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2, 21-23

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21 Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Yahvé hará grandes cosas. 22 Animales del campo, no temáis, porque los pastos del desierto reverdecerán y los árboles llevarán su fruto; la higuera y la vid darán sus frutos. 23 Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en Yahvé, vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo (el maestro de justicia), y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía, como al principio.

La promesa anterior se desarrolla aquí aún más, y Joel convoca a la tierra (2, 21), a las bestias del campo (2, 22) y a los hijos de Sión (2, 23) para que gocen y exulten ante este poderoso hecho del Señor, que les ha liberado de esta destrucción amenazadora.

2, 21. La tierra ha sufrido por la gran sequía, conectada con los enjambres de langostas; las bestias del campo han gemido a causa de la destrucción de todas las plantas y de la vegetación de todo tipo; los hombres se han lamentado ante la calamidad inusitada que ha caído sobre tierra y pueblo. Por eso, el profeta llama aquí a todos para que no teman, sino que exulten y se regocijen y les ofrece en cada caso una razón que responde a su llamada.

En el caso de la tierra, introduce el pensamiento de que Yahvé ha hecho grandes cosas en línea de salvación: ha destruido al enemigo, que hacía cosas importantes, pero en el sentido de destructoras. En el caso de las bestias, evoca el verde de los pastos y el crecimiento de los frutos de los árboles; en el caso de los hombres, él pone de relieve dos cosas: el don de un Maestro para la justicia y la lluvia nueva y vivificadora.

En esta descripción debemos tener en cuenta la forma de concretar los temas, que pone de relieve sus características especiales y sirve para explicar no solo la distinción entre la tierra, las bestias del campo y los hijos de Sión, sino también la distribución de las bendiciones de Dios entre los diversos miembros de la creación que han sido mencionados aquí.

Porque, por lo que toca al hecho mismo, por medio de su triple bendición, Dios ofrece beneficios a los tres elementos de la creación: la lluvia es buena no solo para los hijos de Sión y para los hombres, sino también para los animales y para el campo; y así también el verde de los pastos y los frutos son buenos para animales y hombres.

2, 22. En esa línea, incluso הגדּיל יי לעשׂות (el hecho de que Dios ha realizado grandes cosas) no solo lleva a la bendición de la tierra, sino también a la de las bestias y los hombres. Solo sacando de contexto el orden retórico-poético de este pasaje se puede llegar a la conclusión de que las bestias del campo son los paganos, partiendo del hecho de que en Jl 2, 22 ellas comen los frutos de los árboles, mientras en Gen 1, 28-29 se dice que esos frutos de los árboles son solo de los hombres, pues las bestias solo comen hierba.

Los perfectos de estos pasajes, en las frases explicativas de los tres versos, han de tomarse en el mismo sentido, y no traducirse el perfecto de 2, 21 como pretérito y el de 2, 22 y 2, 23 como presente. El perfecto no se aplica solo a las acciones que el profeta está describiendo desde su punto de vista en el pasado, como ya completadas, o como cosas que pertenecen al pasado, sino a acciones de tipo general, que en el lenguaje de la actualidad aplicaríamos también al presente, como algo que se ha de hacer (Ewald, 135, a, etc.). En ese sentido se utilizan aquí los verbos en pretérito, pues el profeta ve las promesas divinas como un hecho que es incuestionablemente cierto y ya completado, aunque su realización histórica solo ha empezado a realizarse y se extiende hacia el futuro próximo y más lejano. 2, 23. El hecho divino sobre el que el profeta pide a los judíos que se regocijen no se limita a la destrucción de las langostas que habían invadido hace un tiempo la tierra de Judá, y a la revivificación de la naturaleza que había sido destruida y se estaba secando, sino que es un acto de Dios que se está repitiendo constantemente, sean cuales fueren las circunstancias actuales, un acto cuya influencia continúa mientras la tierra dure, pues constituye una promesa y garantía de que (como se dice en 2, 26-27) el pueblo de Dios no será ya puesto en vergüenza para siempre.

Los hijos de Sión no son meramente los habitantes de Sión en cuanto tal, sino que los moradores de la capital se mencionan simplemente como representantes de todo el reino de Judá. Así como la plaga de langostas no ha caído simplemente sobre Jerusalén, sino sobre toda la tierra, así el regocijo del que aquí se habla debe darse en todos los habitantes de la tierra (1, 2.14).

