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DE «IUS» A «DIRECTUM»

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Cuando acaba la historia de Roma, o al menos la del Imperio romano de Occidente, en el año 476, la transformación experimentada por el derecho romano, a lo largo de sus casi mil años de existencia, es impresionante. Queda ya muy lejos el viejo ius, sinónimo de una justicia basada en el respeto de la costumbre tradicional de los antepasados (mores maiorum). La exorbitante expansión territorial romana, la crisis de las guerras civiles, el final de la República y la aparición de un Principado, que se transforma sucesivamente en Imperio y en Dominado, hieren de muerte al ius, que deja de ser un conjunto de acciones procesales para convertirse en un conjunto de «órdenes» imperiales. El derecho deja de ser proceso y se convierte en ley.

Esta importante transformación acaba repercutiendo en la propia terminología. Si originariamente los romanos utilizaban el término ius para referirse a los mecanismos de salvaguarda del orden social, al final de su historia, para referirse a lo jurídico utilizan un término nuevo: directum, palabra de la que deriva el vocablo español «derecho», que en francés se dice «droit» y en italiano «diritto». El término latino «directum» puede traducirse como: derecho, directo o recto (en alemán sigue llamándose «Recht»). No en vano deriva del verbo latino «dirigo», que significa «poner en línea recta», «alinear», del que deriva el adjetivo «directus» que es «lo que se encuentra en línea recta», «alineado».

Lo paradójico es que, como no hay nada nuevo bajo el sol, esta idea de rectitud ya estaba latente en nuestro viejo conocido, el Código de Hammurabi, que en una de sus primeras frases recoge cómo el rey babilonio lo promulga para garantizar el «bienestar del pueblo» enseñándole el «buen camino», haciendo «de la Verdad y la Equidad el asunto más importante»58. Este objetivo es el que justifica la obligatoriedad de los mandatos que se recogen en el «código», las reglas que ya deben acatar los ciudadanos de Babilonia, hace casi cuatro milenios, para obrar «rectamente».

Que el derecho romano deje de ser ius para convertirse en «directum» significa que su función primordial ya no es resolver conflictos sino obligar a todo el mundo a andar más derecho que una vela, para que la vida de los ciudadanos sea conforme a la regla, a la norma, a una ley erigida en el paradigma de lo jurídico. El derecho ya no es sinónimo de «justicia», sino de «ley». No es en esencia una forma «civilizada» de resolver los conflictos humanos, sino un conjunto de reglas dictadas por la autoridad política para configurar el «orden» social. El poder indica lo que es correcto y la sociedad obedece.

La pregunta obligada es si esta victoria del poder sobre el derecho acabó siendo definitiva y lo jurídico quedó para siempre sometido irrevocablemente a la política. Para tranquilizaros os diré que no, porque la sociedad, y más concretamente los seres humanos que la componen, se resisten siempre a que el poder haga de su capa un sayo. En los episodios siguientes, veremos algunos episodios de este secular enfrentamiento entre sociedad y poder dirigido a impedir que el segundo se haga con el control del derecho. Lo cual, como veréis, no es moco de pavo.

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