gracia: este pasaje indica que la mal denominada «conversión» de Pablo fue más bien una llamada al «profetismo»; es decir, el paso de ser un particular muy celoso de una comprensión determinada del judaísmo a otra, a convertirse en proclamador/profeta/embajador (2 Cor 5,20) de Jesús. No señala de ningún modo la conversión de una religión a otra, ya que el cristianismo no existía aún. Estar predestinado por la divinidad para esta misión «desde el seno de su madre» significa compararse nada menos que con Isaías (49,1-3) y Jeremías (1,5). No es posible pensar que Pablo pretendiera ser un profeta de Israel y a la vez fundar una nueva religión.

16 carne (gr. sarks): su uso en Pablo es amplio: más de noventa veces. Significa tanto un aspecto positivo como otro negativo, material. Para un judío, la materia de la creación es buena, por tanto, también la carne (Gn 1). Carne puede significar en Pablo: a) el ser humano en su existencia mundana, efímera, debida a su origen como tal ser y por su situación en una sociedad de seres humanos, en la que vive (Gal 4,13; 2 Cor 12,7); b) los bienes terrenos, pasajeros, como la comida y el dinero, denominados carnales (Rm 15,27 y 1 Cor 9,11). c) la naturaleza y conducta humanas en cuanto oposición y contradicción al Espíritu de Dios, o a Dios mismo (2 Cor 10,2 y 11,18). «Carne» unida a «sangre» significa ser humano por oposición a entidad divina. En 1 Cor 15,50 este par significa el cuerpo humano aún no espiritualizado.

17 fui a Arabia: Pablo no especifica a qué parte. Suponemos que a regiones con las que los judíos mantenían contacto, como la Nabatea o el reino de Palmira. No sabemos con qué finalidad; quizás una primera, probable, misión a los judíos que allí vivían y, a la vez, un tiempo de iniciación y reflexión. Hch no menciona tal estadía. No es probable que Pablo tuviera en Arabia contacto con paganos. Hch deja bien claro que fue Pedro, antes que Pablo y por revelación divina, el iniciador de la misión gentil (Hch 10 y 11); así se ofrecía al lector una imagen de unidad entre Pedro y Pablo, que este último más bien desmiente en Gal 2,11-14 (véase aquí). nuevamente volví a Damasco: es posible que el lugar de la persecución paulina no fuera Jerusalén, sino Damasco (véase aquí).

18 Luego, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí con él quince días. 19 A ningún otro apóstol vi salvo a Jacobo, el hermano del Señor. 20 Y en lo que os escribo... ¡Mirad! Delante de Dios afirmo que no miento.

18-20 Pablo sostiene que la revelación recibida fue suficiente ilustración sobre Jesús, de modo que no necesitó confrontar su contenido con personajes importantes —los que habían vivido con Jesús como discípulos directos— de la iglesia de Jerusalén, la comunidad madre. El haber tenido contacto con el Jesús terreno no significa nada para la comprensión de la figura y misión del Mesías, según Pablo. Por otra parte, es cierto también que él buscó en otros momentos (ahora 1,18-20 y en el capítulo 2 de esta carta) un apoyo para su nueva visión del Mesías en la conformidad con su «evangelio» de la iglesia madre judeocristiana de Jerusalén.

21 Luego fui a las regiones de Siria y Cilicia; 22 pero personalmente no me conocían las iglesias de Judea que están en el Mesías. 23 Solamente habían oído: «El que antes nos perseguía ahora evangeliza la fe que entonces quería destruir». 24 Y glorificaban en mí a Dios.

21-24 Este razonamiento es confirmación del anterior. Insiste Pablo de nuevo en que él pasó bastante tiempo sin contacto con la superioridad judeocristiana, misionando por su cuenta en las regiones de Siria y Cilicia.

22 personalmente no me conocían las iglesias de Judea: esta frase pone en tela de juicio de nuevo (véase v. 13) que Pablo hubiera sido un personaje conocido anteriormente en Jerusalén, formado rabínicamente en la capital.

23 nos perseguía: Pablo no quiere decir que él en realidad había perseguido a los de Jerusalén, pues el v. 22 indica que eso es un dato legendario: véase aquí), sino que los de esta comunidad oían que perseguía a sus compañeros en la fe (por ejemplo, en Damasco). De ahí el «nos». evangeliza la fe: Pablo caracteriza en general la concepción sobre Jesús proclamada por él como una «fe» o una «creencia».

2 1 Luego, después de catorce años, subí de nuevo a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. 2 Subí según una revelación, y expuse en privado a los notables —para saber si corro o había corrido en vano— el evangelio que proclamo entre los gentiles. 3 Pero, ni siquiera Tito, que estaba conmigo y que es griego, fue obligado a circuncidarse. 4 Pero, a causa de los infiltrados, los falsos hermanos que se introdujeron solapadamente para espiar la libertad que tenemos en Jesús, el Mesías, con el fin de esclavizarnos..., 5 a quienes ni por un instante nos sometimos, cediendo ante ellos, a fin de que la verdad del evangelio permanezca entre vosotros.

6 Y de parte de los que parecían ser algo —¡qué me importa lo que fuesen!; en Dios no hay acepción de personas—, los notables, digo, nada me impusieron. 7 Por el contrario, viendo que me había sido confiado el evangelio de la incircuncisión, al igual que a Pedro el de la circuncisión 8 —pues el que obró en Pedro para el apostolado de la circuncisión obró también en mí para los gentiles—, 9 y conociendo la gracia a mí concedida, Jacobo, Cefas y Juan, los considerados columnas, nos dieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos, a los de la circuncisión; 10 solo que nos acordáramos de los pobres, lo que me apresuré a hacer.

1-10 El argumento consiste en afirmar que la independencia de Pablo respecto a los jefes de la iglesia madre de Jerusalén no significa que ellos fueran adversarios de su evangelio. Todo lo contrario. Sostiene Pablo: conseguí que mi evangelio fuera aprobado por los jefes de la comunidad jerosolimitana, aunque hubiera de hacer tratos en secreto con ellos (v. 9), ya que muchos «falsos hermanos» (v. 4) se oponían al acuerdo.

La reunión en la capital de Judea de 2,1-10 aparece descrita en Hch 15, pero con aspectos distintos a los de esta carta. La diferencia más importante es que Hch 15,28-29, sostiene que la comunidad de Jerusalén impuso por escrito a los gentiles de Antioquía unas normas respecto a la ingestión de alimentos (las que más tarde fueron denominadas «leyes de Noé»). Pablo, por el contrario, afirma que «no le impusieron nada» (2,6 y nota).

1 en privado a los notables: esta es la frase que indica probablemente una negociación secreta entre los jefes de la comunidad jerosolimitana y Pablo. Véase nota siguiente.

4 esclavizarnos: Pablo habla de nuevo en plural retórico (así muchas veces en sus cartas) incluyéndose entre los paganos convertidos. La esclavitud consistía en que los «falsos hermanos» obligaban a los paganos convertidos al Mesías a hacerse judíos completos, por tanto a circuncidarse y a cumplir todas las normas de la ley mosaica, que según Pablo, tenía partes específicas solo para los judíos conversos a Jesús, ya que seguían siendo judíos y miembros naturales de la Alianza con Abrahán (véase nota a 1,19 y aquí).

6 nada me impusieron: así queda redondeado el cuarto argumento completo: es, pues, correcto su evangelio que sostiene no exigir a los gentiles convertidos a Jesús el cumplimiento completo de la ley de Moisés.

