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Reino de Dios

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La concepción del reino de Dios en 1 Tes 2,12 y en Pablo en general ha de contemplarse en contraste con esa misma noción en Jesús de Nazaret/el Nazoreo (las dos expresiones aparecen en el Nuevo Testamento, pero la segunda es mucho más frecuente; véase nota a Mt 9,1 o a Mt 27,37). Mientras que la proclamación del Reino ocupa una posición central en el mensaje de Jesús no puede decirse lo mismo de Pablo. En este, el sintagma «reino de Dios» solo aparece en ocho ocasiones: 1 Tes 2,12; Gal 5,21; 1 Cor 4,20; 6,9.10; 15,24.50; Rm 4,17. Llama la atención que en Pablo esté ausente la noción común judía de que el reino de Dios tendrá lugar en la tierra de Israel, así como el aspecto material de ese reino. Y lo segundo es que Pablo distingue entre «reino del Mesías» y «reino de Dios» (véase aquí, aquí, aquí). La ausencia de bienes materiales en el reino de Dios según Pablo se aclara fácilmente porque, para él, los bienes carnales no pertenecen a un reino de Dios ultramundano; por ello, la comida y la bebida no son asuntos que afecten a ese reino (Rm 14,17), ni entonces, ni en el futuro. Pablo solo explica con breves pinceladas cómo es el marco escénico de ese acontecimiento final. Hay textos, sin embargo, que dan alguna pista. Aparte de «estar siempre con el Señor» de 4,17 y 5,10, según 2 Cor 5,7-8; Flp 1,23 y otros pasajes, esta vida en el paraíso será: algo muy superior a lo que jamás se haya visto en este mundo (2 Cor 4,18); vivir en una gran luz y gloria (2 Cor 4,17; Rm 8,18); tener la plenitud del conocimiento (1 Cor 13,12); poseer también plenitud del ser completo del hombre, pues el cuerpo participará también de esa vida de ultratumba, solo que espiritualizado (1 Cor 15,44).

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