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6.2. Análisis de los catálogos: (a) La Retórica Teodéctea, y la Retórica a Alejandro

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A tenor de los datos que acabamos de analizar, parece, pues, que tanto la concordancia temática como la de las noticias y testimonios históricos abonan la hipótesis de que existe una vinculación estrecha entre algunas partes de los libros I-II de la Retórica y lo que conocemos del curso académico de Aristóteles. No obstante, la localización de dicho curso en los catálogos antiguos —y, consecuentemente, la verificación de su existencia como una obra singular, identificable con una Retórica originaria y reconocible en alguno de los títulos catalogados— constituye un asunto de no fácil discernimiento, en el que interfieren algunas de las cuestiones más debatidas de la crítica aristotélica contemporánea. En particular, tal localización debe enfrentarse a la hipótesis razonada por Diels y vuelta a poner en circulación por Gohlke 181 , según la cual el curso académico ha de relacionarse más bien con la célebre y problemática Retórica Teodéctea , que el catálogo de Diógenes cita, en un solo libro, en el núm. 82 de su lista y que también figura, si bien en tres libros, en el núm. 74 del Anónimo.

Las dificultades de esta obra son bien conocidas. Aristóteles se refiere a ella en Ret . III 9, 1410b2, diciendo: en Theodecteíois , sin precisar más. Y también la menciona el prólogo de la Retórica a Alejandro —que está escrito como si fuese de Aristóteles— bajo la oscura fórmula taîs hyp’emoû téchnais Theodektêi graphísais (1421a38), en la que es imposible determinar si se trata de un Arte escrito «por» o «para» Teodectes. Los comentaristas antiguos, que sin duda parten de estos testimonios, se hallan divididos en sus atribuciones. Valerio Máximo acepta la obra como de Aristóteles y dice que éste, habiendo encargado a Teodectes que publicara un escrito suyo sobre retórica, disgustado luego porque tal escrito apareciese con el nombre de Teodectes, hizo comprender, mediante la cita de su Retórica , que se trataba de una obra suya 182 . El Anonimus Seguerianus y un escoliasta de la Retórica admiten igualmente la autoría aristotélica del escrito 183 . En cambio, Cicerón y Dionisio Halicarnaso lo tienen por obra de Teodectes 184 . Y Quintiliano vacila, atribuyéndolo en un pasaje a Aristóteles y declarándolo incierto en otro 185 .

Fue ante estos confusos testimonios, sobre los que la crítica del s. XIX había permanecido por lo general vacilante, ante los que reaccionó Diels, señalando que debían ponerse en relación con las lecciones del curso académico; de modo que, releyendo a esta luz la fantasiosa anécdota de Valerio, Diels propuso que el texto de dichas lecciones era en realidad la Retórica llamada de Teodectes, quien había sido discípulo de Isócrates y Aristóteles y sucesor de este último al frente de la docencia retórica de la Academia. Según tal hipótesis, pues, cuando Aristóteles abandonó Atenas, Teodectes siguió haciendo uso de las notas dejadas por el Estagirita, que mandó publicar. Pero a su vuelta a Atenas y una vez ya iniciados los cursos de retórica en el Liceo, Aristóteles consideró insuficiente el contenido de aquella obra suya primeriza, salvo por algunas consideraciones acerca de la «composición» de los discursos. Y, por este motivo, escribió una nueva Retórica , sin por ello dejar de remitir en algunos puntos particulares a las doctrinas de su libro de juventud. De este modo, en fin, la Teodéctea constituye la más antigua Retórica de Aristóteles y el precedente inmediato de la que hoy conocemos como tal.