10 solo que nos acordáramos de los pobres: esta frase indica también que no fue en este momento cuando se proclamó el decreto, como asegura Hch 15,23, sino en todo caso después. Según 1 Cor 8, cuando se consulta a Pablo sobre qué alimentos pueden comerse, no menciona ningún decreto oficial, sino que da su propia opinión; este hecho supone que él nada sabía de este decreto (v. 6). No sabemos en realidad cuándo se difundió esa misiva/decreto. Unos sostienen que pudo ser llevada por «los de Jacobo» a Antioquía, cuando estaba allí Pablo, y su aplicación pudo provocar el conflicto entre este y Pedro (2,11-14). Otros, que Pablo la conoció más tarde, ya que en el año 54 (cuando redacta el mencionado capítulo 8 de 1 Cor, no parece tener idea alguna del decreto).

11 Pero, cuando llegó Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. 12 Pues antes de que llegaran algunos de los de Jacobo, comía con los gentiles; pero cuando llegaron, se apartaba y retiraba por temor a los de la circuncisión. 13 Y lo imitaron en su hipocresía también los demás judíos, de modo que Bernabé se vio arrastrado igualmente por la hipocresía de aquellos. 14 Pero cuando vi que no caminaban con rectitud respecto a la verdad del evangelio, dije a Cefas delante de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar?».

11-14 Los cuatro argumentos anteriores reciben una confirmación por parte de una anécdota reveladora: una fuerte discusión entre Pedro y Pablo acerca de si los gentiles conversos a Jesús, pero no circuncidados, seguían siendo impuros o no (véase aquí).

14 dije a Cefas delante de todos: ignoramos cuándo tuvo lugar exactamente este incidente. Desde luego parece que después de la asamblea de Jerusalén de Hch 15/Gal 2,1-10. Pero es posible también que pudiera haber ocurrido en la presunta visita de Pablo a Jerusalén y Antioquía descrita oscuramente en Hch 18,22-23. vives como gentil y no como judío: el texto griego presenta la yuxtaposición de ethnikós y ioudaikós, pero no sabemos con precisión qué quiso decir Pablo con estos vocablos, ya que probablemente se trata de una exageración retórica, típica suya. Vivir como un gentil, es decir, como un griego, no significaba ciertamente para Pablo que Pedro hubiera abandonado todas las normas del judaísmo, sino que —desde el punto de vista de los de Jacobo— vivía con una cierta relajación las reglas de la comensalidad con los gentiles conversos, es decir, se comportaba como un judío laxo, de moral relajada o acomodaticia, puesto que manifestaba no tener problemas en comer con incircuncisos. Y el que vive como un judío (sobre todo en Israel) era el que no comía con los paganocristianos porque los consideraba impuros a pesar de ser creyentes (Hch 10,28).

15 Nosotros, judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles, 16 sabiendo empero que no se justifica el ser humano por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesús, el Mesías, también nosotros hemos creído en el Mesías, Jesús, para que seamos justificados por la fe del Mesías, y no por las obras de la Ley, pues por las obras de la Ley ninguna carne será justificada.

15-16 Esta es una de las declaraciones básicas de la carta. Pablo habla en este pasaje de lo que técnicamente se denomina la justificación (del ser humano) por la fe y afirma que tal justificación no se consigue por medio de las obras de la Ley. Cuando se trata de la salvación, el contenido de ambas expresiones está íntimamente relacionado. Sobre esta justificación/absolución por la fe y no por las obras, véase aquí.

17 Pero si buscando ser justificados en el Mesías, nos encontramos que también nosotros somos pecadores, ¿acaso es el Mesías un servidor del pecado? ¡De ningún modo! 18 Pues si edifico de nuevo lo que ya destruí, me constituyo a mí mismo en transgresor. 19 Pues yo por la Ley he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios: con el Mesías estoy crucificado; 20 y ya no vivo yo, sino que en mí vive el Mesías; y lo que vivo ahora en la carne, lo vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la Ley se obtuviera la justificación, entonces el Mesías habría muerto en vano.

17-21 Pablo se une una vez más a los gentiles de Galacia, sus lectores, por el plural retórico «nosotros». El texto, pues, se dirige solo a los paganocristianos. Si no se tiene esto en cuenta, parece que Pablo —que es un judío observante de la Ley— dice cosas impropias contra la Ley. De cualquier modo, este pasaje es difícil. Sugerimos la siguiente paráfrasis: 17 «Vosotros, gálatas, queréis sin duda buscar la justificación por medio del Mesías. Pero, estando exentos de una parte de la Ley (la específica para los judíos), si os volvéis ahora al cumplimiento de la Ley completa —incluida la circuncisión, las normas sobre alimentos y la pureza ritual—, tal como os exigen ahora los nuevos predicadores, y os decidís a circuncidaros, no quedaréis justificados por Dios, porque volveréis a ser considerados pecadores por él; entonces el Mesías se haría indirectamente ministro del Pecado, ya que su obra, la cruz, respecto a los paganos habría sido inútil. ¿Por qué? Porque os cargáis inútilmente con un peso terrible: al haberos circuncidado, estaréis obligados a cumplir la Ley completa, y eso es imposible en la práctica... Por ello seréis reos de algún pecado, con toda seguridad, pues basta no cumplir un solo precepto para ser culpables de inobservancia de toda la Ley. »Así pues, afirmo que para los gentiles, con los que me identifico en este caso, no es necesario cumplir con la circuncisión física ni con las normas de pureza ritual ni de los alimentos. 18 Si yo, como gentil convertido, vuelvo a construir lo que estaba ya derribado, es decir, me hago judío por la circuncisión, estoy obligado a cumplir la ley del Moisés completa, pero al no poder hacerlo, me convertiré en un pecador. 19 Pues yo, Pablo —que en este caso me estoy poniendo retóricamente en la piel de vosotros, gentiles, y hablo en vuestro nombre—, he muerto al cumplimiento de la Ley completa, no yo, como judío, sino vosotros que sois gentiles. Y lo sé por la misma Escritura tal como os demostraré después. Ahora —como gentil que creo en el Mesías— vivo para Dios, ya que estoy colgado en la cruz con el Mesías, pues por la aceptación de la llamada a la fe soy uno con el Mesías. 20 Ya no vivo yo, sino que es el Mesías, el Resucitado, con su nueva existencia celestial, quien vive en mí, que me amó y se entregó a la muerte por mí. 21 Pues no tengo por inútil la gracia divina que me llamó a salvarme siendo gentil, porque si defiendo yo, que nací gentil, que me voy a justificar delante del tribunal de Dios haciéndome judío por completo y obligándome a cumplir toda la Ley, la muerte del Mesías en la cruz ha sido en vano, porque tendré que confesar que no puedo cumplir toda la Ley, y me haré así pecador».

3 1 ¡Oh, insensatos gálatas! ¿Quién os ha embrujado, a vosotros ante cuyos ojos fue antes dibujado Jesús, el Mesías crucificado? 2 Solo quiero saber de vosotros lo siguiente: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley o por la escucha de la fe? 3 ¿Sois tan insensatos como para empezar por el espíritu y concluir ahora por la carne? 4 ¿Habéis padecido en vano tantas cosas? ¡Ciertamente en vano! 5 Así pues: el que os otorga el Espíritu y obra prodigios entre vosotros, ¿lo hace porque observáis las obras de la Ley o por la escucha de la fe?

1-5 Pablo defiende desde este momento su interpretación del Mesías y de la justificación/absolución por la fe, «su evangelio», con argumentos no ya personales, sino de índole doctrinal, tomados de la Escritura. Esta línea interpretativa sirve a Pablo para sostener que la palabra de Dios dice lo mismo que él respecto a la salvación de los gentiles (3,6-4,31: seis argumentos). Pero hay antes un prólogo de sabor aún personal.

