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La presunta impureza de los gentiles conversos
ОглавлениеUna cuestión práctica a la que se enfrenta esta carta, y que constituye el núcleo de una grave disputa entre Pedro y Pablo brevemente descrita en 2,11-14, es determinar si los paganos conversos al Mesías siguen siendo impuros ritualmente porque no se circuncidan. La ecuación en disputa es: «incircuncisión igual a impureza ritual». Pedro la defendía, al menos según Pablo en esta carta, quien se opone a ella radicalmente.
Pedro acostumbraba a comer con los gentiles conversos en Antioquía —el texto da la impresión de que Pedro formaba ya parte de esa comunidad— antes de que llegaran a la ciudad algunos del partido de Jacobo, «el hermano del Señor» (quien precisamente había eliminado de la jefatura del grupo a Pedro y a Juan hijo de Zebedeo). Pero en cuanto llegaron los delegados, dejó de comer con los paganocristianos. Pedro se vio influido al parecer por los recién llegados, que exigían a los judeocristianos que se apartaran, para guardar la pureza ritual, de la comunión de mesa con los gentiles incluso convertidos. Es posible que fuera entonces cuando esos enviados de Jacobo entregaron a los miembros de la comunidad antioquena el decreto mencionado en Hch 15,28. Y para algunos judeocristianos, como los gentiles creyentes no se habían circuncidado y probablemente no seguían estrictamente las normas de ese decreto, seguían siendo impuros.
Este hecho indicaba indirectamente, contra el evangelio de Pablo, que algunos judeocristianos mantenían que seguía habiendo diferencias entre judíos y expaganos en cuanto a la formación de la nueva «familia de Dios» que iba a salvarse enseguida. Y esa diferencia se traduciría en una participación en el futuro reino del Mesías con categoría diferente: superior (judeocristianos) e inferior (paganocristianos). Pablo se horrorizaba con la idea y defendió contra Pedro (y luego contra Bernabé, Gal 2,13) que, de acuerdo con lo expuesto arriba sobre que la Ley cambia en época mesiánica, los gentiles conversos no eran impuros, aunque no se hubiesen circuncidado, sencillamente porque no tenían obligación ninguna de convertirse en judíos (de acuerdo con 1 Cor 7,17-19). La comensalidad escenificaba la puesta en práctica de esta doctrina. Y negar la comensalidad era rechazar el evangelio de Pablo basado en ese principio.