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HILO CONDUCTOR DE LA ACTUAL 1 CORINTIOS

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La acumulación de asuntos y amplificaciones de la carta dan una cierta impresión de desorden. Pero el problema general al que se enfrenta Pablo en esta carta es la existencia de facciones o banderías religiosas entre los corintios. No lo dice expresamente, pero está respondiendo una y otra vez en todo su escrito al problema de la formación de grupos, aunque parezca que habla de este asunto solo al principio de su carta. En los capítulos 1 al 4 Pablo nombra cuatro grupos entre los seguidores de Jesús en Cor: «los que son de Pablo»; «los de Apolo»; «los de Cefas/Pedro»; «los de Cristo» (solo en 1,12). Los «partidos» o grupos parecen denominarse según el personaje que les ha impartido el bautismo: Pablo, Apolo (cf. Hch 18,24ss y 1 Cor 16,12) y Cefas. Estos misioneros son obviamente bien conocidos. Pablo no repite siempre el mismo orden, ni nombra siempre a todos los grupos (en 3,4 omite el partido de Cefas y «los de Cristo»). En realidad, Pablo no da explicación alguna sobre las ideas peculiares de cada una de estas facciones, pero se deducen del examen de la carta en su conjunto y de las respuestas o críticas de Pablo.

Al parecer, el grupo más peligroso de todos era el cuarto, «los de Cristo», formado por un conjunto de seguidores de Jesús probablemente de procedencia pagana, que se creían superiores. Ellos, o quizás Pablo mismo, se autodenominaban «espirituales», porque habían recibido «de Cristo» (por eso son de su «partido») no el bautismo, naturalmente, sino una revelación especial y superior a la de los demás. Pablo no lo acepta, y el núcleo de su respuesta es: esos «espirituales» no son tales, porque no llegan a captar en verdad la importancia absoluta y fundamental de la cruz de Cristo y su significado como sabiduría divina destinada a la salvación. Este núcleo conceptual se trata en profundidad en 2,6-16 (sobre la sabiduría de Dios de la que pueden participar los humanos), y se repite con variaciones y digresiones en otros temas según la cuestión concreta que se esté tratando. Por ello ha de tenerse en cuenta que la respuesta paulina a las ideas de la facción dominante de los seguidores de Jesús en Corinto no se limita a los capítulos 1-4, donde se trata expresamente de los grupos o banderías, sino que se desarrolla y se extiende por toda esta carta, aunque Pablo no hable ya explícitamente de «partidos» a partir del capítulo 5.

El trasfondo de estas disputas de facciones serían ciertas diferencias en el modo de entender la «vida en Cristo», basadas en matices propios de la teología de cada uno de los bautizantes y que sus partidarios aceptaban como suyas. Esto podría ser claro respecto a los seguidores de Pablo y de Pedro. Respecto a las diferencias entre los secuaces de Pablo y de Apolo, debe confesarse que no se sabe nada. Más bien parece que Pablo consideraba amigo suyo a Apolo («Nuestro hermano Apolo»: 16,12), ya que estaba junto a él en Éfeso mientras escribía la carta.

¿Quiénes eran, entonces, «los de Cristo»? No podemos imaginarnos serias diferencias entre los «partidarios de Pablo» y «los de Cristo». Pero, si se trata de que eran superiores por haber recibido revelaciones espirituales, estos «de Cristo» defenderían la ideología de Pablo, aunque acentuada, o desviada, por el efecto de esas supuestas revelaciones. Por ello se creían más de Cristo que los demás y —como dijimos— se autotitulaban quizás perfectos o «espirituales» (gr. pneumatikoí), movidos por el pneuma o espíritu de Cristo. Su ideario religioso tendría un tinte entusiástico (enthousiasmós es el sustantivo griego correspondiente, que puede parafrasearse como «movido por la divinidad que inhabita en un ser humano»): serían partidarios de una religión en la que predominaban rasgos exaltados, fenómenos relacionados con el éxtasis, visiones, profecías, don de lenguas..., trances todos producidos por la infusión del espíritu de Cristo y que les conducirían a un contacto más directo con él, como mesías.

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