1 embrujado traduce el griego ebáskanen, del verbo baskaíno: literalmente «producir mal de ojo». fue antes dibujado Jesús: antes de que vinieran los adversarios, Pablo les había predicado —dibujado— su evangelio sobre Jesús. El núcleo de esa predicación/dibujo es el Mesías en la cruz y su valor redentor.

2 obras de la Ley... escucha de la fe: el pagano que cree en Jesús es como Abrahán, que también era pagano, pero creyó en el Dios único: fue justificado (declarado justo; no pecador) ante ese Dios antes de circuncidarse, antes de ejecutar las «obras de la Ley», puesto que esta ¡no existía aún! (vino cuatrocientos treinta años más tarde: v. 17).

2-5 recibisteis el Espíritu... otorga el Espíritu: las dos frases dan a entender que Dios otorga el Espíritu divino una vez que se oye la predicación sobre Jesús y se acepta con fe (1 Tes 4,6 y nota). Ello se confirma en Hch 10,44, «el don del Espíritu santo también era derramado sobre los gentiles», y Hch 11,17: «Si Dios les ha otorgado el mismo don que a nosotros cuando creímos en el señor Jesucristo». El bautismo, que sigue a continuación es un rito de perfección espiritual: confirmará y robustecerá la recepción del Espíritu.

3 para empezar (gr. enarxámenoi)... y concluir —es decir, alcanzar— la perfección (gr. epiteleísthe). Estos dos vocablos griegos son típicos de las iniciaciones de los cultos de misterio. Pablo parece decir: «Insensatos gálatas: estáis haciendo una iniciación mistérica al revés cuando aceptáis un evangelio distinto al mío; en realidad hay que empezar por la carne y terminar por la perfección del espíritu, como hicisteis y compete según mi evangelio... ¡y no al modo contrario!». espíritu (gr. pnéuma): es la parte superior del alma, intelectiva, pero potencialmente análoga al espíritu divino. En muchos casos es casi imposible distinguir en Pablo entre espíritu humano y divino.

4 Habéis padecido en vano tantas cosas: podría entenderse de dos maneras: o bien los padecimientos son los mismos que los referidos en 1 Tes 3,4, o bien, «esas experiencias que tuvisteis fueron inútiles», referidas al bautismo y otros actos de iniciación «cristiana» que resultarían vanas al aceptar los gálatas un evangelio distinto al de Pablo, circuncidándose.

5 la escucha de la fe: es sin duda la proclamación oral del evangelio, ante la cual la primera reacción es la fe /confianza.

6 Al igual que «Abrahán creyó a Dios y le fue reputado como justicia...» 7 sabéis ciertamente que los de la fe son en verdad hijos de Abrahán. 8 Previendo la Escritura que Dios justifica a los gentiles por la fe, proclamó con antelación a Abrahán la buena noticia de que «En ti serán bendecidas todas las naciones». 9 Así pues, los de la fe son bendecidos con Abrahán, el creyente.

6 Abrahán creyó a Dios (gr. epísteusen): este primer argumento se refiere al texto de Gn 15,6 LXX. Este pasaje debe relacionarse con Gal 2,15-16, que habla también de la fe (gr. pisteúein eis).

7 los de la fe (gr. hoi ek písteos): se da a entender en estos versículos que los humanos deben hacer actos de fe al oír la proclamación. No tiene sentido —aunque a veces se sostenga así— que al oír por primera vez promesas imposibles (Abrahán), o el evangelio (el pagano), cualquiera de los dos debe hacer actos de «fidelidad», sino de aceptación de lo que se proclama = actos de fe. ¿Actos de fe/aceptación en quién? ¿En Dios o en su Mesías? Pablo diría que obviamente en los dos.

8 En ti serán bendecidas todas las naciones: cita de Gn 12,3. Quizás muy pocos judíos del tiempo de Pablo entendían esta promesa como que todos los miembros posibles de todas las naciones iban a ser injertados en el tronco de Israel en igualdad de condiciones para la salvación. En apariencia hay algún que otro precedente, aunque solo a medias, de esta idea paulina en la propia Biblia hebrea. Por ejemplo, Is 66,18-19,21. Pero este pasaje no trata de «todos» al pie de la letra, sino de un número representativo de gentiles: «algunos». E Isaías no pensaba ni por asomo que «todos» los gentiles se iban a «injertar» en Israel.

10 Porque cuantos son de las obras de la Ley están bajo una maldición. Pues está escrito: «Maldito el que no se atiene a todos los preceptos escritos en el libro de la Ley y los cumple». 11 Porque es evidente que por la Ley nadie queda declarado justo ante Dios, pues el justo vivirá por la fe. 12 Pero la Ley no es de la fe, sino que quien practique sus preceptos, vivirá por ellos.

13 El Mesías nos rescató de la maldición de la Ley haciéndose maldición por nosotros, pues está escrito: «Maldito todo el que está colgado de un madero» (Dt 21,23), 14 a fin de que la bendición de Abrahán llegara a los gentiles en el Mesías, Jesús, y por medio de la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa.

10-14 Segundo argumento. Según Pablo, leído correctamente el texto sagrado, vivir bajo la Ley no implica salvarse, sino condenarse, porque la Ley es de hecho, no intencionadamente, fuente de maldición divina. Y la razón es la imposibilidad de cumplir la Ley entera. Basta con que se deje de observar un solo mandamiento para que el transgresor sea maldito (Lv 18,5). El mismo Deuteronomio (27,26) lo dice: «Maldito todo el que no observe totalmente los preceptos escritos en el libro de la Ley».

13 Maldito todo el que está colgado: la segunda parte del segundo argumento es audaz: el Mesías vivió sin pecado (2 Cor 5,21) bajo la Ley y fue, sin embargo, crucificado. Ahora bien, la Ley declara maldito al que es colgado del madero (Dt 21,23). Luego la Ley por su letra misma declara maldito al Mesías. ¡Pero eso es imposible! Entonces concluye Pablo: luego el principio básico de que «somos» justificados o absueltos automáticamente por cumplir ciertas «obras de la Ley» es falso.

15 Hermanos, voy a hablar al modo humano. Aunque sea de un hombre, nadie anula un testamento debidamente confirmado, o le añade algo. 16 Ahora bien, las promesas fueron dichas a Abrahán y a su descendencia. No dice: «Y a tus descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a «tu descendencia», es decir, al Mesías. 17 Y digo lo siguiente: un testamento ya debidamente confirmado por Dios, no puede ser anulado por la Ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde, de tal modo que la Promesa quede eliminada. 18 Así pues, si la herencia procede de la Ley, no procede de la Promesa; y sin embargo, Dios otorgó su gracia a Abrahán por medio de la Promesa.

15-18 El tercer argumento es claro: antes de existir la Ley, Dios hizo a Abrahán y a su descendencia (literalmente: su «semilla», en singular = entendido como el Mesías, no el pueblo judío en general) diversas promesas. Es así que estas promesas —que incluyen en último término la salvación— son anteriores a la Ley, luego quien otorga la salvación son las promesas y no la Ley.

17 cuatrocientos treinta años más tarde: Pablo añade un subargumento cronológico: el patriarca Abrahán recibió la salvación por la Promesa que aconteció antes, cronológicamente, que la Ley.

18 la herencia: naturalmente la salvación. Los bienes futuros «se heredan» de Dios.

