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10. RETÓRICA Y FILOSOFÍA PRÁCTICA . CONCLUSIÓN

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La composición definitiva de la Retórica —que se nos ha transmitido, con sus adiciones y transformaciones, y ya con los tres libros de que consta— debió tener lugar en los primeros años de la segunda estancia de Aristóteles en Atenas (a partir del 335), coincidiendo con la reanudación de las actividades docentes del filósofo en el seno del Liceo. Es verdad que las referencias cronológicas que contiene nuestra obra, aparte de confusas, no nos llevan más allá del 338. La mención de Diopites, en II 8, 1386al4, propondría una fecha posterior al 340, si se tratase del mismo general a quien Desmóstenes cita todavía como vivo en Filípica III y en Del Quersoneso; pero no hay certidumbre de que se trate de este personaje 326 . Lo mismo hay que decir de la no más que verosímil alusión de II 23, 1399bl2, al discurso pseudodemosténico De los acuerdos con Alejandro (336/35), que Düring tiene por segura; lo cierto es que ni el contenido del discurso concuerda con lo que dice aquí Aristóteles, ni las palabras del escoliasta parecen referirse al pacto con Corinto, sino a un discurso contra Filipo, lo que haría remontar la fecha, como señala Dufour, al 338 327 . Y en cuanto al pasaje de II 23, 1397b31, que se hace eco de la negativa —esta vez bien acreditada— de los tebanos a dejar pasar a Filipo por su territorio, el hecho sucedió bajo el arcontado de Lisimáquides, en el 339/38.

Estas fechas proporcionan únicamente un término post quem , sin que se halle en nuestra obra un solo término ante quem que permita precisarlas 328 . No obstante, las lagunas de la cronología explícita pueden hasta cierto punto reducirse por medio de la comparación entre los escritos de Aristóteles. Las relaciones entre la Retórica y la Ética a Nicómaco son poco concluyentes, puesto que ambas obras se presuponen entre sí. En cambio, las citas y argumentos que hemos estudiado en el anterior epígrafe muestran con claridad que la última redacción de la Retórica es posterior a los Analíticos 329 . Por su parte, el recurso a la «causalidad psicológica», en la forma en que aparece en nuestro texto, se acerca mucho, aunque todavía con inmadurez, al modelo de análisis de la «psicología hilemorfista», con el que, según Nuyens, concluye el itinerario intelectual de Aristóteles 330 . Y si a esto se añade, en fin, lo que antes hemos dicho sobre las seguras relaciones entre nuestra Retórica y las actividades docentes del Liceo (en particular la ya mencionada alusión de II 7, 1385al8, sobre «uno que dio la estera en el Liceo» 331 ), la consecuencia no puede ser sino la que ya he adelantado; esto es, que el texto final de nuestra obra debió concluirlo el filósofo al principio de su segunda estancia ateniense, más o menos entre el 335 y 330.

No hay duda de que Aristóteles se encontró una Atenas distinta de la que él había dejado y de que él mismo debía sentirse también muy diferente. En los últimos años de su permanencia en la Academia, los tiempos habían sido, pese a todas las dificultades, bonancibles. La constitución moderada de Trasibulo, con su vuelta a la moral tradicional y a la legislación «de los padres», había proporcionado una paz duradera en la que las disputas ideológicas adoptaron en todo momento un tono teórico sin agrios compromisos políticos o conmociones sociales. La primera Retórica respondía muy bien a este clima: como sabemos, se trataba de fijar un modelo de paideía que, aun si en el marco de lo plausible y lo contingente, ofreciese la posibilidad de enjuiciar las conductas de los hombres, considerándolas como instancias estables sujetas a calificación moral. Después de Queronea y de las rigurosas condiciones de la alianza con Filipo, la Atenas que encontraba ahora Aristóteles era, en cambio, una ciudad cercada por problemas ingentes, insegura de su propia supervivencia y sometida otra vez a la crispación de las banderías políticas. Era imposible marginarse de esta atmósfera que implicaba al cuerpo social entero. Pero, más aún, tal atmósfera urgía a poner de nuevo el problema de la paideía en el centro de las preocupaciones filosóficas, y ahora en una perspectiva dramática.

Hay que tomar en consideración este estado de cosas para comprender las causas por las que la retórica debió constituir una de las primeras actividades de Aristóteles, nada más fundar el Liceo, y, sobre todo, para hacerse cargo del giro que imprimió a sus planteamientos en el horizonte de la situación ateniense. Este giro preside, en realidad, la definitiva incorporación del modelo de la «causalidad psicológica» y la subsiguiente especialización de la retórica con respecto a la dialéctica. En I 2, 1357al, Aristóteles razona esta especialización diciendo que «la dialéctica concluye sus silogismos a partir de lo que requiere razonamientos y la retórica a partir de lo que se acostumbre a deliberar». Ahora bien, si este punto de vista culmina el proceso por el que, según hemos constatado, la retórica ha ido acomodándose al paradigma de la oratoria deliberativa, por su parte tal proceso no hace más que incidir en el esquema de evolución seguido en general por la filosofía práctica de Aristóteles. El estatuto ontológico que corresponde a la retórica es el de lo meramente posible, sobre el que se asientan los argumentos de la probabilidad. Pero lo posible, el dynatón , es lo que puede ser o no ser o ser de dos o más maneras 332 . De esta región óntica caben conocimientos, verosimilitudes más ciertas que sus contrarias; pero la deliberación introduce además un factor nuevo: el de la intervención sobre las posibilidades, el de su resolución en uno u otro sentido por un acto humano, el de la conversión, en fin, de lo posible en lo agible 333 . Este es el ámbito de la phrónesis , de la sensatez por la que el hombre juicioso guía sus elecciones 334 ; y es tambien el ámbito de la téchnē , de las artes transformadoras, cuando de la acción se pasa a la producción 335 . Uno y otro de estos ámbitos constituyen el universo de la ética y la política. Y de este modo, si la dialéctica, con su recurso a los «razonamientos», conforma el instrumento en general del saber para todas aquellas materias para las que no hay ciencia determinada, la retórica, con su recurso a las «deliberaciones», configura el instrumento particular de análisis para aquellos asuntos en cuyo marco de posibilidad interviene la acción del hombre. La dialéctica es, en suma, un negativo de la ciencia; la retórica, un negativo de la ética y la política. Este es el núcleo del giro que impone Aristóteles a su Retórica y el que guía a su juicio toda la cuestión.

La naturaleza y fines del arte retórico quedan, pues, ahora definitivamente establecidos por Aristóteles. Frente al ideal platónico que pretendía una completa absorción de la vida práctica en los márgenes de su hiperbólico concepto de dialéctica, pero igualmente frente a los sofistas, que disolvían toda norma en un haz de perspectivismos hermenéuticos y voluntarismos éticopolítico, Aristóteles acota un campo de reflexión, sin duda limitado en su valor epistemológico, pero de grandes consecuencias para la vida humana, y en el que, en definitiva, se hace patente la constancia de su fidelidad al programa de la paideía filosófica. Johnstone 336 ha percibido con toda rectitud que el encuadramiento de la persuasión en los parámetros de un paradigma lógico supone una concepción de lo persuasivo como mecanismo de influencia sobre los factores irracionales de la conducta humana. No se trata ya —o no prioritariamente aquí— de hacer posibles juicios morales sobre tipos de conductas definidas de antemano; sin renunciar a esta base, se trata ahora de fundar decisiones prácticas que pueden orientarse en sentidos diversos o incluso tener un resultado contrario al que se pretendía. En esta óptica de intervención , los temas que forman el universo de lo persuasivo (los asuntos de los discursos y los elementos psicológicos de los hombres) quedan organizados en una arquitectura razonable , en la que la misión de la retórica, del lógos convincente, es hacer que transparezca y cobre una dimensión pública el cálculo racional. Y aun si es cierto que no hay modelo lógico que pueda proporcionar conocimientos científicos sobre un horizonte de creencias siempre discutibles, Aristóteles cree, al menos, que, con el que él ofrece, pueden armonizarse las opiniones más dispares en un sistema de referencias comunes, cuyos cánones de discusión permitan mantener los confictos dentro de un espacio de limitada repercusión social. Desde esta perspectiva, la fuerza de la retórica no consiste tanto en el contenido de verdad que posee —una verdad de todos modos inaccesible, puesto que remite a la resolución de posibilidades aún inciertas o aún no consumadas—, cuanto en que solicita el razonamiento como componente de la acción del hombre . Con ello, en fin, y por decirlo con las palabras de Pieretti, Aristóteles ha conferido a la retórica «una fisonomía que no constituya un instrumento peligroso para la estabilidad de la polis» , sino, al contrario, que actúe como un factor de regulación social «privado en sí mismo de cualquier implicación ideológica» 337 .

En el marco de estas consideraciones se comprende bien cuál es el espíritu de esa «retórica vigilada por la filosofía» en que Aristóteles fija sus objetivos investigadores. Pero se comprende además cuánto se ha alejado de este espíritu la tradición posterior dominante de la retórica y cómo pueden, con todo, reintegrarse y concillarse las otras tradiciones perdidas en la historia de la recepción. En realidad, al transferir —relativamente— el método para la selección de enunciados desde los lugares comunes que generan especies persuasivas a las especies que contienen y por ello mismo funcionan como tópicos, Aristóteles mismo ha iniciado el camino que habría de llevar a la retórica a convertirse en un repertorio cada vez más esclerótico de clichés . Pero en Aristóteles esta búsqueda incesante de los materiales y elementos ‘pertinentes’ de la persuasión tiene por objeto hacer posible el control racional de las instancias objetivas y subjetivas por las que los hombres se mueven en la elección de esos actos.

Desligada de su sustancia lógica, la retórica deviene una «reserva» 338 , un almacén de estereotipos: nada puede hacer ya sino juzgar cuáles fórmulas se ajustan y cuáles desatienden esa vasta horma literaria. Entendida como lógica de la decisión, como lógica que permite —aun si sólo dialécticamente— demostrar o refutar la razones particulares por las que actúan los hombres, la retórica se transforma, en cambio, en el órganon obligatorio para todo proyecto de racionalización de la vida pública. Se trata, en rigor, de llevar al plano del convencimiento, al plano de la validez común in quaestionibus civilibus 339 , los motivos por los que, en ausencia de necesidad, se mueve, en todo caso, el sabio 340 . O por decirlo con la bella imagen que Sexto Empírico atribuye a Zenón y según la cual éste, para distinguir la dialéctica de la retórica, «cerró la mano, abriéndola después nuevamente» 341 , se trata de que los modos de la argumentación lógica, que la razón utiliza en la clausura del pensamiento, adopten forma discursiva constituyéndose en patrimonio colectivo de la vida social.

Con esto, en fin, la Retórica de Aristóteles cierra el ciclo de su problemática interna. En su primer modelo, correspondía a la retórica fijar las competencias comunicativas de los argumentos que implican sólo verosimilitud. Al término de su recorrido intelectual, este objetivo sigue siendo el prevalente. Desde un punto de vista, la Retórica es, en efecto, un tratado de lógica, un méthodes sobre los razonamientos sólo probables que implican persuasión. Pero este méthodos no es independiente de una forma concreta de expresión, que no es la propia de la ciencia y que exige, por ello mismo, un estudio particular del lenguaje para el que se requiere una concepción distinta —una ampliación, en realidad— del mero análisis de los conceptos y de sus relaciones. En la medida en que todo este aparato trata de reducir a cánones concretos, parcialmente verificables y, en todo caso, controlables por la razón, las relaciones comunicativas —públicas— entre los hombres, la retórica que concibe Aristóteles deviene una defensa contra el avasallamiento y el dominio de la palabra.

Esto es, sin duda, lo fundamental: la retórica filosófica es un valladar contra el peligro de una retórica puesta al servicio del dominio; pero no sobrepasa, de todos modos, el ámbito y los límites de la retórica misma, de la téchne de la persuasión. Este es el sentido, pues, en que la retórica constituye para Aristóteles un instrumento, un órganon de la filosofía práctica, en cuanto que ésta se aplica a un espacio ontológico que es el fundado por la comunicación humana. Claro que esto quiere decir que Aristóteles no ha concebido otra forma de comunicación que la persuasión . Y, en realidad, ¿la hay?


1 La mención de Jaeger se refiere, como es obvio, a su Atistoreles. Grundlegung einer Geschichte seiner Entwicklung , Berlín, 1923, que generalizaba los resultados de sus Studien zur Entstehungsgeschichte der Metaphysik des Aristoteles , Berlin, 1912. La concepción humanística de la metodología genética quedó fijada en el congreso de Naumburg de 1930 (con la posterior fundación de la revista Die Anti ke), que resultó determinante para su recepción y crítica por el pensamiento hermenéutico: cf. la recensión de Gadamer a la ponencia de J. Stroux, en Gnomon 11 (1935), 612. Pero Gadamer se había ocupado ya del problema desde su «Der aristotelische Protreptikos und die Entwicklungsgesch. Betrachtung der arist. Ethik», Hermes (1928), 138-65.

2 Cf. la Introducción a las Éticas de Aristóteles, trad. de J. Pallí, Madrid, Gredos, 1985, pág. 7.

3 Id ., pág. 8.

4 W. D. Ross, Aristóteles , tr. esp. de D. Pró, Buenos Aires, 1957, pág. 382. (La versión original inglesa es de 1923.)

5 Ibid . Este juicio es, sin duda, ampliamente compartido. Baste como ejemplo el que la introducción general de T. Calvo a los libros de Aristóteles, que publica esta colección de Clásicos griegos, no contiene ninguna referencia —excepto su mera mención— a la Retórica .

