Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores - C. F. Keil - Страница 75
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7 De Samaría fue cortado su rey como rama sobre la superficie de las aguas. 8 Los lugares altos de Avén, el pecado de Israel, serán destruidos; sobre sus altares crecerá espino y cardo. Y dirán a los montes: ¡Cubridnos!; y a los collados: ¡Caed sobre nosotros!
Con el destierro del becerro de oro perece también Samaría, y sobre los lugares de los ídolos crecerán las plantas del desierto. שׁמרון מלכּהּ no es un asíndeton, pues Shōmerōn ha de tomarse en un sentido absoluto. De hecho, no solo Samaría, la capital, sino todo el reino fue destruido. Con la palabra HK'_l.m; no se alude a un rey particular, sino en un sentido general, refiriéndose al rey que de hecho había en Samaría, lo que implica que se destruye la misma monarquía (Os 10, 15).
La idea de que las palabras se refieren a un rey particular van no solo en contra del contexto, que no alude a ningún acontecimiento concreto, sino que no concuerdan con la imagen de fondo: como una rama en la superficie del agua, que es arrastrada por la corriente y se desvanece sin haber dejado ni siquiera huella. HK'_l.m; no es espuma (caldeo, Símaco, rabinos), sino una rama rota, una hoja, como muestra claramente qetsâphâh en Joel 1, 7. !w<a'ª tAmåB', bâmōth 'âven, son los edificios vinculados a la adoración de la imagen de Betel ('âven se identifica con Bēth-'ēl, Os 10, 5), el templo allí erigido (bēth bâmōth), con el altar, que incluía posiblemente otros lugares ilegales de sacrificio, que constituían el pecado capital de Israel.
Todo eso vendrá ser destruido de una manera tan radical que espinas y abrojos crecerían sobre los altares arruinados (cf. Gen 3, 18). “Este es el signo de una soledad total, pues no quedarían allí ni siquiera los muros, ni los restos de las edificaciones (Jerónimo). Cuando el reino sea destruido de esa forma, con la monarquía y los lugares sagrados, en su desesperación total, los habitantes desearán que les llegue la muerte y la destrucción.
Decir a las montañas “cubrirnos” y demás, implica mucho más que querer esconderse en las huecos y hendiduras de las rocas (Is 2, 19. 21). Esa palabra expresa el deseo de ser enterrados bajo las montañas y colinas que caen, de manera que los así enterrados no tengan que sufrir más las penas y terrores del juicio. En ese sentido han sido transformadas estas palabras por Cristo en Lc 23, 30, ante las calamidades que llegan con la destrucción de Jerusalén, lo mismo que en Ap 6, 16 ante los terrores del juicio final.