19 Entonces, ¿para qué la Ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia a quien se le había prometido la Promesa; una Ley promulgada por los ángeles y por mano de un mediador. 20 No existe mediador de uno solo, y Dios es uno solo.

21 Así pues, ¿la Ley va contra las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Pues si se nos hubiera otorgado una ley capaz de otorgar la vida, realmente la justicia vendría de la Ley. 22 Pero la Escritura encerró todo bajo el Pecado, a fin de que la Promesa fuera dada a los creyentes por la fe de Jesús, el Mesías.

23 Y, antes de que llegara la fe, estábamos custodiados por la Ley, encerrados hasta la venida de la fe que debía revelarse, 24 de modo que la Ley fue nuestro pedagogo hacia el Mesías, para ser declarados justos por la fe. 25 Pero, tras la llegada de la fe, no estamos ya bajo el pedagogo, 26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en el Mesías, Jesús.

27 En efecto, todos los bautizados en el Mesías os habéis revestido del Mesías. 28 No hay ya judío ni griego; no hay esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, puesto que todos vosotros sois uno en el Mesías, Jesús. 29 Y si sois del Mesías, ciertamente sois descendencia de Abrahán, herederos según la Promesa.

19-20 Cuarto argumento. Primer paso. Según Pablo, la Ley fue añadida a la Promesa porque los seres humanos no hacían otra cosa que pecar; Dios no tuvo más remedio que promulgar la Ley con sus normas. Es probable que Pablo pensara que la Ley fue enviada por Dios para que los pecados —en este momento de la historia abrahámica, cuando aún no había ley escrita, pecar es ir en contra de lo que dicta la conciencia de cada uno (Rm 2,14-15)— resultaran fijados como tales ante los hombres y ante Dios mismo. Eso es válido tanto para judíos como para los gentiles; para estos incluso peor, pues la tradición judía afirma que la Ley fue ofrecida por Dios a todos los pueblos, pero solo Israel la aceptó.

19 promulgada por los ángeles... mediador: el apéndice a la Promesa, la Ley, es una ordenanza de segundo rango, inferior, porque no fue promulgada por Dios directamente, sino por medio de ángeles, y no solo eso, sino a través de un mediador, Moisés. Por el contrario, la promesa a Abrahán fue hecha por Dios directamente y solo por él, sin mediador alguno. Dios es único y Abrahán era uno solo: no había necesidad alguna de mediador. hasta que llegase (cronológicamente) la descendencia (de Abrahán), que es el Mesías: 21-22. Este es el segundo paso: Pablo responde a una dificultad: «Según tu razonamiento, la Ley y la Promesa están en contradicción». Pablo replica: «Eso es imposible porque Dios no puede contradecirse. Si la Ley pudiera dar la vida, es decir, declarar justo/absuelto al ser humano, con lo cual se libraría de la sentencia condenatoria, no lo haría la Promesa».

22 encerró todo bajo el Pecado: según el pensamiento global de Pablo —aunque aquí no lo dice expresamente— tras el lapso de Adán, se apoderó el Pecado de él e inoculó la tendencia hacia el mal, «el corazón maligno», que de Adán heredan de todos los hombres.

23-29 Tercer paso del cuarto argumento y sus consecuencias. En estos versículos Pablo hace hincapié en el conjunto del cuarto argumento. Este complicado pasaje puede parafrasearse (obsérvese en el texto sin parafrasear la mezcla aparente de frases que afectan a judíos y gentiles; pero Pablo hace una distinción: cuando emplea la primera persona del plural, somos, se refiere a judíos y paganos; cuando usa la segunda persona, sois, se refiere solo a los gentiles) del modo siguiente: 23 «Antes de que llegara la fe en el Mesías, estábamos custodiados bajo la Ley. A saber, los judíos por la ley de Moisés completa, y los paganos por una parte de esa Ley que es la ley natural (Decálogo), a la espera de la fe que iba a revelarse. 24De modo que la ley de Moisés fue nuestro pedagogo hacia el Mesías para judíos y gentiles por igual, aunque cada uno a su manera, para que consigamos la justificación por medio de la fe en él. 25 Pero una vez llegada la época de la fe en el Mesías, no estamos ya bajo el pedagogo, es decir, bajo la Ley entendida antes de la venida del Mesías: ni los judíos estarán bajo la antigua ley de Moisés, ya que la entenderán de otro modo; ni los gentiles, porque no estarán obligados a cumplir la ley de Moisés entera. 26 Pues todos son hijos de Dios por la fe en el Mesías, Jesús; los gentiles por filiación adoptiva; los judíos por la filiación natural. 27 Pues cuantos hemos sido bautizados en el Mesías, tanto gentiles como judíos (1 Tes 2,38), nos hemos revestido del Mesías, hemos muerto y resucitado con él. 28 En este aspecto, no en el social o político, ya no hay judío ni griego, ni siervo ni libre, ni hombre ni mujer, pues todos somos uno en el Mesías, Jesús, para la salvación.29 Y si los gentiles son del Mesías, ciertamente son descendencia adoptiva de Abrahán, pero al fin y al cabo herederos también según la Promesa».

23 custodiados por la Ley: hay un antes y un después del Mesías. Para Pablo, sin embargo, la ley de Moisés no queda eliminada por el Mesías, sino que adquiere con él un nuevo aspecto: pasa de «ley escrita en la piedra» a «ley escrita en el corazón y el espíritu», y su observancia se hace de otra manera. Por tanto sobra ya el modo antiguo de considerar la Ley, y lo que vale es la nueva interpretación del Mesías (2 Cor 3,4-18). Entonces el verdadero pedagogo es el Mesías con su «ley del amor» (1 Cor 13,4-8).

28 No hay ya judío... Jesús: es esta una frase célebre, pero que no debe entenderse como la proclama de una equiparación social al modo moderno, sino como la expresión de una igualdad religiosa «en el Mesías», en el terreno de la salvación.

4 1 Y digo que durante el tiempo en el que el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, aunque es dueño de todo; 2 sino que está bajo tutores y administradores hasta el momento predeterminado por el padre. 3 De igual manera también nosotros, cuando éramos menores de edad, estábamos esclavizados bajo los elementos del mundo.

4 Pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, 5 para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley, y para que recibiéramos la filiación. 6 Y porque sois hijos, Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! 7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios.

8 Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que no son dioses por naturaleza. 9 Pero, ahora que ya conocéis a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis de nuevo a esos elementos sin fuerza ni valor, a los que de nuevo queréis servir? 10 Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años. 11 Me hacéis temer que hayan sido en vano todos mis esfuerzos por vosotros.

1-11 En el quinto argumento Pablo se está refiriendo simultáneamente a judíos y a los gentiles conversos, y a la vez a dos épocas: antes y después de la llegada del Mesías. En cada uno de esos momentos cada grupo está sometido a una ley distinta. Los vv. 1-3 se refieren a la época premesiánica: a) Israel es el heredero natural de las promesas de Abrahán y está bajo la Ley. Pero es como un menor de edad hasta la venida del Mesías. Los tutores y administradores (v. 2) son las diversas disposiciones de la Ley que el niño/heredero, Israel, no entiende bien del todo. b) Los gentiles no son aún herederos, pues están subyugados como esclavos a los elementos del mundo. Estos son los falsos dioses —cuyo rey es Satanás (2 Cor 12,7)— encargados del gobierno del mundo en general. El «nosotros» se refiere a los gentiles, luego conversos, entre los que Pablo vuelve a incluirse retóricamente. Viene a decir: del mismo modo que Israel estaba bajo una ley, los gentiles no conversos están también bajo la «ley» de los elementos del mundo.

