Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores - C. F. Keil - Страница 129

2, 24-27

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24 Las eras se llenarán de trigo y los lagares rebosarán de vino y aceite. 25 Yo os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. 26 Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Yahvé, vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. 27 Conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Yahvé, vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado.

Estos son los efectos de la lluvia. Joel 2, 24 dice prácticamente lo mismo que 2, 19, y se opone a 1, 10-12. השׁיק (aquí como: Wqyviîhew>), de שׁוּק, en hifil solo aquí y en 3, 13, desbordar. יקבים, los recipientes de las prensas de vino, en los que se recoge el vino prensado; aquí se aplica también a las vasijas o recipientes en los que se recoge también el aceite prensado.

Por estas cosechas abundantes, Dios reparará a su pueblo por los años (es decir por el producto perdido de los años) que han sido devorados por las langostas. El plural ~ynIëV'h;, shânīm, años, no es una prueba de que Joel se refiere al hecho de que la langosta se haya mantenido como plaga por varios años, pues se emplea de un modo indefinido y general, como en Gen 21, 7, o con un sentido intensivo, como expresión poética de la grandeza y violencia de la devastación pasada.

Sobre los diferentes nombres de las langostas, cf. 1, 4. Hay que observar aquí que la cópula se coloca delante de los dos últimos nombres, pero no se refiere a ql,Y<ß, yeleq, de manera que los tres últimos nombres se vinculan entre sí como coordinados (Hitzig), de manera que ellos se aplican simplemente como epítetos diferentes utilizados para hB,êr>a;, 'arbeh, que es la langosta en sentido general.


29. Como está preguntando sobre temas del pasado, de acuerdo con el mandamiento de Moisés en Dt 32, 7, el profeta interroga a los ancianos, a quienes ha enseñado una larga experiencia, y que están acostumbrados, por tanto, a indicar que una cosa, cuando es muy inusual, no pertenece al curso de la naturaleza, tal como ellos la han observado a lo largo de muchos años. Y dado que esta calamidad, causada por los insectos que se nombran en el texto, oprime a la tierra y a los hombres de una forma más dura que la usual, él les pide que alarguen su memoria hacia los días antiguos, y vean si algo de ese tipo había sucedido naturalmente en otro tiempo; y en el caso de que no encuentren ejemplo antiguo, el profeta les pide que reconozcan aquí la mano del Dios de los cielos (cf. Tarnov).

30. Bochart (Hierozoon iii. p. 290, ed. Ros.) ha sostenido la misma opinión. “Si a cada especie de langosta se le asignara la comida de un año, no se podría haber dicho que ‘arbeh ha comido lo que ha dejado gâzâm, ni se podría decir que yeleq ha comido los restos de ‘arbeh, ni châsīl lo que dejado yeleq; porque los productos de un año no son los restos del producto del año anterior, ni se puede pensar que lo que brota en un tiempo futuro es lo que ha quedado del año anterior”. Por tanto, sea que la plaga haya durado solo un año, o haya sido repetida a lo largo de varios (lo que me parece más probable a partir de 2, 5), creo que los diferentes tipos de langosta no han de ser asignados a años distintos, sino que todos esos tipos han entrado en Judá el mismo año; lo que se está diciendo es que cuando un enjambre de langostas se va viene otro, para comer lo que encuentre, si queda algo; y que esto se fue repitiendo todo el tiempo necesario para consumir todo, de manera que no quedó comida alguna para hombres o para otros animales.

31. H. Ludolf, en su Histor. Aethiop. i. c. 13, 16, hablando de las langostas, dice: “Nada queda incólume, ni hierbas, ni ramas, ni árboles. Todo lo que tiene algo de verdor o está cubierto por hojas queda consumido, como si lo quemara el fuego. Incluso la corteza de los árboles queda consumida por sus dientes, de manera que el daño producido por las langostas dura más de un año”

32. Así lo describe el monje portugués Francisco Álvares (en Oedmann, Vermischte Sammlungen, vi. p. 75): “El día anterior a la llegada de las langostas pudimos inferir que algo estaba sucediendo, por un reflejo amarillo en el cielo, proveniente de sus alas amarillas. Tan pronto como apareció la luz no pudimos tener la mejor duda de que se estaba aproximando un enorme enjambre de langostas”. Él dice también que durante su estancia en la ciudad de Barua pudo ver el fenómeno, y de una forma tan intensa, que la misma tierra tenía un color amarillo por los reflejos. El siguiente día llegó el enjambre de langostas.

