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La universalidad del pueblo mesiánico

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Uno de los mensajes centrales de la carta es «la universalidad del pueblo mesiánico», que en tiempos del Mesías está compuesto por judíos y gentiles con iguales derechos a la salvación. Pero debe formularse una matización. Pablo reinterpreta ciertamente el mensaje de Jesús —exclusivamente centrado en Israel, no universalista, pues solo había sido enviado a las «ovejas» del pueblo elegido (Mt 10,6 y 15,24)—, ampliándolo a los gentiles, teóricamente a todos. Pero, al mismo tiempo, para Pablo, el que se salva en verdad es Israel, no la gentilidad en sí, sino solo los representantes de los paganos, en un número que solo Dios sabe, que deben injertarse en el Israel mesiánico para formar una nueva familia de Dios.

Que el número de paganos que se iban a salvar eran teóricamente todos, pero en la práctica solo unos pocos (véase nota a 1 Tes 5,9), y representativos de todas las naciones de la tierra, se deduce con nitidez de la alocada carrera de Pablo de fundar pequeñas comunidades de gentiles de diversas procedencias hasta los «confines de la tierra». Pablo bautizaba a muy pocos y pensaba que tras haber predicado a unos cuantos en el Mediterráneo oriental —comparado con el inmenso número de gentes del Imperio—, ya se había acabado su tarea en aquella zona y que debía ir a misionar a Roma y luego al extremo occidente, Hispania: Rm 15,23.28. Aunque Pablo acentúa, sin duda, la tercera parte de la promesa de Dios a Abrahán («Te he constituido en padre de una muchedumbre de pueblos»: Gn 17,5), tiene la consciencia general propia de los judíos, desde entonces y hasta hoy día, de que lo central de la promesa divina a Abrahán son las dos primeras partes, a saber, pueblo elegido, Israel, muy numeroso y tierra prometida. Por tanto, los gentiles en sí interesaban esencialmente menos a Pablo que Israel, el cual conservaba cierta precedencia («Primero a los judíos, luego a los gentiles»: Rm 1,16 y 9,4-5; la elección divina de Israel y los dones que la acompañan son irrevocables: Rm 11,29). Serán los discípulos de Pablo, judeocristianos al principio, pero luego de extracción pagana en su mayor parte, los que interpretarán el mensaje del maestro tiñéndolo de una universalidad estricta, olvidando la precedencia de Israel.

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