4-5 envió Dios a su Hijo: sobre cómo ha de entenderse este Hijo, véase nota a 1 Tes 1,10; el trasfondo de esta filiación son las especulaciones judías helenísticas sobre la Sabiduría divina enviada a la tierra. Los vv. 4-11 se refieren ya a la época mesiánica. Casi todo lo que en ellos se dice afecta fundamentalmente a los gentiles, pero también a Israel, mencionado en los vv. 4.5. a) Israel: el Mesías surge de Israel, porque Dios lo envía al mundo en el ámbito del pueblo elegido. Tiene la misión de hacer que el heredero pase de menor a mayor de edad. Este paso se describe osadamente como un «rescate de la Ley» que debe entenderse a la luz, como en otras ocasiones, de lo que Pablo dice más claramente de las dos alianzas en 2 Cor 3,4-18: Israel es «rescatado» porque pasa de una ley entendida al modo de la antigua alianza, una ley escrita «en piedra» y ley de la «letra», a ley escrita «en los corazones» y ley espiritual o del Mesías (Gal 6,2), «nueva» alianza. b) Gentiles: el v. 5b indica que los gentiles conversos son liberados de la esclavitud de la idolatría. Además, reciben la filiación adoptiva de Dios como herederos adoptivos (5c «Para que recibiéramos la filiación adoptiva»), por pertenecer al Mesías (3,16). Los israelitas, que ya tienen esta filiación, natural, la conservan reforzada.

5-6 filiación adoptiva (gr. hyiothesía: literalmente «hacer/constituir a uno hijo»): es un término técnico jurídico, que aparece muy a menudo en las inscripciones para designar la adopción. Aunque sea adoptiva, no por eso es menos real. Una muestra de ello es la recepción del Espíritu del Hijo-Mesías que hace que también los gentiles puedan invocar a Dios como Padre, Abbá. Véase la nota a Rm 8,15.

8-11 Estos versículos se refieren casi exclusivamente a los paganocristianos gálatas amenazados por los misioneros intrusos, judaizantes. Si los gálatas aceptan su idea de que, para salvarse, han de hacerse plenamente judíos, circuncidándose, etc., se verán esclavizados de nuevo como antes de hacerse creyentes en el Mesías. Pero esta vez no se esclavizan a los elementos del mundo (dioses falsos), sino a los preceptos «carnales», no espirituales, de la ley de Moisés («observando los días, los meses, las estaciones, los años», es decir, las fiestas y costumbres judías, que no les afectan). Pablo establece una suerte de analogía entre los espíritus —los ángeles que otorgaron a los judíos la ley del Sinaí, y los elementos del mundo o dioses falsos— y la observancia de la ley de Moisés. Pablo daría a entender a los gálatas: «Sería una estupidez liberarse de un culto a los elementos del mundo/espíritus/dioses falsos, para «rendir culto» según una ley dictada por otros espíritus, los ángeles que mediaron la ley mosaica». Ese culto «angélico» se refleja en la observancia de aquellos preceptos de la Ley, como fiestas judías, circuncisión, etc., a los que ellos, nacidos como gentiles, no están obligados.

12 Haceos como yo, puesto que yo me hice también como vosotros; os lo suplico. En nada me habéis ofendido. 13 Ahora bien, sabéis que por una debilidad de la carne os evangelicé por primera vez; 14 y no despreciasteis ni rechazasteis la tentación en mi carne, sino que como a un ángel de Dios me recibisteis, como el Mesías, Jesús.

15 ¿Dónde están ahora vuestros parabienes? Doy testimonio de que, si hubiese sido posible, arrancándoos los ojos, me los habríais dado. 16 De modo que ¿me he vuelto ahora enemigo vuestro diciéndoos la verdad? 17 El celo que esos muestran por vosotros no es bueno, sino que quieren aislaros de mí para que os mostréis celosos de ellos. 18 Pues está bien mostrar celo para el bien, y no solo cuando estoy entre vosotros. 19 ¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta que el Mesías tome forma en vosotros. 20 Quisiera hallarme entre vosotros ahora para modular mi voz, pues me siento perplejo con vosotros.

12-20 Entre el quinto argumento y el sexto Pablo interrumpe su razonamiento sobre la Escritura e introduce evocaciones personales muy intensas, como declaraciones de gran amor y afecto, con la intención de convencer a los gálatas, por medio de razones del corazón, para que vuelvan al redil de su evangelio. Pablo rememora el enorme cariño con el que los gálatas lo rodearon cuando estuvo con ellos. ¿Cómo pueden ahora considerarlo su enemigo, como si les hubiera predicado falsamente al Mesías?

12 Haceos como yo... suplico: no se trata de una imitación en el ámbito moral, sino de mero comportamiento social. Probablemente hay que entender: «Poneos en mi pellejo, como yo me puse en el vuestro». Por eso les dice que él no se siente ofendido. Y ellos tampoco deben estarlo con su reprimenda.

13 debilidad de la carne: quiere decir Pablo que no tenía intención de detenerse entre los gálatas, sino que lo hizo debido a una enfermedad. No dice cuál; pero luego menciona que los gálatas se arrancarían los ojos para dárselos, lo que podría apuntar a una grave infección ocular.

15 vuestros parabienes: literalmente «bienaventuranzas» o técnicamente «macarismos» (del gr. makários: «feliz)»; parabienes que daban los gálatas a Pablo por haberlos evangelizado, o bien los que se otorgaban a sí mismos por haber recibido el evangelio.

17 por vosotros... para que os mostréis celosos de ellos: el vocabulario empleado en torno a los celos (véase Rm 11,14) puede quizás indicar que quienes trataban de obligar a los gálatas a observar la ley judía completa eran en realidad prosélitos, es decir, antiguos gentiles ya convertidos al judaísmo al circuncidarse. Al apartar a los gálatas de las enseñanzas de Pablo, buscaban que ellos sintieran celos de la condición que como prosélitos habían alcanzado. Entendían que se habían asegurado la salvación al máximo nivel al hacerse miembros plenos del pueblo elegido; y, de ese modo, intentaban persuadir a los gálatas a que los imitaran, circuncidándose también ellos. Esta interpretación es sugerente, pero no puede probarse.

19 dolores de parto: véase 1 Tes 2,7 donde Pablo se compara a una madre nutricia que cuida con cariño de sus hijos. el Mesías tome forma en vosotros: el Mesías es la libertad (4,7); mientras los gálatas no vuelvan a la ley del Mesías, serán esclavos de los «elementos del mundo» (4,3), de los ángeles (3,19): no se habrán conformado aún totalmente en el espíritu del Mesías.

21 Decidme los que queréis estar bajo la Ley: ¿No escucháis la Ley? 22 Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. 23 Pero el de la esclava nació según la carne; el de la libre, en virtud de la Promesa. 24 Pero eso es una alegoría: estas mujeres son dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, que engendra para la esclavitud, es Agar, 25 pues el monte Sinaí está en Arabia y corresponde a la Jerusalén actual, pues es esclava lo mismo que sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; esa es nuestra madre, 27 pues está escrito: «Regocíjate, estéril, la que no pares; rompe en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto, porque más son los hijos de la abandonada que los de la que tiene marido».