6 Cfr. B. MUNTEANO , «Principes et structures rhétoriques», RCL 31 (1957), 388-42. Pero la misma idea, expresada con diferentes metáforas, se halla en muchos otros autores: véanse algunas referencias en H. SCHANZE , comp., Rhetorik , Francfort, 1974, pág. 7. (De esta obra hay una muy deficiente versión española, Buenos Aires, 1976, que no contiene la sección de Bibliografía de la edición original.)

7 CH. PERELMAN - L. OLBRECHTS , Philosophie et rhétorique , París, 1952, pág. 8.

8 Ibid., pág. 9 .

9 Una visión razonada de conjunto puede leerse en la Introducción del volumen colectivo de H. SCHANZE , ya citado, págs. 7-18; así como CH . W. KNEUPPER , «Direction for contemporary Rhetorical Theory», Today’s Speech 22 (1974), 31-38.

10 W. SCHRAMM , comp., Grundsfragen der kommunikationsforschung , Munich, 1970.

11 I. A. RICHARDS , The Philosophy of Rhetoric , Londres, 1936. (Hay varias reediciones: la última, Oxford, 1971.)

12 St. E. TOULMIN , The Uses of Argument , Cambridge, 1958.

13 Cf., por ejemplo, H. W. JOHNSTONE , Philosophy and argument , Nueva York, 1959, o el volumen colectivo de M. NATANSON , Rhetoric and Philosophical Argumentation , Pensilvania, 1965.

14 Véase, especialmente, págs. 49 y ss. de la ed. española, Salamanca, 1977. Pero el problema se halla sistemáticamente razonado en «Rhetorik, Hermeneutik, Ideologiekritik. Metakritische Eröterungen zu Wahrheit und Methode» , en Kleine Schriften , I, Tubinga, 1967, págs. 113-30.

15 P. RICOEUR , La metáfora viva , trad. esp. de A. Neira, Madrid, 1980. El estudio I de esta obra (págs. 17-70) está dedicado a Aristóteles.

16 Me refiero, en particular, de J. HABERMAS , a su idea de una «komumnikative Kompetenz», en Erkenntnis und Interesse , Francfort, 1968; y de APEL , a su «Comunidad de comunicación», en Transformación de la filosofía , trad. esp. A. Cortina, Madrid 1985, págs. 209-249.

17 R. BARTHES ha tratado en varias ocasiones la función del análisis retórico dentro de la crítica textual y social; cf., por ej., «L’analyse rhétorique», en Litterature et Société , Bruselas, 1967, págs. 31-45.

18 A. J. GREIMAS , Sémantique structurale. Recherches de méthode , París, 1966. (Hay versión española, Madrid, Gredos, 1978.)

19 G. GENETTE , «La rhétorique restreinte»; J. DURAND , «Rhétorique du nombre»; y C. BREMOND , «Le rôle de l’influenceur», todos ellos en el número monográfico especial de Communications 16 (1970).

20 J. DUBOIS F. EDELINE - J. M. KLINKENBERG - PH. MINGUET - F. PIRE - H. TRINON , Rhétorique générale , París, 1970. La contribución del grupo al número monográfico de Communications , citado en la nota anterior, es igualmente significativa: «Rhétoriques particulières», págs. 70-125.

21 «Pragmatische Textanalyse», en Literaturwissenschaft. Eine Einführung für Germanisten , Francfort-Berlín-Viena, 1972, págs. 213-340.

22 Op. cit ., pág. 7.

23 R. BARTHES , La antigua retórica , trad. esp. de B. Dorriots, Buenos Aires, 1974, pág. 23. (La versión original francesa es de 1970.)

24 Cf. A. ROSTAGNI , «Aristotele e I’aristotelismo nella storia dell’Estetica antica» (1922), publicado ahora en Scritti Minori , I, Turín, 1955, págs. 163 y ss.

25 DIÓG. LAER ., V 66-68. También ATENEO , 547d se refiere al giro práctico (ético y retórico) que Licón impuso a las enseñanzas peripatéticas.

26 Cf. los comentarios de F. WEHRLI a los fragmentos de Critolao, en Die Schule des Aristoteles. Texte und Kommentar , Stuttgart, 1944-59, X, frs. 5-9.

27 QUINT ., Inst. Orat . II 15. Por error, Quintiliano hace a Critolao maestro de Aristón, en vez de su discípulo, lo que es un argumento a fortiori de la antigüedad de esta lectura de la Retórica .

28 DION. HAL ., De Compositione Verborum , en USENER -RADERMACHER , Dion. Halicar. Opuscula , 1899-1929. Sobre la influencia de Dionisio en el mundo romano, véase E. GAIDA , Die Schlachtenschilderungen in den Ant. Rom. des D. von Halik ., Heildelberg, 1934; y H. HILL ., «Dion, of Halic. and the origins of Rome», Journ. of Roman Studies 51 (1961), 69-93.

29 ALEJ ., In. Top . (WALLIS) 135, 10 y ss.

30 ALEJ ., ibid ., 135, 11, 3-6. Teofrasto, en efecto, hace depender el topos o lugar común del parággelma o «enunciado más común». A partir de ahí concluye que «el parággelma es principio del lugar, de igual modo que el lugar es principio del epicheírema» .

31 Vid. A. PLEBE , «Retorica aristotelica e logica stoica», Rev. Filos . (1959), 391-424. Sobre la dependencia de la retórica lógica de los estoicos con respecto a la Retórica de Aristóteles disponemos ya de una amplia y cuidada bibliografía. En particular, el problema aparece tratado en B. MATES , «Diodorean Implication», The Philos. Rev . 58 (1949), 234-42 y Stoic Logic , Berkeley, 1953; así como en A. VIRIEUX-REMOND , «La logique stoïcienne», Actes du Xème Congrès de Philosophie Amsterdam, 1948.

32 Stoic. Vet. Fragm ., ARNIM I 486. Cf. los testimonios de QUINT ., Inst. Orat . II 15, 34-35; y DIÓG . LAER ., VII 4, 1.

33 Cf. E. BIGNONE , L’Aristotele perduto e la formazione filosofica di Epicuro Bari, 1936, p gs. 97 y ss. La crítica de Filodemo se halla en De Rhelorica (volum. Rhet . II, SUDHAUS) , 48-57.

34 FLIOD ., De Rhet ., 50.

35 Cf. BIGNONE , op. cit., passim , Y CHROUST , «Aristotle’s earliest ‘course of lectures on Rhetoric’», L’antiq. Class . 33 (1964), 59, nota 8. Asimismo: W. WIELAND , «Aristoteles als Rhetoriker und die Exoterischen Schriften», Hermes 86 (1958), 323-46.

36 QUINT ., Inst. Orat . II 15.

37 G. A. KENNEDY , The Art of Persuasion in Greece , Princenton-Nueva York, 1962, págs. 321-30. Para las fuentes de Cicerón es importante el testimonio de las cartas: cf. espec. Ad familiares , I 9, 23. En cuanto a la interpretación política de la retórica, es la postura que defiende el peripatético imaginario Antonio en De Orat . I 85.

38 J. MURPHY , «The Scholastic Condemnation of Rhetoric in the Commentary of Giles de Rome on the Rhetoric of Aristotle», en Arts lib. et Philos. in moy. âge , Montreal, 1969, pág. 839. El recuento de las citas realizado por Murphy es muy ilustrativo: de los 79 pasajes paralelos aducidos por Gil de Roma para aclarar su comentario, 69 pertenecen a la Política y a las Éticas .

39 J. MURPHY , ibid . Por su parte, en «Aristotle’s Rhetoric in the Middle Ages», Quart. Journ. Speech 25 (1966), Murphy extiende sus conclusiones a toda la Edad Media: «en todo caso —escribe el autor—, la historia de la Retórica en la Edad Media indica claramente… que ha ocupado un lugar en la cultura europea, en particular en las áreas de la ética, la moral y la política» (pág. 115).

40 Me refiero a las obras, ya clásicas, de FR. SOLMSEN , Die Entwicklung der arist. Logik und Rhetorik , Berlín, 1924 (en adelante: Entwicklung); y de P. GOHLKE , Die Entstehung der arist. Ethik, Politik, Rhetorik , Ak. Wiss., Viena, 1943 (en adelante: Entstehung) . Mientras que Solmsen estudió la Ret . en el marco de desarrollo de las obras lógicas de Arist., Gohlke hizo lo propio en el contexto de las Éticas y la Política . Por lo demás, las muchas divergencias entre estos dos autores tuvieron, aparte de motivos de mayor peso, una razón que en Alemania siempre es sustantiva; a saber, una razón de escuela: mientras que Solmsen era discípulo de Jaeger, Gohlke lo era del oponente de aquél, H. von Arnim.

41 A. Russo, La filosofia della Retorica di Aristotele , Nápoles, 1962, espec. pág. 82, n. 2, donde fija su posición respecto de la crítica contemporánea: «Todos estos elementos de la Retorica encuentran su forma auténtica… sólo si se los encuadra dentro de un plano fundamentalmente lógico… Este plano es necesariamente también un plano metafísico».

42 Cf. de GRIMALDI Studies in the Philosophy of Aristotle’s Rhetoric , Wiesbaden, 1972 (en adelante: Studies) , así como Aristotle’s Rhetoric 1. A commentary , Nueva York, 1980 (en adelante: Commentary ). De J. SPRUTE , véase Die Enthymementheorie der arist. Rhetorik , Gotinga, 1982; el mismo punto de vista se halla razonado en «Der Zweck der arist. Rhetorik» , en Logik, Ethik, Theorie der Geisteswissenchaften , Hamburgo, 1977, págs. 469-76.

43 Cf. respectivamente (por no citar sino dos trabajos fundamentales), los ya mencionados de R. BARTHES , La Retórica antigua; y P. RICOEUR , La metáfora viva .

44 De ROSTAGNI , cf., principalmente, el artículo ya citado en n. 24, en especial págs. 161-88. La alusión a Croce corresponde a su Estetica , 7.a ed., Bari, 1966, págs. 42-52 y 182 y ss..

45 Sobre THUROT , véase Études sur Aristote. Politique, Dialectique, Rhétorique , París, 1860. La posición de ZELLER , está fijada en Philos. Gr . (ed. de 1962), II 1, págs. 754 y ss.

46 Cf. Ch. L. JOHNSON , «An aristotelian trilogy: Ethic, Rhetoric, Politics and the Search for moral Truth», Phil. Rhet . 13 (1980), 1-24. En cuanto a L. ARNHARDT , véase, Aristotle on political reasoning: An Interpretation of Aristotle’s Rhetoric , Illinois, 1981. Pero la tesis se halla más escueta y enérgicamente expuesta en el artículo «The Rationality of Political Speech. An Interpretation of Ars Rhetoric», Interpretations 9 (1981), 141-54, que resume el libro anterior.

47 Cf. respectivamente, C. VIANO , «Aristotele e la redenzione della retorica», Riv. Fil . 58 (1967), 371-425; y A. PIERETTI , «I quadri socioculturali della Retorica di Aristotele», Prometheus II 5 (1971), 41-101.

48 H. SCHANZE (comp.), Rhetorik , ed. cit., pág. 11.

49 Para la reconstrucción del Grilo los trabajos más importantes siguen siendo los de SOLMSEN , Entwicklung , págs. 196-207; P. THILLET , «Note sur le Gryllos , ouvrage de jeunesse d’Aristote», Rev. phil. Fran, et l’étrang . 82 (1957), 352-54; y E. BERTI , La filosofía del primo Aristolele , Padua, 1968, págs. 159-166. Los fragmentos o testimonios de la obra están recogidos en los Fragmenta selecta de Ross, Oxford, 1955, que sigo en mis citas.

50 JAEGER , Aristoteles , ed. cit., págs. 39-43 y n. 7, ofrece los principales argumentos favorables a esta suposición, que han sido seguidos sin reparos por la mayoría de los críticos. Véase, no obstante, lo que más abajo señalo sobre la relación del Grilo con el Fedro (en especial, n. 67).

51 DIÓG . LAER ., II 55 (ARIST . fr . 1, Ross): «Muchos escribieron encomios y epitafios de Grilo, en parte para congraciarse con su padre».

52 Vid., por ejemplo, PLAT ., Gorg . 462c y 501b-d.

53 Las páginas más vivas sobre el momento histórico y sobre las reacciones de los isocráticos siguen siendo las de JAEGER , Paideia , ed. cit., págs. 861 y ss. Véase también J. KESSLER , Isokrates und die panhellenische Idee , Paderborn, 1911, págs. 9 y ss.; y K. BRINGMANN , Studien zu den politischen Ideen des Isokrates , Gotinga, 1965, págs. 17 y ss.

54 DIÒG . LAER ., II 55: «Hermipo en su Perì Theophrástou dice que también Isócrates había escrito un encomio de Grilo». BERTI (op. cit ., págs. 164-65) piensa con razón que, siendo Isócrates el más notable de los rétores contemporáneos, es imposible que no lo tuviese presente Aristóteles en sus críticas del Grilo .

55 Véase, infra , nuestro epígr. 6.1.

56 En efecto: en el debate sobre la paz del Rey —al que parece que también responde el Menéxeno platónico— Isócrates había tomado partido a favor del predominio de Atenas, de cuya formación de la segunda liga, sin las ambiciones hegemónicas que habían arruinado a la primera, podía esperarse la constitución de un amplio frente panhelénico: el Panegírico , del 380, y el Platense , seguramente compuesto en el 374/73, se hallan dominados por este punto de vista, al que, por otra parte, fijan sus límites cronológicos. Sin embargo, suprimida esta esperanza, no por ello habían cedido los ideales de Isócrates. En el Arquidamo , que con toda probabilidad es del 366, el orador nos sorprende proponiendo esta misión a Esparta. Y en los discursos chipriotas —los Nicocles II y III, respectivamente del 370 y 368, y el Evágoras , en torno al 365/62— dirige sus argumentos al joven rey de Salamina, aliado de Atenas y rival de Persia, en quien cree pueden cumplirse ahora las aspiraciones del panhelenismo. No obstante, si los destinatarios del pensamiento político de Isócrates son variables, haciendo variar con ellos igualmente los modo concretos de la argumentación, el fondo de la doctrina, como señalo en el texto, permanece común. Para las fechas de los discursos que cito, sigo las propuestas de G. MATHIEU , Les idées poliliques d’Isocrate , París, 1925, generalmente admitidas entre los estudiosos de Isócrates.

