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UNOS JEFES POPULARES

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Otra circunstancia más que diferencia profundamente los reinos germánicos del desaparecido Imperio romano es que los líderes germánicos eran reyes y no emperadores. Su legitimación como jefes no venía impuesta desde arriba sino desde abajo por la colectividad. La propia noción de «jefe» les era en gran medida ajena, porque los pueblos germánicos originariamente no tenían líderes permanentes. Solo designaban uno para superar una situación de necesidad extrema, como, por ejemplo, un ataque externo. Y esta designación, que se hacía por un período determinado, hasta que cesaran las circunstancias excepcionales, competía al pueblo. Tácito en su Germania nos indica que los reyes se escogían «en virtud de nobleza» (ex nobilitate), lo que significa que debían pertenecer a una familia «bien». Además, para ser elegido, era indispensable poseer cualidades personales sobresalientes, lo que hoy llamaríamos carisma.

En alemán el rey es el König, palabra que viene del vocablo protogermánico kuninggaz, que evolucionó en la vieja lengua sajona como kuning. Según Lupoi, ello deriva de la palabra cyning que simplemente hace referencia al hecho de pertenecer a una determinada familia. En una de las más antiguas compilaciones de leyes germánicas, Las Leyes de Aedelberto de Kent (c.590-616), «cyning» alude a una persona de «noble nacimiento», que desciende de una estirpe real.


Imagen 13. Una vez elegidos, los reyes germánicos adoptaban los símbolos de la realeza. Corona votiva de Recesvinto (siglo VII). Tesoro de Guarrazar.

Los reyes germánicos, a diferencia de los emperadores romanos, son unos jefes populares. Por eso se denominan reyes de su «nación». Así, son reyes de los visigodos, de los francos, de los burgundios, de los lombardos. Es muy significativo que el título de «rey de Francia» solo sea utilizado por vez primera por Felipe Augusto a comienzos del siglo XIII, ocho siglos después de la aparición del Reino de los francos, lo que significa pura y simplemente que todos sus predecesores en el trono habían seguido siendo reyes «de los francos». Por el mismo orden de consideraciones Napoleón, cuando en 1804, opta por abolir la Primera República francesa, creada en 1792, y restaurar la monarquía, decide inversamente no adoptar el título de Emperador de Francia, sino el de «Emperador de los franceses». Porque estaba más en consonancia con los valores «democráticos» de la Revolución francesa, adoptados oficial y formalmente por el emperador Bonaparte para enmascarar el drástico cambio de régimen.

Depender de los súbditos es, sin duda, como diríamos hoy, más democrático, pero también debilita el poder del que manda. Los emperadores romanos no eran elegidos por la ciudadanía y ello les permitió mantener el concepto de «autoridad pública» prácticamente hasta el final. En cambio, a los reyes germánicos les costaba Dios y ayuda mantener el orden evitando las peleas entre los diferentes clanes que integraban cada «nación» germánica.

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