28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la Promesa. 29 Pero, como entonces el nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así también ahora. 30 Pero ¿qué dice la Escritura? «Despide a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava juntamente con el hijo de la libre». 31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

21-31 El sexto argumento es repetición en parte del tercero: los que viven en el Mesías son verdaderos descendientes de Abrahán. Pablo lo demuestra con una interpretación alegórica de los capítulos 16, 17 y 21,9 (v. 30) del Génesis. Los seguidores del Mesías son los hijos de Sara, esposa legal del patriarca; los que intentan imponerles la Ley son hijos de Agar, esclava y concubina. En defensa de su argumento, Pablo utiliza (v. 27) una cita de Is 54,1 donde el profeta sostiene que el pueblo elegido, si es fiel, heredará la tierra de todas las naciones. Alegóricamente significaría, según Pablo, que los gentiles creyentes en el Mesías se incorporarán al resto de un Israel creyente como hijos adoptivos de Abrahán a través de Isaac. Y con esta incorporación Israel heredará todas las naciones. Los nuevos creyentes pertenecen ya a la Jerusalén celestial del futuro. Por otro lado, los judíos no creyentes en el Mesías se convierten en el hijo de Agar, Ismael, cuya descendencia no heredará la tierra de las naciones. Los creyentes están en una «nueva» alianza, celeste, definitiva hasta el final de los tiempos, la del Mesías; los segundos, no creyentes, se mantienen en la alianza «antigua», pues aún no han admitido que Dios les renueve el corazón al creer en el Mesías. Esa alianza nueva será denominada por Pablo en 6,15 y 2 Cor 5,17 «nueva creación». Sin duda, Pablo utiliza aquí un lenguaje hiperbólico. Es llamativo que haga de Agar, la esclava, un símbolo del Sinaí, donde Dios otorgó la Ley. Y también es sorprendente que Sara no sea la Jerusalén actual, sino la celeste. Pero no debemos pasar por alto el carácter circunstancial de los argumentos: Pablo exagera retóricamente ante los gálatas para defender su doctrina de que los gentiles no tienen por qué cumplir toda la Ley.

29 perseguía: se observa aquí un cambio de Pablo respecto al texto de Gn 21,9 donde se dice que Sara vio al hijo de Agar jugando con Isaac, no persiguiéndolo. Pero Pablo conoce la tradición judía del momento que interpretaba el juego como una persecución.

5 1 El Mesías nos liberó para la libertad. Manteneos, pues, firmes y no os sujetéis de nuevo al yugo de la esclavitud.

2 ¡Mirad!: soy yo, Pablo, quien os lo dice: si os circuncidáis, el Mesías no os aprovechará nada. 3 Testifico a todo hombre que se circuncida que está obligado a cumplir toda la Ley. 4 Habéis roto con el Mesías todos cuantos buscáis la justificación en la Ley; os habéis separado de la gracia. 5 Pues nosotros, por el Espíritu, esperamos desde la fe la esperanza de la justificación, 6 porque en el Mesías, Jesús, ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que actúa por el amor.

7 Corríais bien; ¿quién os cortó el paso para no obedecer a la verdad? 8 Tal persuasión no proviene de aquel que os llama. 9 Un poco de levadura fermenta toda la masa. 10 Respecto a vosotros confío en el Señor que no pensaréis de otra manera; pero el que os está turbando cargará con su condena, sea quien fuere. 11 En cuanto a mí, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué soy perseguido todavía? ¡Se acabó, pues, el escándalo de la cruz! 12 ¡Ojalá se mutilaran del todo los que os perturban!

2-12 Concluidos los seis argumentos con los que Pablo defiende su interpretación de la justificación/absolución del ser humano por medio de razones sacadas de la Escritura, la carta continúa con una sección fundamentalmente exhortativa que insiste una y otra vez en la libertad y los bienes que trae el Mesías. Es importante la idea de que la fe obliga a tener una ley que abarca y resume todas las obligaciones, la ley del amor.

2-3 si os circuncidáis: estos versículos insisten en una antinomia, solo válida para los gentiles: «Con el Mesías, libertad respecto a ley mosaica específica y temporal; sin él, esclavitud».

3 Pablo indica que todo circuncidado, por tanto él mismo y los otros judíos creyentes en el Mesías, siguen estando obligados a cumplir la Ley completa. No es posible que haga esa afirmación quien —supuestamente— ha roto con el judaísmo.

4 justificación... gracia: Pablo contrapone la justificación de los gentiles por la mera gracia a la concepción presuntamente judía que liga mecánicamente la absolución divina a la mera observancia de la ley mosaica. Pero esta oposición es retórica y aparente: va dirigida a los gentiles conversos para convencerlos de que es inútil que se hagan judíos: Dios les ha concedido la gracia de salvarse en cuanto gentiles. Pero nada afirma de los judíos, que son otro pueblo, y de su necesidad de observar la Ley y mantenerse dentro de la Alianza.

5 nosotros... desde la fe...: Pablo asume de nuevo la personalidad de los gentiles de Galacia: la esperanza de obtener la salvación se genera desde la fe en el Mesías, impulsada por el Espíritu y que conduce a observar la ley de ese mismo Mesías. Véase Flp 3,3. por el Espíritu: es decir, guiados por el impulso del Espíritu.

6 Cuando Pablo afirma que ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor quiere decir que lo importante es la fe en el Mesías. Por tanto, el judío, circuncidado, ha de seguir cumpliendo las obligaciones de su estado (1 Cor 7,17). Y el incircunciso no tiene sobre sí —para cumplirla— la ley específica y propia solo de los judíos, pero sí la ley del amor (1 Cor 13,4-8). Tras la venida del Mesías, las distinciones étnicas no son lo esencial: sigue existiendo el dualismo pueblo elegido/numerosos pueblos, aunque cristológicamente, es decir, en cuanto a la vida en el Mesías, sean iguales respecto a la salvación.

7 cortó el paso (gr. enékopsen, de kópto, «cortar», «mutilar»). ¿Alusión irónica? Probablemente sí: juego de palabras referido a la innecesaria circuncisión para los gentiles. no obedecer a la verdad: la interpretación del Mesías por parte de Pablo, es decir, su evangelio, es el único; no hay otro (1,6-8).

10 os están turbando: naturalmente, son los adversarios que predican «otro evangelio» que conduce a la esclavitud.

11 si aún predico la circuncisión, ¿por qué soy perseguido todavía?: únase al sentido del v. 6. Parafraseando, Pablo dice lo siguiente: «¿Por qué continúan persiguiéndome los judíos y los judaizantes a causa de mi evangelio de la no circuncisión para los gentiles, si yo en realidad sigo predicando la circuncisión carnal como obligatoria aún, y por siempre, para los judíos que aceptan al Mesías (y también para sus hijos), y la circuncisión espiritual (el acto de fe) para los gentiles que creen en el Mesías?». Relacionado con esta noción está el sintagma «el Israel de Dios» (6,16), que es el interior, espiritual, compuesto de judíos que se circuncidan exteriormente, pero que aceptan que la verdadera circuncisión es interior, y por gentiles que entran de lleno en la Alianza, porque están circuncidados interiormente, espiritualmente, no según la letra, sino según el Espíritu (2 Cor 3,4-18) y que han recibido la filiación adoptiva. escándalo: es esta la primera vez que aparece este vocablo en el Nuevo Testamento. Es muy raro en la literatura griega profana, pero frecuente en los Setenta, donde traduce dos términos hebreos, moqesh y miqshol. El significado básico de estas palabras es «trampa» (1 Mac 5,4), «lazo» (Jos 23,23), probablemente la parte con la que tropezaba el animal y se activaba la trampa. Es también obstáculo que sirve de tropiezo (Lv 19,14: a un ciego) e incitación al mal (Sb 14,11). El verbo correspondiente es skandalízein, que significa en los Setenta «servir de tropiezo, o seducción que hace caer en la desgracia o en lo malo» (Ml 2,8). También tiene el significado de «incitación, casi causal, al pecado» (Salmos de Salomón 16,7; Rev 2,14, pero aludiendo al vocabulario de la Biblia hebrea, Nm 31,16). Pablo utiliza el vocablo dándole a veces un significado un tanto peculiar: el «escándalo de la cruz» es el efecto de «indignación» provocado por la muerte en cruz que incita a rechazarla, por considerarla negativa, irracional o inadmisible; igualmente en 1 Cor 1,23 (un significado parecido se halla en textos en los que Jesús es «piedra de escándalo»: Mt 11,6; Jn 6,61; 1 Pe 2,8). En Rm 14,13 skándalon hace pareja con el gr. próskomma: «tropiezo», es decir, actuar de modo que incite al hermano a hacer algo malo; en Rm 16,17 podría traducirse como acto que sirva de tropiezo o de apartamiento de la doctrina recibida (igualmente en 2 Cor 6,3). En los evangelios, el primer caso es el de Mt 13,41, donde aparece skándalon sin especificación alguna, por lo que es difícil de traducir, pues puede referirse a cosas, o bien a personas, pero ciertamente con el significado de hacer algo que impida a otros entrar en el Reino.