57 El «elogio oratorio», concebido como un nuevo género literario se halla sobre todo razonado en Evágoras §§ 8-11 y §§ 75-85. Cf. también Viano, «Aristotele e la redenzione della retorica», (cit. en n. 47), pág. 375; y JAEGER , Paideia , pág. 872, que resume perfectamente la cuestión: «el encomio de Isócrates no es ya un simple himno de victoria, sino un elogio de la areté de la figura festejada».

58 Cf. Contra sof . § 20. La crítica de los ideales científicos elaborados por Platón, y a los que Isócrates considera totalmente ajenos a la realidad práctica, se halla también, más drásticamente expresada, en Helen . § 1 y §§ 2-7.

59 Contra sof . § 21. Cf. las consideraciones de JAEGER , Paideia , págs. 849 y ss.

60 Cf. las síntesis de E. MIKKOLA , Isokrates. Seine Anschauungen im Lichte seiner Schriften , Helsinki, 1954, págs. 196 y ss., que fija perfectamente, en mi opinión, los ideales de la paideia isocrática a través de un análisis de este discurso.

61 Compárese Antid . §§ 260-68 y Contra sof . § 1, así como de nuevo todo el prólogo de Helena §§ 1-7.

62 De herencia, en definitiva, sofista. Sobre este bien conocido punto, véase ahora el interesante artículo de R. MULLER , «Sophistique et démocratie», en B. CASSIN (ed.) Positions de la sophistique , París, 1986, págs. 178-193 (esp. pág. 187).

63 PLAT ., Gorg . 463b.

64 SOLMSEN , Entwicklung , págs. 196-98. La tesis aparece en PLAT ., Gorg . 461a.

65 QUINT ., Inst. Orat . II 17, 1 ( = ARIST . fr. 2, Ross) y 14 (=ARIST . fr. 69, Ross).

66 SOLMSEN , Entwicklung , págs. 201-2. En el mismo sentido THILLET , art. cit ., págs. 353-54 y BERTI , op. cit ., pág. 164. Los párrafos de QUINT ., Inst. Orat . II 17, 23 y 30 vuelven a señalar que la retórica no es un arte y que defiende tesis antitéticas, pero ello se justifica ahora en que la retórica carece de fin propio; además, el § 17 niega que tenga un ámbito particular entre los saberes; y el § 22 condena a la retórica por no ser sino mimesis . Todas estas tesis son fácilmente derivables a partir del Fedro .

67 La relación del Grilo con el Fedro fue negada por JAEGER , Paideia , pág. 939 y n. 109 con argumentos poco convincentes, cuya única base reside en una presunta oposición entre el Fedro y el Gorgias que es imposible compartir. Por lo demás, ello implicaría que el Fedro fue escrito con posterioridad al 362, lo que tampoco puede admitirse fácilmente. La influencia del Fedro sobre el Grilo , a partir de las noticias de Quintiliano, es defendida, por el contrario, por SOLMSEN , op. cit ., págs. 205-207, y BERTI , op. cit ., págs. 173-74.

68 Fedr . 263d-e, 264a-b, 270e, 271c.

69 Fedr . 265d-266a. La misma relación razona Polít . 284d.

70 Fedr . 270e: «Está claro que si alguien enseña al otro el arte de los discursos, le mostrará con precisión la realidad de la naturaleza de aquello a lo que éste vaya a aplicar dichos discursos».

71 Platón recoge aquí este concepto de Gorgias, que definía perfectamente los objetivos de la retórica en el sofista de Agrigento y que el filósofo modela ahora conforme a las exigencias de la dialéctica. El térmico psychagogeîn no está acreditado en los fragmentos que conservamos de Gorgias, aunque sí en Isócrates (Orat . II § 49 y Evág . § 10). Por lo demás, los argumentos de K. MRAS , «Platos Phaedrus und die Rhetorik», Wiener Studien (1914), 296-98, en favor de esta atribución gorgiana resultan intachables y han sido generalmente aceptados.

72 Fedr . 258d-259c. De ahí el carácter mimético de la retórica, acreditado antes entre las tesis del Grilo que nos transmite Quintiliano (supra , n. 66). Este punto de vista decide, en cualquier caso, la evolución posterior de Platón sobre la retórica. Así, en Polít . 304c-d, se le asigna el papel de un arte con el que el rey-filósofo guía y hace dócil al pueblo mediante la mythología , Y en Fil . 58c, se le reconoce un carácter práctico, siempre que se subordine a «la facultad de nuestra alma de desear lo verdadero y obrar en todo conforme a ello».

73 Cf. G. W. MOST , «Sophistique et herméneutique», en B. CASSIN , op. cit ., en n. 62, pág. 241.

74 H. KRINGS (ed.), Conceptos fundamentales de filosofía , Barcelona. 1977, art. lenguaje (t. II, pág. 433 s.).

75 Cf. especialmente el fr. 41 (Ross). Sobre la reconstrucción del Eudemo , véase JAEGER , Aristóteles , ed. cit., págs. 52-68; y BERTI , op. cit ., págs. 410-437.

76 Sobre la reconstrucción del Protréptico , en gran parte hecha posible a partir de la obra homónima de Jámblico, cf. I. DÜRING , Aristotle’s Protrepticus. An attempt at reconstruction , Goteborg, 1961. El fr. 13 de la edición de WALZER , Aristotelis dialog, fragmenta , Florencia, 1934, aunque polémico, es muy ilustrativo de la concepción del sabio sostenida por Aristóteles en esta época. Dicho fragmento parece suponer, por otra parte, que Aristóteles aceptaba en el diálogo la teoría de la Ideas, lo que, como veremos más abajo, es importante para fijar la cronología de la evolución del pensamiento retórico aristotélico (cf. infra , epígr. 6.1 y n. 176). Por último, tiene interés consignar que el Protréptico debía efectivamente tener elementos polémicos con la escuela isocrática, si, como parece, provocó la respuesta de esta última contenida en el A Demónico , que algunos atribuyen al propio Isócrates: vid. BIGNONE , L’Aristotele perduto , ed. cit., I, págs. 100 y ss.

77 Cf. para el análisis de los títulos citados, P. MORAUX , Listes , págs. 97 y 103.

78 P. RICOEUR , La metáfora viva , ed. cit., pág. 49.

79 Ret . I, 1, 1354a1: hè rhetorikè éstin antístrophos têi dialektikêi . Véase sobre esta frase, con la que, en efecto, se abre el texto de la Retórica , la n. 1 al L. I de nuestra traducción.

80 Sobre la génesis y heterogénea composición de Tópicos , véase ahora G. SAINATTI , Storia dell’ Organon aristotelico , Florencia, 1973, que generaliza los resultados de las investigaciones de Solmsen y Gohlke. Parece seguro que la totalidad de la obra (con excepción del L. I) fue compuesta por Aristóteles durante el período académico.

81 Cf. P. MORAUX , Listes , pág. 56. El carácter independiente de estos dos libros se reconoce en el título 60 del catálogo de Diógenes.

82 Cf. art. cit ., págs. 381-386, algunas de cuyas ideas sigo a continuación.

83 Tóp . VI 4, 141a26-30.

84 Tóp . VII 3, 153a7-15.

85 Tóp . VI 4, 141a30.

86 Tóp . VI 10, 148al4-22.

87 VIANO , art. cit ., pág. 382. Cf. Tóp . VI 4, 141a31-b2.

88 PLAT ., Sof . 219 ss. Cf., igualmente, las argumentaciones sobre la díada en Polít . 278c y Fil . 16d-6.

89 Cf. P. AUBENQUE , «La dialectique chez Aristote», en L’attualità delta problematica aristotelica , Padua, 1970, pág. 16. Sobre esta relación de grado entre ciencia y dialéctica, véanse también nuestras nn. 32 y 33 al L. I de la traducción.

90 Tóp . VIII 3, 158a31-b4. Este punto de vista aparece confirmado por ALEJANDRO , In. Top . 54, 25 (WALLIES) , quien señala que la dialéctica es esencialmente una búsqueda de enunciados que puedan servir de definición.

91 Tóp . VIII 1, 155b3-16.

92 M. RIEDEL , Metafísica y metapolítica , Buenos Aires, 1976, pág. 40. En el mismo sentido se pronuncia LE BLONDE , Logique et méthode chez Aristote , París, 1973, pág. 15. Para el sentido de «experiencia indirecta» asignado a la dóxa por Aristóteles, cf. Ét. Nic . X 2, 1172b36, así como Ét. Eud . I 6, 1216b27-32.

93 Tóp . I 10, 104a8.

94 Tóp . I 1, 100b23-101a4. Cf. el estudio preliminar de J. BRUNSCHWIG a su edición y traducción de Tópicos , París, 1967, pág. 23, que analiza muy bien las diferencias entre las premisas del silogismo demostrativo, los éndoxa de los razonamientos probables y los enunciados sólo aparentemente verosímiles de la erística .

95 Tóp . I 10, 104a3-8; 11, 104b1-19 y 105a3-9.

96 VIANO , art. cit ., págs. 384-89.

97 J. M. LE BLOND , op. cit ., pág. 53.

98 Cf. Ret . I 1, 1355b8-10 y n. 26 de la traducción.

99 Ref. sof . 34, 183b1-8.

100 AMMONIO , In Arist . De Interpr. Comm ., (ed. de A. BUSSE , Berlín, 1887), 65. En este sentido se explica, así pues, fácilmente la oscura y en apariencia irrelevante distinción de ALEJANDRO , In. Top . 5-7 (WALLIES) , según la cual las recomendaciones del dialéctico tienen lugar en el seno del diálogo mientras que los preceptos de la retórica conciernen al discurso continuo.

101 Art. cit . en n. 73, págs. 437-38.

102 El problema viene, en efecto, de antiguo. Ya Brandis («Über Arist. Rhet . und die griechisch. Ausleger derselben», Philologus 4 (1849), 9) sostuvo que la Retórica era una obra mal estructurada, tal vez una primera versión con muchas correcciones posteriores, que Aristóteles no habría tenido oportunidad de revisar personalmente. En esta interpretación la responsabilidad se hacía recaer sobre el propio Aristóteles; pero el modelo más común de explicación fue el de suponer interpolaciones para cada una de las incongruencias del texto, tarea ésta que emprendieron sistemáticamente tanto L. SPENGEL en su Über die Rhet. des Aristoteles , Munich, 1851 y, sobre todo, en su edición con comentarios, Leipzig, 1867, como VAHLEN , en su «Zur Kritik der arist. Schriften (Poetik und Rhetorik)», Ak. Wien ., Viena, 1862, págs. 12-148. De la suma de estos análisis se desprendieron, como es obvio, visiones de conjunto dominadas por el punto de vista de la fragmentación. Niehbur, por ejemplo, (Römische Geschichte , Berlín, 1873-74, pág. 39, n. 1) aventuró que la Retórica respondía a una obra juvenil de Aristóteles, profundamente alterada y aumentada en la praxis escolar del Peripato. Y aun cuando COPE (An Introduction to Arist. Rhet ., Londres, 1867) rechazó este diagnóstico —basándose en análisis de crítica filosófica, que permitían deshacer muchas de las presuntas contradicciones—, no por ello dejó de señalar cómo algunas dificultades e incumplimientos textuales debían resolverse mediante la apelación a reelaboraciones posteriores. Análogos motivos llevaron a ZELLER (Grieg. Phil ., ed. cit., II, 1, págs. 76-77) a suponer que en realidad la Retórica no fue (según su expresión) publicada nunca y que, puesto que contiene referencias a la Política —una obra comúnmente tenida por incompleta a la muerte de Aristóteles—, su forma actual sólo podía responder a un proceso de revisión y acumulación de nuevos materiales, que habrían llevado a cabo los discípulos. Sobre la base de una recensión más rigurosa de las anotaciones de Spengel y Vahlen, Roemer enunció, en cambio, en el Prólogo de su edición teubneriana (Leipzig, 1818) la hipótesis, en cierto modo revolucionaria, de que el texto trasmitido de la Retórica podría muy bien ser una colocación de dos versiones del original, una extensa y otra resumida, que hubieran sido mezcladas por un anónimo editor anterior a Andrónico. Y FR. MARX (Arist. Rhetorik , Leipzig, 1900), sensible a esta tesis, pero fijando más su atención en los análisis de fondo, supuso que nuestra obra era el producto de un redactor tardío, que habría unificado y desarrollado manuscritos escolares de tres cursos de Aristóteles sobre retórica. Como se ve por estas rápidas indicaciones, el clima que había de dar lugar a los métodos genéticos de Jaeger estaba ya firmemente establecido por obra de la filología alemana en los comienzos del s. xx. Para una reconstrucción de todo el problema, véase P. BRANDES , «The Composition and preservation of Aristotle’s Rhetoric», Speech Monogr . 35 (1968), 482-91.

103 A. KANTELHARDT , De Aristotelis Rhetoricis , Gotinga, tesis, 1911. Reeditado en R. STARK (comp. Rhetorika. Schriften zur aristot. Rhetorik , Olms-Studien, II, Hildesheim, 1968, págs. 36-121 (vid. especialmente, pág. 65 y ss.). La exclusión de las lineas 1354al-10, con las que comienza nuestra Retórica , no fue admitida por Solmsen y, en realidad, como en seguida analizo, conforman más bien la nota que caracteriza a la primera redacción de la Retórica de Aristóteles. Véase, por contraste, lo que señalo en el epígr. 9, espec. n. 306.

