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LA CONCEPCIÓN DE FONDO DE LA CARTA

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El sentido profundo de esta carta en apariencia sencilla es probablemente adoctrinar a sus lectores confortándolos con una verdad substancial: este mundo se acabará pronto y con ello vendrá la liberación de las penalidades; los justos seguidores del Mesías que hayan muerto resucitarán para la gloria; los que aún estén con vida se unirán enseguida al Mesías en el paraíso, si siguen comportándose como «hijos de la luz». La argumentación paulina es la defensa de la siguiente tesis, implícita, subliminal, no escrita tal cual en la carta: el recuerdo del mensaje y doctrinas recibidas a través de Pablo ayuda a ser fuertes en el duro presente y a consolidar las buenas intenciones para caminar en la necesaria rectitud de corazón el tiempo que aún falta para el final.

Pablo argumentaría así: ved cómo a pesar de las dificultades y las persecuciones he seguido con mi tarea: predicar el evangelio conforme al designio de Dios (1,5ss) y confiando en él (2,2). Y lo he hecho noblemente, no como esos falsos predicadores que abundan entre nosotros (¿filósofos paganos, predicadores de otras religiones, magos y charlatanes?, ¿ciertos adversarios judíos no mesiánicos, o incluso judeocristianos, contrarios al mensaje que él proclama?), que utilizan palabras aduladoras, pero en el fondo no desean más que dinero y gloria humana (2,1-5). Si yo me he comportado así tras tantas persecuciones, igualmente habéis de comportaros vosotros, los tesalonicenses. Os habéis convertido desde los falsos dioses (1,9); habéis tenido dificultades y persecuciones (ya predichas por mí: 3,4), pero debéis seguir viviendo de acuerdo con la llamada y elección de Dios (1,4), consolándoos con la certeza del final inminente del mundo (4,13-17). La necesaria vida en santidad (4,1-12) se fortalecerá con esa idea de que el fin del mundo está cerca y con la esperanza de que la consolación (la venida de Jesús) no tardará.

Los muertos antes del final, cuando venga el Mesías como juez de todos, resucitarán y triunfarán con él. Y los seguidores del Mesías aún en vida, como Pablo, serán elevados hasta las nubes, donde se encontrarán con el Mesías; serán absueltos en el juicio final y después, todos juntos, irán al paraíso. Los hallados pecadores e infieles no participarán del paraíso. Se supone que serán condenados en el Juicio e irán al fuego eterno, o serán quizás aniquilados. Nada expreso dice Pablo. Mientras tanto, como la vida sigue hasta los momentos finales, hay que continuar practicando las normas que él, Pablo, dio durante su visita de fundación (4,2), huyendo del vicio principal, que es la fornicación. Entre otras, vivir como hijos de la luz (5,4-11), es decir, en pureza, en honradez para con los demás, en el amor mutuo, en la paz y el trabajo (4,3-11s). La vida en comunidad tiene también algunas exigencias que han de cumplirse: mostrar respeto a los que presiden la comunidad (5,12), mantener la alegría común, en oración, atentos a los dones del Espíritu (5,17-19).

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