Esta tesis de Diels, a pesar de los esfuerzos reivindicativos de P. Gohlke —del que inmediatamente vamos a ocuparnos—, parece que no puede sostenerse. Como lo hizo notar Solmsen en un trabajo incontestable 186 , el propio título de la obra, sanciona de un modo definitivo la cuestión, puesto que se refiere a ella como una Synagogé , como un compendio o florilegio de la que debió ser la verdadera —y perdida— Retórica de Teodectes, a la que P. Moraux cree poder identificar con el título de una obra, en cuatro libros, que cita un catálogo pétreo del s. II a. C. 187 . Esto supone, ciertamente, que tal Retórica era ya lo suficientemente conocida como para que Aristóteles hiciese un compendio de ella, al lado de las otras Technôn Synagogé que mencionan los catálogos 188 y por los mismos motivos por los que también había escrito estas últimas; o sea, para que sirviese como materia de estudio en el desarrollo de las clases. Lo cual se ajusta muy bien al análisis cronológico llevado a cabo por Berti 189 , que implica que Teodectes había adquirido ya celebridad como rétor en una fecha tan temprana como la del 353, año en que fue invitado a intervenir, junto a los más importantes oradores de la época —Naúcrates, Isócrates y Teopompo— en el concurso para el elogio fúnebre del rey Mausolo.

Si se piensa que Aristóteles no dejó Atenas hasta el 348/7, resulta desde luego muy difícil imaginar al encumbrado Teodectes de ese tiempo, ya sea como un oscuro discípulo ávido de ganarse la fama del mentor ausente, ya sea como un ambiguo maestro proclive a tolerar equívocos sobre la autoría de una obra. Por lo demás, el efecto que produce la referencia de Aristóteles en Ret . III 9 —«en cuanto a los principios de los períodos están todos enumerados en los libros teodécteos»— no permite, en mi opinión, que se le dé ningún otro sentido fuera del que es posible atribuir a una simple cita. Y esto hace pensar que todas las vacilaciones de la crítica antigua han de proceder enteramente de la otra referencia mencionada, la del prólogo de la Retórica a Alejandro , sobre cuyo carácter espúreo (incluso si se admitiese la paternidad aristotélica del resto de la obra) son pocas las dudas que cabe sostener.

La Ret. Teodéctea es, en suma, obra realmente de Teodectes, no siendo la que citan los catálogos sino un resumen o antología de ella, editado por Aristóteles con fines pedagógicos. Ahora bien, en relación con este punto, no menos insostenible que la posición de Diels es la que, sobre un horizonte de perspectivas más amplias, ha defendido P. Gohlke. Según su hipótesis, la obra retórica escrita por Aristóteles durante el período de la Academia comprende: 1.°) la Retórica Teodéctea , identificada por él con el curso de retórica en el mismo sentido y con las mismas argumentaciones que Diels; 2.°) la Retórica a Alejandro , a la que tiene por auténtica; y 3.°) las dos Téchnai a las que me referí más arriba, respectivamente anterior y posterior a la redacción de Tópicos .

De esta complicada reconstrucción de Gohlke, rica en sugerencias, resulta preciso distinguir varios niveles. Desde luego, es inútil reiterar los argumentos que hacen inverosímil la atribución a Aristóteles de la Retórica Teodéctea: Gohlke tampoco añade razones adicionales de peso 190 . Y sobre las dos Téchnai primitivas, que generan una temática particular, nos pronunciaremos más tarde. En cambio, con su opinión favorable a la paternidad aristotélica de la Ret. a Alejandro , Gohlke ha reabierto un viejo problema, sobre el que, por su presunta participación en la génesis de nuestra Retórica , se hace necesario discutir.