104 Fr. SOLMSEN , Entwicklung , así como «Drei Rekonstruktionen zur antiken Rhetorik und Poetik», Hermes (1932), (reed, en STARK , op. cit ., págs. 184-205). Sobre las reconstrucciones genéticas de la Retórica hay un buen estudio académico de conjunto: J. I. HILL , The Genetic Method in Recent Criticism on the Rhetoric of Aristotle , tesis inédita (microf.), Cornell, 1963. Por otra parte, al punto de vista genético adhiere explícitamente el prólogo de A. Tovar a su edición de la Retórica , Madrid, Inst. Estudios Políticos, 1953 (vid. en particular, páginas XXI-XXXII).

105 K. BARWICK , «Die Rhet. ad Alexandrum und Anaximenes, Alkidamas, Isokrates, Aristóteles und die Theodekteia», Philologus 110 (1966), 212-245. Este influyente artículo reformula, y modifica en parte, la tesis ya enunciada por BARWICK en «Die Gliederung der rhetorischen Téchne und die horazische Epist. ad Pisones», Hermes 57 (1922), 1-62 (especialmente, para el caso de Aristóteles, págs. 14-23). En cuanto a los «suplementos» a que se refiere Barwick, son los capítulos consagrados a las pasiones y caracteres (II 1-17), así como los que analizan la composición o taxis de los discursos (III 13-19). Véase sobre esto último infra , n. 120.

106 P. GOHLKE , Entstehung; las páginas dedicadas a la Retórica son las 111-144. La reconstrucción de Gohlke es, en realidad, todavía más compleja y en ella se incluyen consideraciones sobre la autenticidad de la Retórica Teodéctea y de la Retórica a Alejandro , que compondrían un período de la investigación de Aristóteles aun más antiguo que los más antiguos estratos del texto de nuestra Retórica . Volveré sobre este punto infra , en el epígr. 6.3.

107 Tal superación aparece ya constatada como un hecho irreversible en la generalidad de los estudios actuales sobre el estado de la investigación aristotélica. Compárese A. H. CHROUST , «Die ersten dreissig Jahre moderner Aristotelesforschung», (en P. MORAUX , Aristóteles in der neueren Forschung , Darmstadt, 1968, págs. 115-116); P. WILPERT , «Die Lage der Aristotelesforschung», Zeitschr. f. philos. Forsch . 1 (1946), 128-29; y E. BERTI , Aristotele nella critica e negli studi contemporanei Milán, 1957.

108 Cf. I. DÜRING , Aristotle in the ancient biographical tradition , Goteborg, 1957 (en adelante: Ancient tradition) , espec. págs. 258 y s.; y Aristoteles. Darstellung und Interpretation seines Denkens , Heidelberg, 1966 (en adelante: Aristoteles) , págs. 118-182.

109 P. AUBENQUE , La prudence chez Aristote , Paris, 1962, pág. 26.

110 Cf. COPE , op.cit . Pero las virtualidades de este método comprehensivo fueron, sobre todo, verificadas en el ingente Commentary to Rhetorik (completado por J. SANDYS) , Londres, 3 vols., 1877.

111 H. THROM , Die Thesis. Ein Beitrag zu ihrer Entstehung und ihrer Geschichte , Paderborn, 1932.

112 Cf. las obras citadas en n. 42.

113 Esta «recuperación» del Aristóteles sistemático es ahora compartida por muchos críticos recientes. Cf., por ejemplo, las palabras de W. NESTLE , en Historia del espíritu griego (trad. esp. de M. Sacristán, Barcelona, ed. de 1975, pág. 197): «Aristóteles… es el hombre que consuma numerosas ciencias particulares; es también, a la vez, el fundador de otras. Y no ha cumplido esa labor al modo del polyhístor , que acumula sin orden ni concierto una suma de conocimientos particulares, sino que la totalidad del saber constituye en él un organismo cerrado y vertebrado por sus principios metafísicos».

114 Aristóteles , pág. 120. Si Diopites es el general citado por Demóstenes —como Düring afirma—, ello sitúa este pasaje en una fecha no anterior al 310. Véase sobre esto punto infra , epígr. 10, así como la n. 126 al L. II.

114bis volveré sobre este punto en el epígr6.1, a propósito de los testimonios que conservamos sobre el curso académico de Aristóteles. El análisis de tales testimonios manifiesta con toda claridad que nuestras fuentes contienen graves confusiones cronológicas y que bajo el título de curso académico mezclan, en rigor, noticias referidas a los períodos docentes de Aristóteles en la Academia y el Liceo. Véase espec. n. 159.

115 Cf. Ancient Tradition , pág. 259 y Aristóteles , pág. 121. En esta útima obra Düring añade todavía una segunda razón, consistente en señalar que en I 2 y 4 (capítulos generalmente considerados como no antiguos) Aristóteles ejemplifica con los nombres de Calias y Sócrates, lo que, en su opinión, constituye un eco de los dos cuadros que adornaban la entrada a la Academia (Sócrates ofreciendo su mano a Calias, el uno, y Sócrates sentado, el otro). Pero esto es inverificable y muy artificial. Sócrates y Calias, que, en efecto, deben haber sido muchas veces materia de ejemplos en la Academia, aparecen frecuentísimamente citados por Aristóteles a lo largo de su obra: véase, por ej., Met . I 1, 981a8 (Calias) y 3, 983b13 (Sócrates).

116 La polémica con Isócrates, durante los años académicos, muestra, en efecto, que tal género de disputas era una posibilidad bien real, que Aristóteles no podría haber olvidado en los precarios años de la agonía de Atenas.

117 Un ejemplo, en medio de muchos, puede obtenerse del epígrafe que, en su Aristoteles , Düring titula Ohne psychologische Einsicht kein Erfolg , y en el que se refiere a la doble tematización de las pasiones y los caracteres, diciendo: «un orador que sólo argumentara científicamente tendría poco éxito, pues el público no le entendería» (pág. 134). Ahora bien, esta es una cándida manera de interpretar I 1, 55a24-29, cuando lo que Aristóteles contrapone en ese pasaje no es la persuasión lógica a la persuasión psicológica , sino el razonamiento científico al razonamiento dialéctico; y ello en un punto en el que las pruebas psicológicas han sido ya rechazadas unas líneas antes en 54al6-26. Pero todavía añade Düring que «Aristóteles rehabilita ahora aquella epistéme de los sofistas, si bien ciertamente bajo la condición de que el fin sea bueno» (pág. 135). Sin embargo, ¿cuándo es «ahora»?, During se refiere, sin duda, a 52b2-7, donde Aristóteles argumenta con la neutralidad moral de la retórica en un marco claramente platónico. Pero es difícil sostener que ello implique ahora una rehabilitación de la epistéme sofista, a la que estigmatiza el filósofo en ese mismo capítulo sólo unas líneas más abajo, en 55bl8-22. Todas las referencias que he citado se mueven en distancias de no más de diez líneas, de modo que el lector puede sacar sus propias conclusiones.

118 Cf. Ancient tradition , pág. 258.

119 H. THROM , op. cit ., pág. 11. El mismo punto de vista parece compartir, en efecto, M. Dufour en el Prólogo a su edición de la Retórica (París, 1942), puesto que escribe: «no se trata aquí (o sea, en I 1) más que de un preámbulo. El autor no se preocupa en modo alguno de ser completo; por ejemplo, no menciona más que un procedimiento de razonamiento, el entimema…» (pág. 32).

120 Véase nuestra n. 366 al L. III de la traducción. El estricto paralelismo entre estos dos capítulos hace muy difícil aceptar la tesis ya mencionada de K. Barwick (supra , n. 105) sobre la cronología reciente de los capítulos que se refieren a la táxis de los discursos (III 17-19), cuya antigüedad puede probarse, como veremos, por otros varios medios.

121 Como ya mostró H. MAIER , Die Syllogistik des Aristoteles , Tubinga, 1896-1900, II 2, pág. 78 (citado por LE BLOND , op. cit ., pág. 22, n. 2), el término silogismo no es empleado en los libros más antiguos de Tópicos , en los que, para designar el razonamiento, Aristóteles usa los términos anaskeuázein y kataskeuázein . Esto significa que el filósofo emprendió la redacción de su primera Retórica cuando ya había compuesto buena parte de los Tópicos y, sobre todo, cuando ya había reelaborado la dialéctica platónica según el modelo de los silogismos de probabilidad.

122 Cf. GOHLKE , op. cit ., págs. 115-117. Los títulos 48 y 56 del catálogo de Diógenes (ambos Syllogismon I, II) podrían referirse a esta obra perdida, si bien P. MORAUX , Listes , págs. 86-87, quiere ver en tales títulos más un compendio didáctico que un tratado teórico sobre el silogismo. Más convincente me parece relacionar dicha obra con el número 57, Syllogistikón kaì hóroi I, cuya identificación con Tóp . I no parece que pueda sostenerse, pero cuya relación con los temas de este libro de Tópicos muestra, en todo caso, Moraux (págs. 56-57) con toda claridad. Se desprende de aquí la alta verosimilitud de que el citado número 57 de Diógenes sea, en efecto, una fuente común de Tóp . I y de la primera versión de la Retórica .

123 Ret . III 17, 1418a4-6. Esta doble constricción no aparece en Ret . I 2, 1356a34-b10, donde, al contrario, el entimema es requerido como prueba demostrativa en general: «es preciso que toda cuestión sobre una cosa cualquiera se demuestre o bien aportando un silogismo o bien por medio de ejemplos». También la referencia al tiempo pasado (que se repite sin variaciones en un capítulo igualmente antiguo: I 3, 1358bl5) es negada en otros pasajes: cf. I 6, 1362al5 y 8, 1366al8.

124 Compárense los párrafos ya citados 1418a2 y 1356b5.

125 Cf. las nn. 244, 249 y 158 al L. I, así como la 460 al L. II de la traducción. En términos generales, la amplificación (aúxesis) es considerada como prueba específica de la oratoria epidíctica en I 1, I 3 y III 17; como un tópico absolutamente común en I 6 y II 18; y como premisa del entimema en II 26.

126 Véase lo que señalo en la n. 36 al L. I de la traducción.

127 Cf. en particular, «A note on the písteis in Aristotle’s Ret . 1354-56», Amer. Journ. of Philol . 78 (1957), 188-192, así como Studies , ed. cit., pág. 31 y ss., y Commentary , pág. 353. Contra el punto de vista de Grimaldi se han alzado algunas voces, que no han conseguido, me parece, refutar la coherencia de esta reconstrucción del ámbito de la pístis diá toû lógou: vid. las recensiones de SOLMSEN , en Class. Philol . 71 (1976), 174-78 y M. LOSSAU , en Gnomon 48 (1976), 13-18, así como las críticas de J. SPRUTE , Die Enthymementheorie , ed. cit., págs. 60 y ss.

128 Ret . I 1, 1354 a 13-20.

129 Como señala PIERETTI , «I quadri socio-culturali de la Retorica di Aristotele» (art. cit . en n. 47, págs. 53-54), en vez de intentar la conciliación de ambos puntos de vista, debe admitirse desde el principio la existencia de una vacilación fundamental en la Retórica de Aristóteles, probablemente nacida «de la dificultad para hacer prevalecer el punto de vista lógico sobre el psicológico», habida cuenta de «las modalidades características del sujeto humano». P. RICOEUR , La metáfora viva , ed. cit., pág. 53, se expresa en parecidos términos. De todas maneras, veremos más adelante que la apertura a argumentaciones psicológicas a partir de modelos puramente lógicos de persuasión responde a una evolución del pensamiento de Aristóteles, cuyas causas pueden trazarse adecuadamente en el marco de un mismo modelo sistemático.

130 Compárese Ret . I 2, 1356al4-19 (que anuncia el análisis de los afectos de II 1-17) con I 1, 1354al5 ss. (que, en cambio, los excluye sin excepciones). Cf. lo que señalo en la n. 7 al L. I.

131 Ret . III 17, 1418a37-bl2.

132 Ibid ., 1418a12-17. El recurso a las argumentaciones pasionales como remedio a la «incapacidad (asthéneia) del auditorio» está bien acreditado en otros pasajes del L. III: cf. 14, 1414a35-37 y 18, 1419al8. Compárese con 1355a25, 1357a3, 1395b2 y 1404a7.

133 Ret . I 3, 1358a36-37. Como señalo en la n. 73 al L. I, esta reducción de todos los discursos a tres clases (eídē) se basa en criterios pragmáticos (las clases de oyentes), sin que tenga el carácter cerrado e inmodificable que la tradición retórica, especialmente la romana, les ha conferido luego en tanto que génē didaskaliká .

134 Véase la documentada argumentación de A. HELWIG , Untersuchungen zur Theorie der Rhetorik bei Platón und Aristóteles , Gotinga, 1973, págs. 111-177. Cf. igualmente nuestra n. 283 al L. III.

135 Ret. Alej ., § 1. El autor sólo menciona dos géneros (gene): el político (demegorikón) y el judicial (dikanikón); el epidíctico es citado, en cambio, con el término enkomiastikón , como una de las siete especies (eíde) de discursos que desarrollan aquellos géneros.

136 Cf. QUINT ., Inst. Orat . III 4, 1, que es nuestra fuente principal. Véase también G. A. KENNEDY , The Art of Persuasion in Greece , ed. cit., cap. 4. Sobre la sustancia de los tres géneros oratorios sigue siendo inexcusable la consulta de R. VOLKMANN , Die Rhetorik der Griechen und Römer , Leipzig, 1885 (reimpr. Hildesheim, 1963), §§ 3, 30 y 33.