Todos han de regocijarse por Yahvé, que se ha mostrado como su Dios, a través de la destrucción del juicio que les amenazaba, ofreciéndoles ahora una nueva y doble bendición. La bendición es doble por su naturaleza: por un lado, Dios destruye la plaga de langostas; por otro, les ofrece el Maestro de Justicia.

Desde tiempo inmemorial ha existido una disputa sobre el significado de hq"+d"c.li hr<ÞAMh;-ta, (que Reina-Valera ha traducido como “la primera lluvia a su tiempo”). La mayoría de los rabinos y de los comentadores antiguos han seguido al texto caldeo y el de la Vulgata, y han entendido la palabra hr<ÞAM, mōreh, en el sentido de maestro; pero otros, también en número abundante, han tomado esa palabra como “lluvia temprana” (Ab. Ezra, Kimchi, Tanch., Calvino y la mayor parte de los comentaristas calvinistas y modernos).

Pues bien, aunque hr<ÞAM, mōreh, se utiliza en la última frase de este verso en el sentido de lluvia temprana, en todos los restantes casos la lluvia temprana se dice yōreh (Dt 11, 14; Jer 5, 24). Aquí no se puede apelar a Sal 84, 7, porque su significado es discutido. De modo consecuente, la mejor solución está en pensar que Joel ha puesto en la última frase mōreh, en vez de yōreh, en el sentido de “lluvia temprana” por el simple hecho de que antes la palabra de hammōreh ha aparecido en el sentido de Maestro, y lo ha hecho para vincular ambas realidades.

Esta traducción de hr<ÞAMh;, hammōreh, no está solo favorecida por el artículo que se coloca delante, sino también por el hecho de que mōreh no tiene el mismo sentido de yōreh (lluvia temprana), y por el hecho de que la palabra correspondiente y frecuente de malqōsh (última lluvia) tenga artículo.

Nuestra traducción (maestro) queda confirmada por la palabra siguiente, לצדקה (cf. hq"+d"c.li hr<ÞAMh;) que no se puede aplicar a la lluvia temprana, porque no se puede entender en el sentido de “en justa medida”, ni en sentido de “en su tiempo justo” ni como “en la forma perfecta”, porque tsedâqâh se utiliza solo en el sentido ético de “justicia”, y nunca en un sentido físico, ni en 2 Sam 19, 29; Neh 2, 20, ni en Sal 23, 3 ni en Lev 19, 36, donde aparece más bien צדק.

En ese caso (cf. Sal 23, 3) מעגּלי צדק no son los caminos directos o rectos, sino caminos de “justicia” (en el sentido espiritual). Por otra parte, aunque צדק מאזני צדק ,אבני, son sin duda balanzas justas, piedras de peso justas, eso es porque ellas corresponden a lo que es éticamente justo, de manera que de aquí no podemos deducir que en nuestro caso se trate de la lluvia.

Ewald y Umbreit, reconociendo la imposibilidad de probar que tsedâqâh se utiliza en el sentido de a su tiempo, en justa medida, han adoptado la traducción “lluvia para la justificación” o “lluvia de rectitud”. Ewald lo hace tomando a la lluvia como signo de que los israelitas han sido adoptados en la justicia de Dios; por su parte, Umbreit toma la lluvia como manifestación de la justicia eterna que se muestra en el torrente de la gracia que fertiliza a los hombres.

Pues bien, sin entrar en la cuestión de si esos pensamientos están de acuerdo con la doctrina de la Escritura, ellos no se pueden aplicar aquí, pues el profeta no duda de la revelación de la justicia de Dios, ni le ruega por la justificación, sino que ha apelado más bien a la compasión y a la gracia de Dios desde su conciencia de pecado y de culpa, y ha pedido que sea perdonado y rescatado de la destrucción (Joel 2, 13.17).