Gohlke razona su hipótesis sobre la base de las concordancias que se dan entre ambos escritos. En la Ret. a Alejandro , en efecto, se distinguen (aun si confusamente) los tres géneros oratorios; se da entrada al entimema , por más que con escasa función, juntamente con las gnômai; se citan las písteis; se atiende al estudio de las oratorias política y epidíctica, en vez de exclusivamente a la judicial; y se dispone, en fin, un plan de trabajo que, como en nuestra Retórica , contiene secciones referidas a la argumentación, expresión y composición (pístis, léxis, táxis) de los discursos 191 . Estos son los considerandos podríamos decir que positivos de Gohlke. En cuanto a los negativos , o sea, las no menos evidentes diferencias entre ambas obras, el autor no los ignora tampoco; pero le sirven asimismo de prueba, puesto que hacen constar la inverosimilitud que tendría la atribución tradicional, si ésta no fuese cierta. «¿Cómo —se pregunta Gohlke, ante el peso de las discrepancias— habría podido el falsificador convencer de que esta Retórica a Alejandro había sido escrita por Aristóteles?» 192 .

Sin duda, todos estos argumentos —a los que algunos autores, y entre ellos Tovar, han prestado oídos— pueden parecer plausibles. Pero, en rigor, hay que decir que son escasamente convincentes. En primer lugar, no alteran para nada la sustancia de las razones tradicionales que llevaron a considerar la Ret. a Alejandro como una obra espúrea y a atribuírsela a Anaxímenes de Lámpsaco, retórico y orador discípulo del sofista antiisocrático Zoilo y, no obstante, aproximado después a los círculos de Isócrates 193 . La crítica renacentista (Victorio) e ilustrada (Buhle) fijaron esta autoría basándose en el testimonio de Quintiliano, Inst. Orat . III 4, 9, cuyo resumen de la obra de Anaxímenes concuerda estrictamente con el contenido de nuestra Ret. a Alejandro 194 . Pero una prueba aún más inapelable es la aparición del Papiro de Hibeh (núm. 43 P.), de la 1.a mitad del s. III a. C., que reproduce bajo el nombre de Anaxímenes extensas partes de nuestro escrito 195 . En segundo lugar, la pretendida concordancia entre la Retórica de Aristóteles y la dedicada a Alejandro es menos relevante de lo que propone Gohlke. Como ha analizado M. Fuhrmann 196 en una espléndida monografía, la obra se halla más bien en el contexto de la retórica sofística: la asociación y la antítesis son sus herramientas principales; la exposición se basa todavía más en prescripciones particulares que en un sistema establecido de razonamientos; la persuasión no aparece restringida por ninguna reserva moral; y las subdivisiones temáticas forman parte de una enumeración de recursos (al modo de las Téchnai sofistas) más bien que de una articulación de las materias retóricas. Por último, y en tercer lugar, tampoco los argumentos de Gohlke, que he llamado negativos , resultan verosímiles, por cuanto nunca se ha sostenido que el falsificador fuese el autor de la obra (que en ningún momento da pábulo a la ambigüedad), sino el de la carta pseudoepigráfica que le sirve de prólogo, personaje sin duda diferente y cuya intención de hacer pasar la obra por aristotélica halla una fácil explicación en el clima de apogeo de la monarquía de Alejandro.

Así, pues, mientras datos más perentorios no cambian el punto de vista tradicional, hay que concluir que la Ret. a Alejandro pertenece a Anaxímenes de Lámpsaco; y, en este sentido, que su redacción debe situarse con anterioridad a la obra escrita de Aristóteles, seguramente —como piensa Radermacher, que se basa en una referencia de Dionisio de Halicarnaso sobre Anaxímenes— entre la Téchne de Isócrates y la de Alcidamante 197 . Lo cual no quiere decir, de todas formas, que el interés de la Ret. a Alejandro sea en modo alguno pequeño para establecer la génesis del pensamiento retórico de Aristóteles. Muy por el contrario, tratándose de la única Téchne íntegramente conservada anterior a la de nuestro filósofo, su interés es inmenso, tanto para medir el grado de originalidad de la obra aristotélica, como también para hacerse cargo de las ambiguas relaciones del Estagirita con sus predecesores, a los que sin duda hace objeto de sus reproches, pero no menos, para muchos temas puntuales, fuentes de su inspiración.

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