137 SOLMSEN , Entwicklung , pág. 211, n. 3.

138 Con excepción probablemente de las líneas 1359a6-10, que parecen una interpolación del propio Aristóteles para adecuar este capítulo al programa de I 2; cf. GOHLKE , Entstehung , pág. 124, así como la n. 78 al L. I de nuestra traducción.

139 Así he vertido sistemáticamente el término pistéis en mi traducción: véanse las consideraciones de n. 14 al L. I.

140 Entwicklung , pág. 169. Cf. PLAT ., Crátilo , 389ab.

141 Ret . I 2, 1356b33.

142 Ret . I 2, 1358a19.

143 Ret . I 1, 1355a25 ss.: «… el discurso científico es propio de la docencia, lo que es imposible en nuestro caso y más bien se necesita que las pruebas por persuasión (pistéis) y los razonamientos (lógous) se compongan por medio de nociones comunes (diá tôn koinôn)» .

144 Cf. la documentada exposición de W. A. DE PATER , «La fonction du lieu et de l’instrument dans les Topiques», en G. OWENS (ed.), Aristotle on Dialectic. The Topic , Oxford, 1968, págs. 164-88; y Les Topiques d’Aristote et la dialectique platonicienne , Friburgo, 1965, esp. págs. 147-48. Sobre el uso de los lugares comunes en la Retórica , véase también Y. PELLETIER , «Aristote et la découverte oratoire», Laval Theol. Phil . 35-36-37 (1979-81), espec. 37, 49 y ss.

145 La retórica romana redujo, no obstante, tales sedes a una sola de las funciones atribuidas por Aristóteles a los tópoi: la función mnemotécnica (Tóp . VIII 14, 163b29-33); con ello culminaba el proceso de esclerosis que, partiendo del preceptismo peripatético, habría de privar, en definitiva, a la retórica de su carácter de «lógica de la invención».

146 GOHLKE , Entstehung , pág. 134.

147 Art. cit ., 37, 1981, págs. 54 y 65.

148 Cf. las consideraciones de nuestra n. 302 al L. II.

149 El cap. 15, dedicado al análisis de las pruebas no propias del arte, responde claramente a la distinción que introduce I 2 entre pistéis éntechnoi/átechnoi y debe corresponder, en consecuencia, a la reelaboración final de la Retórica que ese cap. I 2 organiza. Véase, infra , el epígr. 9.

150 Cf., en especial, 2, 1357a1-7: «La tarea (de la retórica) versa sobre aquellas materias sobre las que deliberamos (…) Deliberamos sobre lo que parece que puede resolverse de dos modos, etc.». Volveremos sobre este punto más abajo, en el epígr. 10.

151 Ret . I 1, 1355a35.

152 Ibid ., 1355a15.

153 Ibid ., 1355a25.

154 Ibid ., 1355b1-2.

155 Id .

156 Cf. Ref. sof . 34, 184a2-b3: «Los sofistas…, dando no el arte <retórico>, sino lo que se deriva del arte, creían con ello educar (paideúein) , como si uno, después de declarar que va a trasmitir el conocimiento de cómo no hacerse daño en los pies, no enseñara ni el arte de hacer zapatos ni de dónde procurárselo (…) Sobre la retórica, empero, existían ya muchos y antiguos escritos, pero nada anterior puede citarse sobre su razonamiento (syllogízesthai) , sino que hemos debido afanarnos nosotros mismos empleando mucho tiempo en averiguarlo».

157 La bibliografía sobre el curso académico de Aristóteles es muy amplia. Iniciada por STAHR , Aristotelia , I, Halle, 1830, págs. 63-70, para quien el curso debía ponerse en relación con la polémica antiisocrática de Aristóteles, fue seguida después por DIELS , Über das dritte Buch… , ed. cit., págs. 11-16, y por BLASS , Beredsamkeit , II, págs. 64-65. En sentido confluyente, aunque con múltiples variaciones, el curso ha sido estudiado después, principalmente, por SOLMSEN en su Entwicklung , págs. 221-22, y, sobre todo, en «Drei Rekonstruktionen zur antiken Rhetorik und Poetik» (reed, en STARK , op.cit ., págs. 184-205); BIGNONE , L’Aristotele perduto , I, 125-27; P. MORAUX , Listes , 336-38; WIELAND , «Aristóteles ais Rhetoriker», Hermes 86 (1958), 323-346; BERTI , La filosofia del primo Aristotele , págs. 175-185; y A. H. CHROUST , «Aristotle’s earliest ‘Course of lectures on Rhetoric’», Ant. Class . 33 (1964), 58-72.

158 FILOD ., De Rhet. (Vol. Rhet . II, pág. 50, SUDHAUS): vid. supra , epígr. 1 y n. 33. Filodemo aplica a esta ocasión la célebre parodia, después recogida en todos los testimonios, de un verso del Filoctetes de Eurípides (Fr . 796 NAUCK): «es indigno dejar hablar a Isócrates», con el que, según dice, Aristóteles comenzaba siempre sus clases de retórica. Pero la anécdota procede del relato de Herminio sobre la fundación del Liceo, lo que da idea, como inmediatamente señalo en el texto (y en la nota que sigue), de los errores cronológicos de Filodemo.

159 ESTRABÓN , XIII 1, 57. Cf. DÜRING , Ancient tradition , t. 31, pág. 279. La confusión cronológica de Filodemo es patente: según él, después que Aristóteles se hubo apartado de la filosofía «se puso a coleccionar con sus discípulos leyes, constituciones, y otras cosas de esta índole» (loc. cit.) . Ahora bien, en relación con este testimonio, sabemos, de una parte, que Aristóteles no comenzó su colección de politeîai hasta al menos el año 340, siendo ésta, en todo caso, una de las actividades propiciadas por él en el Liceo (cf. BERTI , op. cit ., pág. 177); y, de otra parte, como lo señala el propio Düring (Anc. trad ., pág. 306) sabemos también que en este afán coleccionista los esfuerzos del filósofo fueron compartidos por Teofrasto, que es sin duda a quien se refiere la fuente cuando hace mención de los discípulos. Estos datos sólo pueden conciliarse si se supone que Filodemo amalgama noticias de fechas muy alejadas, que únicamente pueden referirse a los períodos de la Academia y el Liceo —lo que de paso prueba que Aristóteles dio clases de retórica en su segunda estancia ateniense. Sorprende por ello mismo que Düring no perciba, a tenor de estos hechos, la alta inverosimilitud, ya antes consignada por nosotros, de que la Retórica que se nos ha transmitido reproduzca una obra académica, sin que el filósofo la hubiera revisado en profundidad para su enseñanza en el Liceo.

160 DIóG . LAER ., V 2-3: aischrón siopân, Xenokráten d’eán légein . Una explicación del error de Diógenes puede verse en MORAUX , Listes , pág. 337 y n. 37.

161 CIC ., De Orat . III 35, 141.

162 QUINT ., Inst. Orat . III 1.

163 SIRIANO, Schol. in Hermogenem (IV 297, WALZ) . Sobre la influencia estoica en los comentarios lógicos y retóricos de Siriano, cf. el estudio de PRAECHTER , Real Encycl ., IV, A, col. 1728-75.

164 FILOD ., loc. cit. .

165 Cíe, loe. eit . Es a propósito de este cambio donde Cicerón introduce su elogio de Aristóteles, como también se lee en Tusc . I 4, 7: «dicere etiam coepit adulescentes docere et prudentiam cum eloquentia iungere» (cf. DÜRING , Ancient tradition , t. 32b).

166 L’Aristotele perduto , II, págs. 97-102.

167 Cf. BIGNONE , loc. cit. ( = Fr . 79 ROSE

168 DION . HAL ., Isocr . 18 ( = Fr 140 ROSE) . Rose sitúa la acusación entre los fragmentos de la Technôn Synagogé que cita Diógenes Laercio en el núm. 77 de su catálogo, mientras que BLASS , II 451, SOLMSEN , Entwicklung , 20-5, y BERTI , pág. 185, suponen que formaba parte del Grilo . Por las razones que señalo más abajo, es más lógico pensar que se tratase de una acusación repetida (al lado de otras críticas) en varios escritos y también en las lecciones del curso académico. Esta última hipótesis fue ya enunciada por JAEGER , Paideia , ed. cit., págs 939-40, nn. 109 y 110.

169 ARISTOCLES , apud EUSEBIO , Praep. ev . XV: cf. DÜRING , Ancient tradition , t. 58h, quien supone una mistificación sobre la base de las doctrinas epicúreas.

170 ATEN ., III 122b (DÜRING , Anc. Trad . T. 63d).

171 ATEN ., II 60d-e (DÜRING , Anc. Trad . T 63d). La fijación de la cronología del Paroimíai I , D. L. 138, fundada en este testimonio, se halla en MORAUX , Listes , págs. 128-129 y 334.

172 Sería, en efecto, impropio referirse a Aristóteles como un simple «refranero», si la polémica entre éste y Cefisodoro hubiera tenido lugar, como quiere BIGNONE , op cit ., I, págs. 58-61, durante el período del Liceo. La opinión de BIGNONE , que sigue a BLASS , Beredsamkeit , II, págs. 451-53, se basa en que dicha polémica tiene que ser posterior a la muerte de Isócrates, ya que, en caso contrario, la habría tomado a su cargo Isócrates mismo. Pero esta es una opinión poco sostenible: el anciano y encumbrado orador pudo muy bien no considerar al joven y entonces poco conocido Aristóteles un rival digno de su talla, encargando su refutación, en consecuencia, a uno de sus discípulos.

173 SOLMSEN , Entwicklung , pág. 207; y BERTI , op. cit ., pág. 185. También DÜRING , Ancient tradition , pág. 390, se pronuncia de pasada a favor de este parecer.

174 NUMENIO apud EUSEBIO , Praep. ev . XIV 6, 732B: cf. DÜRING , Ancient tradition , págs. 389-91 y T. 63c.

175 La idea de que el curso académico es posterior al Protréptico es sostenida también por BIGNONE (op. cit ., I, págs. 125-127), sobre una base distinta pero confluyente con la que acabo de señalar: el testimonio de Filodemo, al aludir a «la exhortación de los jóvenes», presupone efectivamente la existencia de una literatura exhortativa que sólo podría encajar con el Protréptico . Por su parte, la anterioridad del curso respecto del De ideis fue ya enunciada, con una argumentación semejante a la que he utilizado yo ahora, por BERGK , Fünf Abhandlungen zur Gesch. d. griech. Philosophie und Astronomie , Leipzig, 1883, pág. 24 (citado por MORAUX , Listes , pág. 335).

176 Ambas fechas son las hoy generalmente admitidas, con muy escasas variantes, por los estudiosos de la obra temprana de Aristóteles. La cronología del Protréptico no puede diferir mucho de la Antídosis de Isócrates, con cuyas argumentaciones se relaciona estrechamente. Y en cuanto al De ideis , que consuma la ruptura de Aristóteles con la teoría platónica de las ideas, es colocado ininterrumpidamente por la tradición al término del período académico del estagirita. Un resumen cuidadoso de las principales discusiones sobre esta temática puede verse en BERTI , op. cit ., págs. 453-63 y 196-203, así como en MORAUX , págs. 333 y 335. Cf. igualmente P. WILPERT , Zwei arist. Frúhschriften über die Ideenlehre , Regensburg, 1949.

177 ALEJ . AFR ., In Metaph . 79. El mejor análisis del Comentario de Alejandro para fijar la posición de Aristóteles sobre la teoría de las ideas sigue siendo el de la obra, ya clásica, de L. ROBIN , La théorie platonicienne des Idées et des Nombres d’après Aristote , Paris, 1908. Cf. igualmente el estudio de P. WILPERT , citado en la nota anterior, págs. 27 y ss. y S. MANSION , «La critique de la théorie des Idées dans le Perì Ideôn d’Aristote», Rev. Philos. de Louvaine 47 (1949), 169-202.

178 DIÓG . LAER ., VIII 57 y IX 25.

179 Cf. C. A.VIANO , art cit ., pág. 386. Sobre la posición del Sofista en la evolución del pensamiento aristotélico y, en general, sobre sus relaciones con su homónimo platónico, véase del mismo autor «Retorica, magia e natura in Platone», Riv. Fil . 56 (1965), espec. págs. 411-25.

180 SIR ., Schol in Hermogenem (IV, 297 WALZ); cf. DÜRING , Ancient tradition , T. 33. La cita por Siriano de esta parodia del verso de Eurípides (vid. supra , n. 158) retrotrae su testimonio a Filodemo (y a Herminio), lo cual quiere decir que Siriano mantiene los errores cronológicos de su fuente.

181 Cf., respectivamente, DIELS , Über das dritte Buch… , ed. cit., págs. 11-16, y GOHLKE , Entstehung , ed. cit., págs. 113 ss. Para el estado de la cuestión de la Ret. Teodéctea , véase MORAUX , Listes , págs. 98-101.

182 VÁL . MAX ., VIII, 14, 3 (= Fr . 19-23 ROSE

183 Anon. Seguer . apud SPENGEL , Rhet. Graec . I 205 ( = Fr . 34 ROSE) y Schol . apud HEITZ , Fragm. Arist ., pág. 124.

184 CIC , Oral . LI 172 (= Fr . 128 ROSE) , y DION . HAL ., De Comp. verb . 2 (= Fr . 127 ROSE

185 QUINT ., Inst. Orat . I 4, 18, y II 15, 10 (= Fr . 125 ROSE ).

186 «Drei Rekonstruktionen», art. cit ., págs. 195-202 (de la ed. de STARK) . Solmsen supone que Aristóteles se inspiró fuertemente en la obra de Teodectes para la redacción de los caps. 13-19 del Libro III de la Retórica . Las coincidencias entre ambos escritos serían, según esto, la causa de su identificación por parte de la crítica antigua.

