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MOTIVO DE LA REDACCIÓN

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El motivo principal fue el impacto en Pablo de un hecho muy doloroso: la comunidad se había dejado seducir por otros predicadores del «evangelio» y se había apartado de las enseñanzas paulinas. De 4,13 se deduce que Pablo había sido el fundador de la comunidad; probablemente había establecido una serie de pequeños grupos o «comunidades domésticas» en el llamado segundo viaje misionero cuando pasó por aquella región, según 1 Tes 16,6. Luego visitó esta «iglesia» una vez más, según se deduce del conjunto de la carta. Hechos habla de esta segunda visita: en su viaje misionero desde Antioquía a Éfeso (en el denominado «tercer viaje»), Pablo marchó a recorrer una tras otra las regiones de Galacia y Frigia para fortalecer a todos los discípulos (18,23). En esta segunda visita Pablo se alegró de que su situación fuera excelente. Pero poco tiempo después llegaron nuevos misioneros que predicaban un mensaje sobre Jesús y la salvación distinto al de Pablo; convencieron a la mayoría de la comunidad de que el núcleo del evangelio paulino —a saber, que los paganos conversos no estaban obligados a cumplir la parte específica y temporal de la ley de Moisés, aunque vigente para los judíos conversos (véase aquí)— era erróneo, por lo que si querían salvarse, tenían que cumplir la ley mosaica completa, es decir, hacerse prosélitos. Debían «judaizar», pues la fe en Jesús como mesías no bastaba para la salvación sin el cumplimiento de la ley completa.

Pablo se enfurece por esta deserción de sus fieles, y escribe argumentos en pro de su evangelio y en contra de las tesis de los judaizantes. Algunas de las razones esgrimidas por Pablo, en defensa de que los gentiles conversos a la fe en el Mesías no están obligados a cumplir la ley completa, son muy atrevidas y aparentemente blasfemas para los oídos de ciertos judíos de la época y, según algunos estudiosos sobre todo en el caso de Gal, para ciertos prosélitos, algunos presumiblemente encargados de supervisar la incorporación a la ley completa y los ritos sinagogales de aquellos «temerosos de Dios» que se habían convertido a la fe en Jesús. El interés principal de la carta es exactamente la defensa, por medio de toda clase de razones, sobre todo las tomadas de la Escritura común, la Biblia judía, de la libertad que respecto a parte de la ley de Moisés tienen los conversos procedentes del paganismo.

Es posible trazar un breve cuadro de conjunto de los rasgos principales que caracterizaban a los adversarios de Pablo en Galacia, de las ideas con las que habían seducido a los gálatas y los habían apartado del verdadero evangelio, por medio del análisis de las respuestas de Pablo a los argumentos de sus contrarios.

1. En el marco de las diversas modalidades de entender la misión de Jesús y su seguimiento, los adversarios de Pablo defendieron una concepción del judeocristianismo diferente a la paulina, y sus ideas debían sonar muy plausibles puesto que obtuvieron un éxito rápido entre los gálatas (1,6).

2. Esos adversarios podrían ser misioneros itinerantes judeocristianos procedentes de Israel en general (Judea y Galilea) o de Jerusalén en particular. Pablo tenía encarnizados adversarios en la capital denominados por él como «falsos hermanos» (2,4). Sus oponentes judeocristianos atacaban a Pablo no solo por su predicación acerca de la exención de la observancia de una parte de la ley de Moisés a los paganos conversos, sino también porque creían —erróneamente— que Pablo defendía que los judíos creyentes en el Mesías ya no tenían que seguir siendo judíos, por ejemplo, que ni siquiera tenían que circuncidar a sus hijos (así en Hch 21,21). Los adversarios insistían en que el evangelio de Pablo no era en verdad «apostólico», ya que no había conocido a Jesús o no había formado parte del grupo de sus «apóstoles». Argumentarían muy probablemente que la doctrina de Pablo sobre Jesús procedía de alguna información meramente humana, del contacto con otros seguidores del Mesías que lo habrían informado erróneamente. Los adversarios sostenían, pues, que la venida del Mesías no cambiaba nada respeto a la Ley y la salvación, por lo que al bautismo cristiano había que sumar la observancia de la circuncisión, las leyes de la pureza ritual más las normas alimentarias (4,10).

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