12 ¡Ojalá se mutilaran...!: la negación por parte de Pablo de la necesidad de la circuncisión para los conversos desde el paganismo llega hasta el sarcasmo insultante: «¡Ojalá se castren (o se corten del todo el pene, no solo el prepucio al circuncidarse) los que os alborotan...!». Con ello quedarían excluidos del culto en el templo de Jerusalén. En Rm Pablo se mostrará bastante más suave.

13 Vosotros, pues, habéis sido llamados a la libertad, hermanos; solo que no toméis esa libertad como impulso para la carne; antes al contrario, sed esclavos por amor los unos de los otros. 14 Pues toda la Ley alcanza su plenitud en el precepto «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». 15 Pero si os mordéis y os devoráis unos a otros, ¡mirad, no sea que mutuamente os destruyáis!

16 Pero os digo: caminad en el espíritu, y no cumpláis los deseos de la carne. 17 Pues la carne desea contra el espíritu; y el espíritu, contra la carne, pues son estos adversarios entre sí para que no hagáis lo que queráis. 18 Pero, si sois conducidos por el espíritu, no estáis bajo la Ley. 19 Pero las obras de la carne son conocidas. Son las siguientes: fornicación, impureza, lujuria, 20 idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, sectarismos, 21 envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes; y os prevengo, como ya os previne, que quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios.

13-21 Pablo sale al paso probablemente de un nuevo argumento de sus adversarios: «La pretendida libertad del Mesías lleva al libertinaje». Es posible que algunos pensaran así porque la predicación paulina generaba una religiosidad en la que se daban toda suerte de fenómenos espirituales, por lo que los impulsados por el Espíritu podían llegar a creer que su espíritu era lo único importante y que estaba por encima de la carne (el cuerpo). Eso conduciría a una separación tal del cuerpo y del espíritu que esa libertad llevaría a poder hacer del cuerpo lo que quisieran —por ejemplo, un pecado objetivo como unirse carnalmente a prostitutas— sin que el espíritu se viera afectado. En 1 Cor 6,12-20 se ve que esto podría ser así. El argumento paulino en contra era: los gálatas son espirituales (6,1); por ello han de poner en práctica los frutos del espíritu. Afirmar que se es del espíritu, pero practicar las obras de la carne y de la concupiscencia (5,17-21), abandonando las obligaciones de la «ley del amor mutuo» (5,14), es una contradicción. Quien vive en esa duplicidad —ser espiritual y a la vez caer en pecados de la carne— no heredará el reino de Dios (5,21). La libertad que proclama Pablo lleva a la «esclavitud» del amor.

14 toda la Ley alcanza su plenitud: la ley del amor o del Mesías lleva la Ley a su plenitud (Lv 19,18). en el precepto (gr. en hení lógoi): subyace probablemente en este sintagma el doble significado del hebreo, dabar, que puede significar tanto «palabra» como «precepto».

16 en el espíritu... carne: se trata del espíritu humano. Se muestra de nuevo la evidente dualidad paulina entre dos planos, el carnal (el ser humano reducido a su dimensión terrena, material, aparatado del espíritu) y el espiritual (que participa de lo divino). deseos de la carne: literalmente «concupiscencia»; a partir de esta expresión, la tradición latina, y española, acuñó la frase «concupiscencia de la carne».

22 Por el contrario, el fruto del espíritu es amor, alegría, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay Ley. 24 Y los que son de Jesús, el Mesías, han crucificado la carne con sus pasiones y sus concupiscencias. 25 Si vivimos según el espíritu, caminemos también según el espíritu. 26 No nos tornemos deseosos de la gloria vana provocándonos unos a otros y envidiándonos mutuamente.

19-23 Para explicitar la idea del contraste entre «espíritu» y «carne», Pablo recoge elementos de las variadas listas de obligaciones morales transmitidas por la tradición judía, la cual, las había tomado a su vez de la tradición filosófica griega, especialmente de los estoicos (véase aquí). Las listas de virtudes/obras del espíritu, y de vicios/obras de la carne, deben leerse a la luz del trasfondo de la equivalencia «libertad/evangelio de Pablo» = «obras del espíritu». La moral de Pablo admite estos códigos del paganismo, pero no como mera ética práctica, como si tuviera los ojos puestos en el comportamiento en este mundo, sino como una moral orientada hacia la vida en el Mesías en el tiempo mesiánico y ante la inminencia del juicio final. En esa moral incluye Pablo ciertamente el objetivo tradicional judío de una vida piadosa, mesurada, pacífica, llena de obras de misericordia, como una herencia sólida de la literatura sapiencial de su Biblia (Proverbios, Eclesiástico, Salmos), pero la idea del Juicio le otorga una urgencia especial.

23 Contra tales cosas no hay Ley: Pablo piensa probablemente que no se necesita ninguna ley escrita; las obras buenas fluyen del corazón, impulsado por el espíritu del Mesías, donde se alberga la ley eterna y universal ahí grabada (Rm 2,14-15), y la ley del amor (1 Cor 13,4-8). Agustín de Hipona lo expresó atinadamente con su lema: «Ama y haz lo que quieras».

25 Si vivimos según el espíritu: también es posible traducir: «Si vivimos por el espíritu, caminemos también por el espíritu». Pero esta traducción es menos conveniente, pues Pablo cambiaría de repente del espíritu humano al Espíritu divino. Véase 5,16 («Andad en el espíritu») y las menciones al espíritu que siguen a continuación.

6 1 Hermanos, si algún individuo fuere atrapado en algún desliz, vosotros, los espirituales, corregidlo con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo no sea que también tú seas tentado. 2 Portad mutuamente vuestras cargas y así cumpliréis la ley del Mesías. 3 Pues si alguno estima ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo. 4 Examine cada cual su propia obra, y así tendrá solo en sí mismo, y no en otros, motivo para gloriarse, 5 pues cada uno tiene que llevar su propio fardo.

6 Que el catecúmeno haga partícipe en toda suerte de bienes al que lo catequiza en la palabra. 7 No os engañéis: de Dios nadie se burla. Pues lo que el ser humano siembre, eso cosechará; 8 porque el que siembre en su propia carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. 9 No nos cansemos de obrar el bien; pues en el tiempo oportuno cosecharemos si no desfallecemos. 10 Así pues, mientras tenemos ciertamente la oportunidad, obremos el bien a todos, pero especialmente a nuestros domésticos en la fe.