187 Cf. MORAUX , Listes , pág. 101. Es el catálogo de Rodas, identificado con el núm. 11 en la lista de MAIURI , Nuova Silloge epidr. di Rodi e Cos , Florencia, 1925. Si esta identificación es correcta, ello explicaría la diferencia antes consignada entre nuestros catálogos a la hora de citar el número de libros que componen la obra; en efecto, mientras que el Anónimo se estaría haciendo eco (aproximadamente) del escrito original de Teodectes, Diógenes habría incluido en su lista el verdadero resumen, en un libro, de Aristóteles.

188 El catálogo de Diógenes cita hasta tres títulos que se relacionan con estas colecciones o florilegios de Artes . El núm. 77 nombra una Technón Synagogé I-II , que es, sin duda, el título más acreditado. Pero el núm. 89 menciona además una Synagogé I-II , y todavía el núm. 80 una Álle Technôn Synagogé I-II (si se sigue esta lectura, que es la de F). De todos estos compendios, Cicerón conoce uno solo, que cita en De Invent . II 2, y del que enaltece su suavitas y brevitas dicendi; y a él debe corresponder el pasaje algo largo ( = Fr . 136-141 ROSE) que conservamos. A la luz de este hecho, P. Moraux (Listes , pág. 97) interpreta que la pluralidad de títulos puede representar no otra cosa que otras tantas copias corruptas de un original único. Esto es ciertamente posible, si bien la verosímil composición de los catálogos a partir de materiales de archivo del Liceo limita no poco la probabilidad de versiones corruptas, que es más típica de las copias libres no sometidas a ningún control escolar. Juzgo por ello más plausible que la pluralidad de títulos debe ponerse en relación con los diversos cursos sobre retórica impartidos por Aristóteles, con cuya ocasión el filósofo habría ido ampliando y modificando su primer compendió de Téchnai . En ese caso, y aun cuando es obvio que nada podemos conocer sobre la cronología particular de cada título, la fecha de la versión más antigua de estas Technôn Synagogé tendría que ser paralela a la del curso académico de retórica (i. e. 353-49, como ya sabemos), así como la versión más moderna habría que situarla en relación con la docencia de retórica del Liceo. En todo caso, y ya sean una o varias obras, las Technón Synagogé constituían (como lo dice Moraux) un instrumento empírico y pedagógico de trabajo, de una utilidad para el estudioso de la retórica semejante al que las bien acreditadas colecciones de leyes (nómoi) y constituciones (polileíai) tenían para el estudioso de la política.

189 BERTI , op. cit ., págs. 180-81.

190 Según Gohlke, en efecto, la Retórica redactada por Aristóteles con motivo del curso académico pasó a ser propiedad de la institución escolar, una vez que el filósofo hubo abandonado la Academia. De ahí pasaría a manos de Teodectes, su sucesor en la cátedra de retórica, quien debió mandar que se copiase para su conservación en la biblioteca de la escuela. Esta Retórica —piensa Gohlke— ciertamente se ha perdido; pero el núcleo de su temática se halla reflejado en la Ret. a Alejandro , muy poco después compuesta por Aristóteles: cf. Entstehung , págs. 113 y ss.

191 Cf. GOHLKE , Entstehung , respectivamente págs. 117 y 127. La analogía con nuestra Retórica en el tratamiento de la pístis, léxis y táxis de los discursos aparece también resaltada por ZÜRCHER , Aristoteles Werk und Geist , Paderborn, 1952, pág. 274.

192 GOHLKE , Entstehung , pág. 113.

193 La paternidad de Anaxímenes fue fijada, en la filología contemporánea, por P. WENDLAND , Anaximenes von Lampsakos , Berlín, 1905, de un modo que agota la totalidad de las fuentes del problema.

194 Quintiliano cita, en efecto, la misma distribución —y en el mismo ordende los géneros y especies de discursos que podemos leer en nuestra Ret. Alej.: «Anaximenes judicialem et contionalem generalis partes esse voluit, septem autem species: hortandi, dehortandi, laudandi, vituperandi, accusandi, defendendi, exquirendi». Cf. el comentario de RADERMACHER , Artium Scriptores , Viena, 1951, pág. 202.

195 Véase A. LESKY , Hist, de la literatura griega , ed. esp., Madrid, Gredos, 1968, págs. 621-22.

196 M. FUHRMANN , Das systematische Lehrbuch , Gotinga, 1960. La autoría de Anaxímenes se da por definitivamente establecida en la nueva edición del Kleine Pauly , Münster, 1975 (arts, de K. STIEGLER , I, col . 140, y H. HOMMEL-K. HEGLER , IV, col . 1401).

197 RADERMACHER , Art. Scrip ., pág. 200. Cf. DION . HALIC , Isaei I 123 (USENER-RADERMACHER) .

198 Cf. en este sentido las referencias que señalo en las nn. 91, 94, 104, 127, 165, 166, 254, 277 y 288 al Libro III.

199 Cf. MORAUX , Listes , pág. 202.

200 P. MORAUX , Listes, pág. 97 y n. 10.

201 Véase DÜRING , Aristotle’s De partibus animalium . Critical and Literary Commentaries by I. DÜRING, Goteborg, 1943, pág. 35.

202 Anóm., Vita Arist . I 64 (BUHLE) . Cf. para ésta y las siguientes referencias COPE , Commentary , I, 1877, págs. 37 y ss.

203 Listes , pág. 98 y n. 12.

204 Listes , pág. 66. Las razones de Moraux para identificar los ocho libros de Methodiká , núm. 52, con los que conforman hoy nuestros Tópicos se reducen, en efecto, a paralelismos internos y a la aplicación a este caso de la bien constatada tendencia de Diógenes a duplicar una misma obra con dos títulos distintos. Sin embargo, estas razones no resultan válidas y tienen que enfrentarse a sólidos argumentos. Por una parte, en el párrafo ya referido de Ret . I 2, 1355b22, Aristóteles hace sendas citas a Tópicos y a los libros metódicos —nombrándolos así, con estos dos diferentes títulos—, lo que no sería verosímil si se tratase de la misma obra. Por otra parte, también Dionisio de Halicarnaso distingue claramente los Tópicos de los Methodiká , a los que cita en la Ep. Anm ., uno al lado de otro. Y lo mismo sucede, en fin, en la Vita Aristotelis de Hesiquio de Mileto (BUHLE , I 72), cuya mención de ambas obras permite asegurar su proximidad temática, pero no su identidad: pròs mèn oûn ten heúresin tá Topiká kaí tá Methodikà parédōke protáseón pléihós .

205 SIMPLICIO , In Categ . 7a (citado por COPE , Commentary, loc. cit.) .

206 G. GENETTE , «Rhétorique restreinte», Communications 16 (1960).

207 Me refiero a las obras de SAUPPE , Dionysos und Aristoteles , Gotinga, 1866, págs. 32 y ss.; SCHAARSCHMIDT , Sammlung der platonischen Schriften , Berlín, 1876, pág. 108: y ZELLER , Philos. Gr . (ed. cit), II 1, pág. 389.

208 Cf. de DIELS el ya citado «Über das dritte Buch der arist. Rhetorik», Akad. Abh. d. Akad ., Berlín, 1886. Los análisis mediante ordenador del vocabulario y la sintaxis del libro III, llevados a cabo por A. Wartelle, verifican igualmente que no hay motivo para dudar de la paternidad aristotélica de la obra. Véase la Introd . a la ed. de DUFOUR de Ret . III, revisada y concluida por A. Wartelle, París, 1973, pág. 19; así como, sobre todo, del mismo autor, el Lexique de la Rhétorique d’Aristote , París, 1982.

209 Cf. P. MORAUX , Listes , pág. 103. Los catálogos citan el Perì Léxeos en dos libros, lo que se corresponde bien con la división de nuestro escrito en dos series sucesivas de análisis sobre la léxis (caps. 1-12) y la táxis (caps. 13-19). Considerando que cada uno de estos bloques es considerablemente más pequeño que nuestros libros I y II, la división debió resultar inadecuada cuando se produjera la inclusión del Perì léxeos al conjunto de la Retórica , como de modo convincente explica el propio Moraux.

210 Cf. DIELS , op. cit.; RABE , De Theophrasti libris Perì Léxeos , Bonn, 1890, pág. 34; y FR . MARX , el ya citado «Aristoteles Rhetorik», Leipzig, 1900, reed. en STARK , op. cit ., págs. 39 y 98 y ss.

211 Respecto del vocabulario, DÜRING , Arist ., págs. 122-23 cita algunos ejemplos sintomáticos. A ellos debe añadirse el uso de hodopoíesis en III 14, 1414b22, que es rigurosamente paralelo del hodopoieîn que Aristóteles emplea en I 1, 1354a9, y que sólo hallo utilizado otra vez por el filósofo en Met . I 3, 984al8 (es decir, en un texto igualmente fechable entre los últimos años académicos del Estagirita y el período de su estancia en Tracia y Lesbos). Este paralelismo no puede sino acercar el lenguaje conceptual del L. III al del programa de la primera Retórica elaborado en ese cap. I 1. Por su parte, la presencia de temas platónicos en las argumentaciones del L. III se constata en muchos lugares. Basten como ejemplos los que señalo en la n. 129 a III 8; o también la alusión de III 1, 1404al2, sobre que oudeìs hóutos geometreîn didáskei .

212 Supra , epígr. 2. Cf., igualmente la n. 17 al L. III de la traducción.

213 Las analogías y paralelismos se prolongan, en efecto, a lo largo y ancho del L. III. En 1, 1404a10, a propósito de la «representación oratoria», y en 13, 1414a35-37, con respecto a la división del discurso en partes, Aristóteles reproduce la misma postura ante la retórica —tan cercana como separada ya del platonismo— que hemos visto definida en I 1. Esta postura reincide, en 1, 1407a37, en la defensa de la retórica perì toû prágmatos (excluyendo, por consiguiente, todo lo que es éxō toû prágmatos) , de modo que, desde este punto de vista, en 14, 1415a35-37, la apelación a las pasiones es admitida sólo por motivos accesorios al discurso y como «remedios» (iatreúmata) ante la rudeza del auditorio. Y el mismo sello tienen algunos otros temas particulares, como la descripción aún cualitativa de la ‘amplificación’ (1415b37; 1417b31), o la exigencia de exactitud científica (akríbeia) en los juicios bien hechos (1414al2; 1414b2-5), temas todos estos que sólo son plausibles, ciertamente, si se ponen como fundamento las argumentaciones análogas de la primera versión de la Retórica .

213bis Esto podría explicar la mención a los «oradores áticos» de 1413bl y 1418a30, que ha dado pie a pensar en que Aristóteles se hallaba ya fuera de Atenas cuando redactó estas páginas. A este parecer se oponen COPE-SANDYS , Commentary , III, 204, como señalo en la n. 379 al L. III.

214 «…es claro que colocan en el arte cosas ajenas al asunto (éxō toû prágmatos) todos aquellos que prescriben reglas como qué debe contener el exordio o la narración y cada una de las otras partes, puesto que en esto no tratan de ninguna otra cosa sino de cómo dispondrán al que juzga en un sentido determinado» (loc cit.; cf. también n. 10 al L. I).

215 DIELS , op. cit ., pág. 13.

216 1403b15-17.

217 1410b27-29. Véanse, de todos modos, las matizaciones de nuestra n. 184 al L. III.

218 III 1, 1403a9-10.

219 Para un análisis más detallado de estas ‘virtudes’, véanse nuestras nn. 24 (claridad), 64 (esterilidad), 90 y 102 (corrección lingüistica), 25 y 112 (adecuación) y 178 (elegancia), todas ellas al L. III de la traducción.

220 Tales son los ‘nombres específicos’ (kýria onómata) , los ‘apropiados’ (oikeîa) , los ‘particulares’ (ídioj y, usados con medida, los que aportan una cierta ‘extrañeza’ (xeniká) a la expresión. Véase, respectivamente, nn. 26, 36, 93 y 28 al L. III.

221 Aristóteles analiza la metáfora en muchas partes de su L. III: véase espec. 2, 1405a3 ss.; 10, 1411a1 ss.; y 11, 1412all ss. (cf., para todo ello, nuestra n. 41). En cuanto a la ‘imagen’, a ella dedica el filósofo el cap. III 4 íntegro (cf., ahora, n. 77).

222 Cf. respectivamente nuestras nn. al L. III, 127 y 135 (sobre el ritmo) y 139-140 (sobre la construcción de las frases). Uno y otro de estos mecanismos estilísticos son presentados por Aristóteles como requisitos del prépon o expresión adecuada.

223 Cf. 1414a27.

224 Cf. 1414a31-37.

225 Compárese ahora 1414b9. Aunque Aristóteles no cita expresamente a Isócrates, que de él procede esta división cuatripartita es la opinión generalmente aceptada a partir de la atribución de DION . HALIC , De Lys . 16-17 (fr. 29, RADERMACHER ).

226 Análisis más detenidos de estas «partes del discurso» véanse en nuestras nn. al L. III,286 (exordio), 335-336 (narración), 366 (demostración) y 411 (epílogo). En lo que atañe a la narración, es importante consignar que, de los dos modelos citados por Aristóteles, éste muestra sus preferencias por la narración analítica (katá méros , por partes) sobre la narración cronológica (ephexés , continua). Es probable que haya que ver en esta preferencia una continuidad con el método platónico de las divisiones, lo que vendría a constituir un nuevo dato a favor de la cronología temprana del L. III.