33. Así dice Jerónimo: “Nosotros mismos vimos (otros manuscritos: oímos) esto mismo últimamente en la provincia (Palestina). Porque cuando los enjambres de langostas vienen y llenan toda la atmósfera entre la tierra y el cielo ellas vuelen con tal orden, conforme al mandato de Dios, que conservan siempre el mismo orden, como las plazas de un pavimento de teselas o azulejos mantienen la misma figura, sin que varíe ni siquiera en un dedo la estructura”. “El profeta sigue diciendo que entran por la ventanas, y que en el caso de caer no se rompen… No hay ningún camino imposible para las langostas, de manera que ellas penetran en los campos, en los cultivos, llenando las ciudades y las casas, de manera que no se detienen ni siquiera en las habitaciones particulares”.

Como observa Teodoreto en su comentario a Joel 2, 8: “Así puedes ver a las langostas, como un ejército enemigo, subiendo por los muros y avanzando por los caminos, de manera que no se separan y dispersan por nada, sino que siguen avanzando hacia adelante, como si tuvieran un plan concertado”. Y sigue diciendo sobre Joel 2, 9 : “Y esto lo hemos visto con frecuencia, no solamente con los ejércitos enemigos, sino con las langostas, no solo cuando vuelan, sino cuando trepan por las paredes, e incluso cuando atraviesan las ventanas, entrando en las mismas casas”.

34. La idea de que estas palabras se refieren a los intentos de detener el avance de las langostas con la fuerza de las armas (para lo que Hitzig apela a Livio, Hist. xlii. 10, a Plinio, Hist. n. xi. 29 y a Hasselquist, Reise nach Pal. p. 225), resulta totalmente inapropiada. Todo lo que dice Livio es ingenti agmine hominum ad colligendas eas (locustas) coacto (habiéndose utilizado un gran número de hombres para recoger las langostas); por su parte, Plinio dice meramente necare et in Syria militari imperio coguntur, es decir, que en Siria se empeñan en combatir contra las langostas con un tipo de poder militar.

Por su parte, todo lo que dice Hasselquist es que algunos, tanto en Asia como en Europa, a veces, salen al campo con un equipamiento militar; pero esto es falso, al menos por lo que respecta a Europa. Lo que dicen los testigos es que en Besarabia tienen la costumbre de expulsar a las langostas, que vienen en enjambre, haciendo un gran ruido con tambores y utensilios de cocina, con horcas para el heno y con otros instrumentos ruidosos, con el fin de impedir que ellas se instalen en un campo y también con el fin de expulsarlas. El relato de Hasselquist según el cual un pachá de Trípoli empleó 4 000 soldados contra los insectos, hace pocos años, resulta demasiado indefinido para probar que las langostas suelen ser expulsadas con la fuerza de las armas.

35. Da la impresión de que el profeta habla como si tuviera una conciencia llena de terror, que se eleva con dificultad, tras un tiempo de aflicción, y que comienza a tener esperanza en la misericordia de Dios. De todas formas, la expresión [;dEÞAy ymiî, ¿quién sabe?, en una frase hebrea, no indica duda, sino más bien afirmación, unida al deseo, como si quisiera decir: Y sin embargo, con seguridad, Dios se volverá de nuevo hacia nosotros (Lutero, Enarrat. in Joelem, Opp., Jena 1703, p. iii.).

36. Plinio (Hist. n. xi. 29) dice, Gregatim sublato vento in maria aut stagna decidunt (en grandes masas, llevadas por el viento, mueren en mares y estanques). Y Jerónimo hace el siguiente comentario de este verso: “Incluso en nuestros tiempos, nosotros mismos hemos visto la tierra de Judea cubierta de enjambres de langostas que, tan pronto como se alzó el viento fueron precipitadas al primero o al último de esos mares, es decir, el mar Muerto o el Mediterráneo. Y cuando las orillas de ambos mares (donde las habían arrastrado las olas) estaban llenas de los cuerpos de las langostas muertas, el olor de corrupción se hacía tan dañino que la misma atmósfera quedaba corrompida, de manera que tanto los animales como los hombres sufrían las consecuencias de ello”.

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