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LOS IMPERIOS PASAN... PERO EL DERECHO PERMANECE

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La historia de la pervivencia y recuperación del derecho romano es asombrosa, sobre todo porque, a priori, resultaba imprevisible. Fue el fruto de un concurso de circunstancias. Merece la pena contar esta historia porque en ella, como casi siempre, la realidad sobrepasa la ficción. Érase una vez...

En el año 395 un emperador romano nacido en España, Teodosio I, entendió que el Imperio romano era ingobernable por ser demasiado extenso. De ahí que antes de morir optara por dividirlo entre sus dos hijos. Al mayor, Arcadio, le entregó el extremo oriental, con capital en Constantinopla –la actual Estambul–, por entender que en aquel momento era la parte más importante de los extensos dominios imperiales. En cambio, al pequeño, Honorio, le entregó la parte Occidental, menos relevante ya que para Teodosio, Roma había dejado de ser el centro del mundo civilizado.

El cálculo de Teodosio I fue acertado ya que el Imperio de Occidente solo duró 80 años, pues en el 476 un caudillo bárbaro, Odoacro, rey de los hérulos, destronó a Rómulo Augústulo. En realidad, Odoacro no tenía la menor idea que estaba haciendo historia, ya que solo pretendía reunificar el Imperio. Por eso remitió las insignias imperiales al entonces emperador oriental Zenón (474-491), quien lo premió nombrándole cónsul, cargo que si en la Roma clásica constituía la magistratura suprema, a estas alturas de la película, apenas tenía ya significado más allá de lo puramente honorífico. Eso sí, a Odoacro le supo a gloria.

Si para entender a Augusto os recomendaba la extraordinaria serie «Roma», para comprender estos tiempos de decadencia os recomiendo vivamente dos películas convertidas ya en dos clásicos. La primera es «La caída del Imperio Romano», dirigida en 1964 por Anthony Mann que recrea esta época con un aire muy de western, con una Roma incapaz de responder al empuje de los bárbaros, un ejército mermado y desmotivado, un emperador impotente y una sociedad consciente de su ocaso. En esta súper producción de más de tres horas rodada en España, las primeras escenas muestran todo el poder de Roma cuando las legiones desfilan ante el Emperador Marco Aurelio, el mismo que aparece en las primeras escenas de la colosal batalla con la que empieza la soberbia película «Gladiator», ya mencionada. En esta, el gran protagonista es el sucesor de Marco Aurelio, Cómodo, que aparece retratado de una manera, me atrevería a decir, mucho más contemporánea. Dos visiones de la decadencia romana separadas por casi cuarenta años que os permitirán hacer un interesantísimo ejercicio comparativo acerca de cómo ha evolucionado nuestra visión de Roma.

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