1-10 Pablo desciende al terreno de la práctica comunitaria, pues el individuo se salva dentro del grupo. Tal idea es una especie de residuo de lo que se ha llamado «personalidad corporativa», que tenían los judíos desde antiguo; ella explica, por ejemplo, la noción de que los pecados y sus consecuencias se transmitan de generación en generación, y Dios pueda castigarlos, mucho después de haber sido cometidos.

De nuevo observamos el contraste entre «espíritu» (propio de los que son del Mesías) y «carne» (ámbito de control de Satanás); véase 1 Tes 5,23. Igualmente la oposición entre «ley antigua» (ley de Moisés) y «ley del amor» (la misma ley pero interpretada y activada al máximo en lo esencial por el Mesías). Pablo llega a una máxima general: «Obrad según el espíritu» (lo mejor del ser humano corresponde al Espíritu divino que renueva al humano) y según la «ley del amor».

2 ley del Mesías: es la llamada también «ley del amor», precepto añejo (Lv 19,18), pero revitalizado por el Mesías. La ley del amor es descrita en 1 Cor 13,4-8. En 5,14-18 se ha visto que Pablo sostiene que el amor mutuo es fruto del Espíritu. Y como, para Pablo, la personalidad del grupo es tremendamente importante, la tolerancia, el interés por fomentar el encuentro de unos y otros, la participación en criterios comunes son cuestiones básicas para él. Flp 2,2-4 lo pone de relieve junto con el himno que sigue a continuación (Flp 2,6-11): el Mesías es el supremo ejemplo de abajamiento y renuncia personales y donación de sí mismo, ejemplo que los seguidores del Mesías deben imitar. Al igual que otros rabinos de la época —Hillel, por ejemplo— Pablo defiende que el amor al prójimo es el resumen básico de la ley de Moisés y el compendio de la ley del Mesías (Rm 13, 8-10). El principio de la adaptabilidad de Pablo a todos (1 Cor 9,21) se reduce al amor a los demás.

5 su propio fardo: Pablo distingue entre «cargas» que deben portarse mutuamente (gr. báre) y el «fardo» propio (gr. phortíon), que debe llevar cada uno; pero no precisa la diferencia. Es muy posible que con esto último se refiera a las responsabilidades puramente personales.

10 domésticos en la fe: los hermanos que comparten la pequeña iglesia doméstica de los comienzos son los prójimos más cercanos.

11 Ved con qué letras tan grandes os escribí con mi propia mano. 12 Los que quieren ser bien vistos en la carne, esos os fuerzan a circuncidaros con el único fin de evitar la persecución por la cruz del Mesías.

13 Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan guardan la Ley, sino que desean solo que os circuncidéis para gloriarse en vuestra carne.

14 Y en cuanto a mí... ¡ni se me ocurra gloriarme si no es en la cruz de nuestro señor Jesús, el Mesías, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo! 15 Porque nada es ni la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva creación. 16 Y para todos los que sigan esta norma, paz y misericordia, y para el Israel de Dios.

17 Por lo demás, que nadie me moleste, pues llevo sobre mi cuerpo los estigmas de Jesús.

18 Que la gracia de nuestro señor Jesús, el Mesías sea con vuestro espíritu, hermanos. Amén.

11 con mi propia mano: no era extraño en la Antigüedad que las últimas palabras no fueran del secretario o amanuense, sino del puño y letra del autor. Pablo intenta dulcificar un tanto la dureza de su carta (desear que sus adversarios se castren, por ejemplo, en 5,12) y el improperio anterior («gálatas insensatos» en 3,1-5) con una muestra de afecto.

12 ser bien vistos en carne: sintagma parecido al «gloriarse», como en 2 Cor 12,1ss. evitar la persecución: esta frase, extraña en apariencia, como en 5,11, indica probablemente Pablo que sus adversarios, contra los que de nuevo arremete y que habían extraviado a los gálatas, procedían de Israel. Allí, los seguidores judíos del Mesías (judeocristianos), que seguían guardando la ley de Moisés, sufrían menos ataques o menos persecuciones por parte del judaísmo común, ya que eran judíos observantes a cuyas costumbres añadían tan solo su creencia en el Mesías. Naturalmente los creyentes en Jesús procedentes del paganismo, que no cumplían con todas las exigencias de la Ley (los paulinos), eran mucho peor vistos tanto por los judíos no creyentes como por los judeocristianos. Los nuevos misioneros deseaban, pues, que los gálatas fueran como ellos. El contexto de estas frases nos hace percibir ya cómo una mera interpretación del judaísmo (el judeocristianismo paulino) se va separando del judaísmo común, aun sin pretenderlo, por lo que es atacada por este.

13-17 Pablo acusa a sus adversarios de vanagloria. Luego, toma el vocablo «gloria» como palabra puente y expresa con viveza otro de los puntos fuertes de su teología: es necesario tomar parte místicamente en la crucifixión del Mesías. En contraste con los oponentes, la única gloria de Pablo es participar de la cruz, de su escándalo o paradoja. Se trata de una nueva mesianología: la cruz del Mesías lleva a la resurrección/salvación, o lo que es igual, a la paz y la misericordia de Dios para el Israel que se ha de salvar (v. 16).

13 gloriarse: aquello de lo que los adversarios de Pablo quieren enorgullecerse ante las autoridades judías y judeocristianas es sin duda el haber logrado convencer a los gentiles conversos de la necesidad de la circuncisión para salvarse. Todo ello apunta probablemente a judaizantes, aunque sin poder especificar que sean precisamente prosélitos (véase nota a 4,17).

15 nueva creación: aquí como en 2 Cor 5,17, Pablo atribuye a la obra del Mesías celestial un efecto cósmico, universal.

16 y para el Israel de Dios: véase 5,11. Es difícil saber qué pretendía decir Pablo exactamente con esta frase. Podría ser: a) un concepto contrapuesto al «Israel según la carne» de 1 Cor 10,18; b) la idea de que Pablo y su grupo, más los judeocristianos que creen en el Mesías, son el «verdadero» Israel o, simplemente, la vanguardia del «Israel mesiánico», distinto del Israel increyente del momento. El Israel mesiánico puede denominarse la nueva «familia de Dios en los tiempos finales», compuesta de judíos creyentes y gentiles igualmente creyentes; c) Sería posible que el Israel de Dios expresara simplemente el deseo de Pablo de que finalmente todo Israel aceptará al Mesías (Rm 11,26). En todo caso, parece claro que Pablo no se tenía por el fundador de una religión nueva que fuera el «Israel de Dios». La conjunción «y» con la que comienza la frase puede tener también dos significados: 1. Como aditiva: el Israel de Dios sería un grupo diferente que se añade al Israel ya existente; 2. Como epexegética o explicativa; el Israel de Dios serían los judíos que sigan la norma del v. 15, a saber, que la circuncisión y la incircuncisión no son nada, sino la nueva creación (v. anterior) junto con los gentiles creyentes.

17 estigmas de Jesús: probablemente se refiere a los latigazos que la disciplina sinagogal había propinado a Pablo varias veces en su vida, iguales a los ultrajes al Mesías en su pasión. Pero también podría ser simbólicamente algún acto de acoso por parte de connacionales judíos increyentes como se dice en Hch 14,19.

18 La carta concluye tan drásticamente como se inició: la unión de la frase inmediatamente anterior, Que nadie me moleste..., con el deseo de gracia y paz para sus lectores, es un tanto anómala.

Los libros del Nuevo Testamento

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