227 Vid., por ejemplo, 1416b36 y n. 342.

228 DÜRING , Aristoteles , pág. 150.

229 III 1, 1404a21. Fijo los antecedentes platónicos de esta doctrina en la n. 18 al L. III.

230 Crát . 389d.

231 Crát . 386e. A renglón seguido, Platón extiende este mismo criterio a las acciones (tà prágmata) , las cuales «se realizan de acuerdo con su propia naturaleza y no según nuestro modo de ver u opinar». Es esta extensión del esencialismo al universo de la práxis lo que caracteriza con mayor fuerza la postura platónica.

232 Id .

233 Crát . 389b.

234 Gorg . 503e. Cf. la n. 25 al L. III.

235 III 7, 1408a10-ll y 26-27. Cf. nn. 112 y 116 al L. III.

236 Por las razones que señalo en la citada n. 112 al L. III, la traducción de estos términos por ‘expresión ética’ y ‘patética’ altera gravemente la pragmática castellana y no puede sino introducir toda clase de confusionismo en la interpretación de la doctrina de Aristóteles.

237 1454a22-23.

238 De Interpr . 4, 17a1-2.

239 Id . La idea de que a través de expresiones (o discursos) de cierta clase pueden transformarse las tendencias subjetivas humanas constituye una de las claves, como veremos, de la segunda Retórica . Véase, infra , epígr. 10.

240 El origen del término symbolon remonta, en efecto, a la costumbre de partir en dos una moneda, cada una de cuyas partes guardaban sus correspondientes depositarios, a fin de reconocerse en el futuro.

241 III 10, 1408a19-20. Cf. n. 115.

242 De Interpr . 1, 16a3.

243 Poét . 6, 1450bl3.

244 III 10, 1410b29: «…atendiendo a la expresión 〈esto se debe〉 a la forma (schéma)… y a los nombres (ónoma)» .

245 III 10, 1410b34 y 11, 1411b24-25. Cf. n. 212.

246 III 11, 1411b25. Las metáforas son, en efecto, quienes mejor cumplen «ser signos de cosas en acto», que es la definición de saltar a la vista .

247 III 7, 1408a11. Cf. igualmente Poét . 17, 1455a21 ss.: «es preciso conseguir, por medio de la expresión, que el hecho salte a la vista, pues así, viéndolo con la mayor nitidez, como si estuviera presente en medio de nosotros, se descubre lo adecuado (prépon)» .

248 III 10, 1410b10-11 y 21-22. Recuérdese que el uso de los términos didaskalía o dídaxis está reservado a los discursos propios de las ciencias.

249 III 7, 1408a20.

250 III 1, 1403b16-17.

251 La metáfora viva , ed. cit., Est. I, § 4.

252 1403b21.

253 Cf., para el estado de esta cuestión, el ya referido artículo de P. BRANDES , «The preservation and Composition of Aristotle’s Rhetoric», pág. 483.

254 1359a38.

254bis A esto se reduce, pues, la cuestión —que ha promovido tanta polémica— sobre el moralismo o inmoralismo de la Retórica de Aristóteles. Mientras que la subordinación de la retórica a los principios éticos de la paideía filosófica es el problema principal para el joven Aristóteles, el juicio sobre situaciones que pueden presentarse de varios modos obliga (sin por ello prescindir de la finalidad ética global) a estudiar los instrumentos del retórico en su valor estrictamente técnico, al margen de la cualificación moral que en cada caso le corresponde. Véase sobre este asunto el artículo de F. HILL , «The amorality of Aristotle’s rhetoric», Greek, Roman and Byzantine Stud . 22 (1981), 133-147, así como nuestras consideraciones finales en el epígr. 10.

255 El texto de Ét. Nic . señala, en efecto, que «deliberamos sobre lo que está a nuestro alcance y es realizable». En cuanto al análisis de la téchne que Aristóteles propone (como locus classicus) en Ét. Nic . IV 4, su definición viene a completar, en el ámbito de lo productivo, lo que el filósofo razona a propósito de la deliberación: «toda técnica versa sobre… cómo puede producirse o llegar a ser algo de lo que es susceptible tanto de ser como de no ser y cuyo principio está en quien lo produce y no en lo producido» (1140a11-14).

256 1359b38-1360a1.

257 1359b10-13.

258 Esto lleva a la sospecha de que dichos cap. 4-5 fueran redactados por Aristóteles para substituir a los cap. 6-7, puesto que, en efecto, unos y otros no hacen sino duplicar, con distintos niveles de análisis, la misma materia. Véanse nuestras consideraciones de la n. 129 al L. I.

259 Cf. nuestra n. 136 al L. I.

260 Las analogías fueron señaladas por Spengel, en su edición de 1867 (Kommentar, ad. loc.) .

261 Cf. Rep . VIII 544d y 549e.

262 Cf. GOHLKE , Entstehung , págs. 76 y 89.

263 1365b21-22.

264 Sobre el significado y evolución del concepto de êthos en el marco de la Retórica , véase el artículo de P. I. ROSENTHAI , «The concept of êthos and the structure of persuasion», Speech Monog . 33 (1966), 114-26.

265 1366a13.

266 Cf. VIANO , art cit ., pág. 412 y n. 110. Véase también nuestras nn. 218 al L. I y 169 al L. II.

267 Este tránsito parece una vez más sugerido por las conexiones del Perì léxeos , como muestra la referencia al lógos ethikós de 18, 1391b21 y 29.

268 Cf. nuestras nn. 129 y 157 al L. I con las referencias allí señaladas.

269 1366a23-25 y 34-35.

270 Ibid ., lín. 37-38.

271 Esta doctrina, anterior a la específicamente aristotélica del «justo medio», parece que era el centro del Perì dikaiosýnēs (D. L. 1), como opina MORAUX , À la recherche de l’Aristote perdu. Le dialogue «Sur la Justice» , Lovaina, 1957, espec. págs. 114-116.

272 1367b28. Sobre esta transformación del elogio en beneficio del propio orador, véase el trabajo de H. MAYKOWSKA , «Illud êthos toû légontos quod dicitur quo modo et oratores in usum suum verterint», Eos 53 (1963), 264-65.

273 1367b37-1368a7. El pasaje es en esta ocasión muy expresivo de la transformación a que me estoy refiriendo; he aquí lo que dice el párrafo central: «El elogio y la deliberación son de una especie común (…) Por ejemplo: ‘conviene no sentirse orgulloso por lo que a la fortuna se debe, sino por lo que uno hace’. Dicho así, equivale a un precepto, mientras que será un elogio 〈si se dice〉: ‘él no se siente orgulloso por lo que debe a la fortuna, sino por lo que él mismo hace’».

274 Este párrafo deber ser, en efecto, una interpolación del propio Aristóteles, puesto aquí para homogeneizar el cap. I 9 al programa de I 2, como explico en la n. 217 al L. I.

275 Cf., para toda esta cuestión, V. BUCHHEIT , Untersuchungen zur Theorie des Genos Epideiktikón von Gorgias bis Aristoteles , Munich, 1960. También W. M. SATTER , «Conceptions of Ethos in ancient Rhetoric», Speech Monog . 14 (1953), 55-65.

276 1356a11-13.

277 Cf. respectivamente Gorg . 513b; y Antid . §§ 276-80.

278 No deja de ser sintomática, en efecto, la amplitud con que Aristóteles trata de los discursos forenses, después de haberlos criticado con acerbas palabras en I 1, 1354b23-1355al. Es muy probable, por ello mismo, que nos encontremos aquí ante un desarrollo muy ampliado de un primitivo núcleo original, que estaría construido conforme al método de los lugares comunes y del que el breve cap. I, 14, con sus gradaciones sobre la gravedad de los delitos, podría constituir tal vez un testimonio intacto. Cf. nuestras nn. 250 y 330 al L. I.

279 1368b30.

280 La expresión es de C. VIANO , art. cit., pág. 411. Pero lo fundamental es que el esquema de evolución que la Retórica muestra a partir de aquí sigue un camino paralelo al de la evolución en general del pensamiento de Aristóteles, cuya progresiva tendencia a centrar su reflexión sobre el modelo de una ‘psicología hilemorfista’ ha sido señalado con gran acopio de razones por NUYENS en L’évolution de la psychologie d’Aristote , Lovaina-París, 1948. Volveré a referirme a este dato en el epígr. 10, al fijar la cronología final de la Retórica .

281 Cf., por ej., respectivamente las argumentaciones que comienzan en Rep . VIII 544c ss. y IX 577d ss.

282 Ley . 904b. Pero la argumentación platónica se extiende desde 892a.

283 Fedr . 271a. El razonamiento se prolonga hasta 272b.

284 Cf. nuestra n. 169 al L. II, donde he tratado de fijar el complejo proceso de evolución de la noción de êthos hasta llegar a su significado estrictamente psicológico.

285 1369b18-21. En realidad, todo el cap. 11 es un largo análisis sobre las causas del placer, lo que muestra la decisión de Aristóteles de situar el análisis dialéctico de la justicia en el marco de la «causalidad psicológica». Esta perspectiva de análisis debía haberla ya establecido Aristóteles en la obra titulada Perì hedonês , núm. 66 del catálogo de Diógenes, cuya inclusión en la lista de escritos lógico-dialécticos (igual que sus contiguos, el Perì hekousíou , núm. 68, y el Perì kaloû , núm. 69) sólo puede querer decir que se trataba de una obra en que el Estagirita fijaría los enunciados correspondientes a las opiniones comunes sobre el placer. Confirma esta hipótesis el que el catálogo cite a continuación un Protáseis , núm. 67, que P. Moraux ha interpretado convincentemente como parte del título original, al que habría seccionado Diógenes por un error en la interpretación de la lista: cf. Listes , págs. 93-94.

286 Loc. cit . 1139a11. Cf. igualmente De An . III 10, 433a.

287 1373bl ss. Aristóteles distingue, conforme a la doctrina platónica, entre la ley positiva (‘particular’) y la ley común , privilegiando, igual que Platón, el predominio de esta última.

288 1373b25 ss.

289 1374al9 ss. Como ha señalado agudamente GADAMER , Verdad y Método , ed. cit., págs. 389-90, la equidad o epieikeía puede ser interpretada también como un modo de intervención en el ámbito de la justicia de la esfera propia de la deliberación. Con ello el proceso que tiende a identificar a la retórica con el instrumento de las deliberaciones se refuerza una vez más desde esta nueva perspectiva. Véase, infra , epígr. 10.

290 Ret . I 1, 1358al4 ss.: «〈Se persuade por la disposición de los oyentes〉 cuando éstos son movidos a una pasión por medio del discurso; pues no hacemos los mismos juicios estando tristes que estando alegres, o cuando amamos que cuando odiamos».

291 Ret . II 1, 1377b32; pero compárese el pasaje entero, desde 1377b20.

292 1356a14-18.

293 El catálogo de Diógenes contiene dos títulos sobre las pasiones (páthē) dentro de la sección dedicada a las obras lógicas y dialécticas del Estagirita. Además del Perì pathôn (núm. 37), recién citado, el núm. 61 menciona un escueto Páthē I, que P. MORAUX , Listes , pág. 92, relaciona con el título siguiente (Diairelikón , núm. 62), suponiéndolo, por lo tanto, una ordenación y clasificación de ‘pasiones’ dentro de «una obra de retórica o de ética». Esto viene a mostrar que Aristóteles ha tratado más de una vez de las pasiones en el marco de sus tratados dialécticos. Ahora bien, en estas coordenadas todavía resulta más verosímil que nuestros caps. II 1-17 se correspondan con el referido núm. 37 de la lista de Diógenes, cuyo título completo Perì pathôn orgēs hace pensar en una exposición de las pasiones que, como en nuestros capítulos, empezara con el análisis de la ira.

294 La existencia de una Retórica intermedia entre los dos períodos de la Academia y el Liceo ha sido rastreada, sin resultados concluyentes, por varios autores. Véase el artículo ya citado de P. BRANDES , The composition and preservation of Aristotle’s Rhet ., pág. 483. Las hipótesis de F. MARX (op. cit ., ed. STARK , pág. 56 ss.) sobre los tres cursos de rétorica impartidos por Aristóteles, así como los razonamientos de GOHLKE (Entstehung , págs. 141 ss.) sobre la existencia de una Retórica posterior a los Analíticos que él supone perdidos, coinciden —aunque en nada más— en la apreciación de que Aristóteles escribió parte de la obra que conservamos durante el período comprendido entre sus dos estancias atenienses.

295 Cf. A. CHAIGNET , La rhétorique et son histoire , París, 1888 (reed. Francfort 1982) respectivamente págs. 159-168 (êthos) y 172-77 (páthos) . Las páginas dedicadas a la historia de la retórica (1-71) fijan, por lo demás, exhaustivamente la permanencia de esta tradición.

296 Cf. las inmediatas consideraciones del epígr. 9 sobre la interpretación del prâgma, êthos y páthos como fuentes de enunciados ‘pertinentes’ (hypárchonta) del silogismo retórico.

297 P. RICOEUR , La metáfora viva , ed. cit., pág. 21.

298 1356al-19.

299 1358a27-28; la argumentación arranca de 1358a11.

300 1360a38-1360b3.

301 1359b3-17: «Respecto de aquellas cosas que solemos someter a debate, no es preciso… delimitarlas entre sí conforme a la verdad (katà tèn alétheian) , puesto que todo esto no es propio del arte retórico (…) Cuanto más se trata de equipar a la dialéctica y a la retórica, no con facultades (dynámeis) , sino con ciencias, tanto más se estará desfigurando inconscientemente su naturaleza… etc.»

302 Cf. el análisis de Y. PELLETIER , art. cit., III (1981, págs. 62-66).

303 La misma apelación se halla en I 2, 1356b10; 1357a29-30; y 1357b24-25, párrafos éstos en los que además se cita explícitamente a los Analíticos , lo que demuestra que se hallaban ya redactados, del todo o en parte. Sobre los problemas que acarrean estas citas, véase luego n. 308.