Por eso, pensamos que la frase significa aquí “maestro de justicia”, pero añadiendo que ella no se ha de aplicar ni solo al profeta Joel (Hofmann), ni directamente al mesías (Abarbanel), ni a un cuerpo ya fijado de mensajeros de Dios (Hengstenberg), aunque algunas de esas suposiciones tienen algo de verdad. Esa expresión evoca ante todo los diversos tipos de maestros (profetas, instructores) que el pueblo de Dios ha tenido a lo largo del tiempo, siendo así dirigido por Dios.

La referencia única o exclusiva a un mesías concreto va en contra del contexto, pues todas las frases explicativas de 2, 21-23 tratan de las bendiciones o dones de Dios que han sido concedidos por Dios de un modo parcial, en tiempos particulares. En esa línea, debemos añadir, partiendo de 2, 23, que el envío de la lluvia está representado por ויּורד (imperfecto con waw consecutivo), sea a consecuencia del envío del maestro de justicia, sea como acontecimiento contemporáneo al envío de ese maestro.

Aparentemente, esas circunstancias están a favor de la aplicación de la expresión al profeta Joel. Sin embargo, no es probable que Joel se describa a sí mismo como maestro para la justicia, o que diga que ha sido enviado al pueblo como objeto de exultación en la justicia. Sin duda, él ha pedido al pueblo que se vuelva al Señor y que ofrezca súplicas penitenciales pidiendo su misericordia a través del arrepentimiento, de manera que su petición ha sido importante para el retorno de la lluvia, con un tiempo lleno de frutos; pero su discurso y su petición no habría tenido ese resultado si el pueblo no hubiera sido instruido antes por Moisés, por los sacerdotes y por otros profetas antes de él, en lo que toca a la enseñanza de los caminos de Dios.

En ese sentido podemos decir que todos ellos fueron maestros para la justicia, y han de estar incluidos bajo hammōreh. Pero no podemos detenernos en ellos. Dado que las bendiciones de la gracia, a cuya recepción debía alegrarse el pueblo, no se reducen (como hemos observado) a las bendiciones que han venido al pueblo en este tiempo, es decir, en los días de Joel, sino que abarcan aquellas que el Señor les concede en todo tiempo, de manera que no podemos excluir la referencia al Mesías, que ha sido ya evocado por Moisés, cuando dice que el Señor hará que venga, pidiendo a todos que le escuchen (Dt 18, 18-19); por eso debemos incluir también al Mesías como cumplimiento final de esta promesa.

Esta visión responde al contexto, siempre que tengamos en cuenta que Joel menciona las bendiciones materiales y espirituales que el Señor ha de ofrecer a su pueblo, exponiendo en lo que sigue las bendiciones materiales (2, 23-27) y las espirituales (2, 28-32), y lo mismo a lo largo del cap. 3. Unas bendiciones y otras son consecuencia del don del maestro para la justicia. Por eso, la expansión del tema a los dones salvadores para la tierra se indica con las palabras ~k,ªl' dr<AYæw: con un waw consecutivo.

Como primero de esos dones, Joel menciona la ~v,G<±, geshem, lluvia buena o abundante, para fertilizar la tierra; y después la define de un modo más exacto como hr<îAm ~v,G<±, es decir, la lluvia temprana que cae en el otoño, que es el tiempo de la siembra, lluvia que es necesaria para que germine y crezca lo sembrado, y luego como vAqßl.m;, lluvia tardía, que debe caer en primavera, un poco antes del tiempo de la cosecha, necesaria para que madure la mies (cf. Comentario a Lev 26, 3). בּראשׁון, en el principio, es decir, primero (como ראשׂנה en Gen 33, 2, igual que כּראשׁון en Lev 9, 15 en vez de בּראשׂנה en Num 10, 13), no en el primer mes (texto caldeo, etc.), o en lugar de כּבראשׂנה, como antes (LXX, Vulgata y otros). Porque בּראשׁון corresponde a אחרי־כן en Joel 2, 28 (Heb 3,1), como reconocen Ewald, Meier y Hengstenberg.

El texto se refiere así ante todo (es decir, “primero”) a la caída de una lluvia abundante, una manera concreta de expresar todas las formas de bendición de la tierra, indicadas y condensadas de esa forma, en oposición a la maldición causada por la seguía. Y después de eso tratará de la llegada de las bendiciones espirituales (2, 28‒3, 21).

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores

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