304 Este es el sentido en que R. BARTHES , La antigua retórica , ed cit., págs. 56-58 distingue entre dos concepciones de la Tópica retórica. Según la primera, que coincide con el método de los lugares comunes, la Tópica aparece como una red: «para encontrar argumentos, el orador ‘pasea’ su tema a lo largo de una red de formas vacías; del contacto del tema con cada agujero (con cada ‘lugar’) de la red (de la Tópica) surge una idea posible, una premisa de entimema». Según la segunda concepción, que coincide con el método de los enunciados, la Tópica se formula, en cambio, como una reserva de proposiones, como «una tabla de temas de los que se habla comúnmente» y que constituyen «fragmentos arrancables, movilizables y transportables» para cada ocasión que se precise. Este segundo sentido implica la catalogación y, por así decirlo, almacenaje de cuantos enunciadostópicos puedan ser útiles al orador, al modo como, en efecto, leemos en la mayor parte de los capítulos de nuestra Retórica . Tal almacenaje no puede trascender el carácter contingente de dichos enunciados, sólo aprovechables en la medida en que, por la facilidad de su memorización, permiten al orador argumentar deprisa o no verse acorralado por los argumentos del contrario. Sin embargo, es fácil comprender la tendencia de dichos enunciados a reificarse y a convertirse en un cuadro fijo de referencias obligatorias, hasta llegar a conformar —por decirlo otra vez con Barthes— «los elementos de una combinatoria sintagmática», entendida como «reserva completa» de argumentaciones convincentes. Esta reificación del método de los enunciados es la que finalmente triunfó a través de la retórica romana y medieval, hasta el definitivo agostamiento de la retórica como arte; pero es obvio que no es éste el modo como presenta el problema Aristóteles, para quien, como enseguida analizo, los enunciados proporcionan en todo caso no más que términos medios para los silogismos de probabilidad, en los márgenes de lo que podría definirse como una lógica de la decisión. Véase sobre este punto lo que señalaré, infra , en el epígr. 10.

305 El sentido más primario de hypárchein es meramente ‘darse’, siendo entonces hypárchon ‘lo que se da’ (en una noción o argumento): así lo traduce M. CANDEL , en su traducción, revisada por mí, del Órganon de Aristóteles, 2 vols., Madrid, Gredos, 1982 y 1988. Sin embargo, se debe notar que este ‘darse’ sólo es relevante para el uso lógico de la noción cuando lo que ‘se da’ le pertenece a ella de suyo, como aquello que la caracteriza o define. Así, en el primer caso constatado en que Aristóteles utiliza el término (en Tóp . II 1, antes de su tematización estricta en Anal. Pr . I 30), el filósofo escribe: ei gàr zóiōi hypárchei tinì eînai, zôión esti , o sea, «si le pertenece (o corresponde de suyo, no simplemente si se da) a algo ser un animal, es un animal» (109al6).

306 Véase, para un análisis del término paraphyés , nuestra n. 38 al L. I. La evolución del punto de vista aristotélico respecto de la concepción de la retórica como antístrofa de la dialéctica refuta sin lugar a dudas la hipótesis de Kantelhardt, consignada más arriba (epígr. 4 y n. 103), sobre que las líneas con que comienza la Retórica (1354a1-10) sean un añadido tardío al cuerpo del cap. I 1.

307 I 2, 1355b25.

308 La interpretación de las písteis retóricas como ‘probabilidades’ presupone que Aristóteles ha elaborado ya, en la época en que escribe Ret . I 2, su doctrina del silogismo de premisas modales. Tal doctrina, de la que se ocupa Anal. Pr . I, es paralela, pero independiente, de la que explica los enunciados dialécticos como ‘signos’, que, por su parte, Aristóteles formula en Anal. Post . II, precisamente en el marco de su análisis sobre el entimema y el ejemplo retórico. A tenor de esto, podría pensarse —como quiere GOHLKE , Entstehung , págs. 116-17— que Aristételes ha elaborado primero, en Ret. I 2, su doctrina de los signos, la cual habría desarrollado después en Anal. Post.; que luego ha fundamentado tal doctrina, en Anal. Pr ., remitiéndola al ámbito de la posibilidad y de los silogismos modales; y que finalmente ha corregido el texto de Ret . I 2, añadiendo a la doctrina de los signos la interpretación de los enunciados retóricos como probabilidades. En esa hipótesis, habría que pensar que Ret . I 2 es anterior, al menos, a Anal. Pr . I, y que el párrafo de 1357a23-30 constituye entonces un añadido al cuerpo de nuestro capítulo. Sin embargo, todo esto resulta muy artificial. Es seguro, desde luego, que Aristóteles ha elaborado separadamente sus doctrinas de los signos y de las probabilidades, como muestra la compleja redacción de los Analíticos . Pero del hecho de que Retórica presente ambas doctrinas una al lado de otra, perfectamente integradas por su común relación al modo de la posibilidad, parece desprenderse más bien que Ret . I 2 implica la existencia de Anal. Pr . y Post ., cuya doble doctrina de los signos y las probabilidades viene así a unificar y sintetizar. Véase sobre toda esta cuestión el estudio de F. MADDEN , «Aristotle’s treatment of probability and signs», Philos. of Science 24 (1957), 167-72.

309 I 2, 1357b4-10.

310 I 2, 1357b11-14 (relación de lo individual a lo universal) y 18-22 (relación de lo universal a lo individual).

311 I 2, 1355b35-39.

312 El propio Aristóteles fija claramente su posición, cuando, inmediatamente después de referirse a la división de las pruebas éntechnoi/átechnoi , escribe: «de entre las pruebas por persuasión, las que pueden obtenerse mediante el discurso son de tres especies», tras de lo cual introduce el êthos , el páthos y el lógos (cf. I 2, 1356a1-4).

313 A. Russo, La filosofia della Retorica , ed. cit., págs. 81 ss.

314 El cap. II, 19 es, en efecto, una prolongación estricta del párrafo con que concluye II 18 (91b22-92a7), cuyo carácter antiguo, como ya sabemos, parece fuera de duda. En estas coordenadas, la función de la Topica maior se organiza aludiendo a que «dado que para cada géneros de discurso había un fin distinto (…) queda por tratar de los lugares comunes a los tres géneros», que son la posibilidad, los hechos y la magnitud. Esta presentación del problema, que expresa el primer planteamiento de Aristóteles, no resulta alterado por la nueva interpretación de los enunciados retóricos como probabilidades o signos, puesto que para el filósofo, tanto desde esta perspectiva como desde la de los géneros oratorios, el fundamento del uso retórico de los enunciados se halla igualmente en su circunscripción al ámbito de lo posible, lo fáctico o la comparación de la cantidad.

315 Véase a propósito de esta Topica maior nuestras nn. 219, 220, 231 y 240 al L. II, así como las nn. 80-82 y 158 al L. I.

316 I 3, 1359a6-26. Sobre el carácter evidentemente añadido de este pasaje, véase la n. 78 al L. I.

317 La expresión es de W. H. GRIMALDI , Commentary (Appendix) , ed. cit., pág. 349.

318 Cf. respectivamente I 6, 1363b5-13 y II 19, 1393a9-19, para la interpretación de la amplificación como tópico de la magnitud; y II 26, 1403al9-21, para su interpretación como entimema.

319 Cf. la misma clasificación de los razonamientos en Et. Nic . VI 3, 1139b25.

320 Anal. Pr . II 24, 69a17-19. Sobre el ejemplo retórico (parádeigma) , el estudio fundamental sigue siendo el de K. ALLEWELL , Über das rhetorische ‘Paradeigma’ , Leipzig, 1913. Cf. también A. BLUMENTHAL , «Typos und Paradeigma», Hermes 63 (1928), 391-424; y, más recientemente, G. HAUSER , «The Example in Aristotle’s Rhetoric: bifurcation or contradiction», Philos. Rhet . 1 (1968), 78-90.

321 «Así como el entimema es un silogismo sobre cosas de esta clase (i. e ., sobre «las que se refieren a acciones» y son «susceptibles de elección o rechazo»), resultará así que las conclusiones y principios de los entimemas, si se prescinde del propio silogismo, son sobre poco más o menos máximas» (II 21, 1394a26-28).

322 Vid. sobre el entimema nuestra n. 16 al L. I. La bibliografía sobre este punto es particularmente rica: los principales estudios me parecen ser los de C. SEATON , «The aristotelian Enthymeme», Class. Rev . 18 (1914), 113-19; LL. BITZER , «Aristotle’s Enthymeme revisited», Quart. Journ. of Speech 45 (1959), 399-408; W. H. GRIMALDI , The Enthymeme in Aristotle’s Rhetoric , tesis, Princeton, 1955; G. L. CRONKHITE , «The Enthymeme in deductive rhetorical argument», West. Speech 30 (1966), 129-134; y, en fin, el libro ya citado de J. SPRUTE , Die Enthymementheorie der Arist. Rhetorik , Gotinga, 1982.

323 Cf. para los principales episodios de esta tradición, así como para los argumentos en contra de esta interpretación del entimema, nuestra n. 54 al L. I. Véase asimismo la n. 280 al L. II.

324 Una Topica minor , según la expresión de Russo (op. cit ., pág. 111), también seguida por nosotros; es decir, una tópica, no de los «lugares absolutamente comunes», sino de los «lugares específicos» propios de las inferencias retóricas.

325 Es decir, como señalo en la n. 401 al L. II, de los entimemas lógicamente falsos (o falaces), pero no ajenos a la persuasión, que el orador debe conocer para prevenirse de ellos. La atención a los entimemas aparentes concuerda más estrictamente con la finalidad básicamente confutativa que Aristóteles otorga a la dialéctica. De ahí los paralelismos de este cap. II 25 con los de Ref. sof ., que el filósofo no ha debido de sentir la necesidad de modificar.

326 Cf. los principales argumentos a favor y en contra de esta atribución en nuestra n. 126 al L. II.

327 M. DUFOUR , Arsitote. Rhétorique , I, París, (1938), Introd ., pág. 15. He aquí las palabras del escoliasta: «Filipo urgía a los atenienses a que hicieran la paz con él y con los demás Estados. Pero Demóstenes, tomando el partido opuesto, dijo que participar en la paz común con Filipo era, tanto para nosotros como para las demás ciudades, someterse a las presiones de Filipo» (apud . RABE , pág. 140). Véase, sobre todo este asunto, nuestra n. 366 al L. II.

328 Salvo que se entienda la alusión a la conquista de Egipto por el rey persa (II 20, 1393a33) en el sentido que propone ZÜRCHER , Aristoteles Werk und Geist , Paderborn, 1952, pág. 279; es decir, como una alusión al ataque de Antígono contra Egipto. Como tal acontecimiento tuvo lugar en el 329, con posterioridad a la muerte de Aristóteles, el pasaje entero constituiría una interpolación, debida, a juicio de Zürcher, a Teofrasto. Pero esto es muy poco verosímil, dado que Aristóteles puede estar refiriéndose aquí al ataque de Artajerjes Ocos, tras la rebelión de Egipto, en el 350, contra el yugo persa. Cf. n. 244 al L. II.

329 Añádase lo que he dicho, supra , en n. 308.

330 NUYENS , L’évolution de la psychologie d’Aristote , París, 1948, espec. págs. 51-54.

331 Vid. supra , pág. 23, así como n. 159.

332 Cf., entre muchos textos, Anal. Pr . I 3, 25a37; De Interpr . 9, 19a9 ss.; De Gen . II 9, 335a33; Met . VII 7, 1032a20.

333 Ét. Nic . III 3, 1113a30-31.

334 Cf. Ét. Nic . VII 8, 1141b23. Pero aún es más significativa la definición de Mag. Mor . I 35, 1197a1: «sensatez es la virtud que hace capaz de elegir y poner en obra lo que depende de nosotros»; y unas líneas más arriba: «la sensatez se relaciona con la accion, en todos aquellos casos en que se da la elección y el rechazo, así como la posibilidad de actuar o no actuar». Véase sobre la phrónesis el estudio de P. AUBENQUE , La prudence chez Aristote , París, 1963; e igualmente, A. TAKATURA , Aristotle’s theory of practical cognition , La Haya, 1971.

335 Él. Nic . IV 4, 1140a11-14 (texto citado, supra , en n. 255).

336 Cf. el artículo «An aristotelian trilogy: Ethics, Rhetoric, Politics and the Search for moral truth», ya citado en n. 46; especialmente: «moral virtue involves both rational and no rational aspects of the soul insofar as both are able to participate in logos; and this is so because man’s rational faculty is capable of influencing —‘persuading’— his irrational tendencies» (pág. 3).

337 «I quadri socioculturali della Ret. di Aristotele», art. cit. en n. 47, pág. 91.

338 La expresión es de R. Barthes, como he dejado consignado, supra , en la n. 304.

339 Es el juicio de Aristón, transmitido por QUINT ., Inst. Orat . II 15, a que me refería al principio de estas páginas en el contexto de la interpretación éticopolítica de la Retórica de Aristóteles.

340 Que es, como se sabe, el criterio último propuesto por Aristóteles para juzgar sobre argumentos sólo plausibles. Cf. Tóp . I 1, 104a8-9: «es probable lo que así parece a todos los hombres, o a la mayoría, o a los sabios». De donde, en el orden contingente de la praxis, la sabiduría es la ciencia de la felicidad: he sophía tì chrésimos, pôs poieî eudaimonían (Ét. Nic . VII 13, 1143b18).

341 SEXT . EMP ., Adv. Math . II, 7 (ARNIM , Stoic. Vet. Fragm . I 75).

Retórica

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