Читать книгу Introducción a la historia económica mundial (2ª ed.) - Carles Sudrià Triay - Страница 29
2. El comercio a larga distancia
ОглавлениеEl comercio, incluso el comercio a muy larga distancia, nunca desapareció del todo, pero hasta el siglo XI la actividad comercial a larga distancia se reducía a unos pocos mercaderes ambulantes, vendedores de productos de lujo. Era un comercio escaso, intermitente y dominado por la oferta: había que comprar cuando llegaban los mercaderes y adquirir lo que traían, si no podía pasar mucho tiempo antes de tener otra ocasión parecida. Por otro lado, era un comercio que de hecho resultaba inexistente para la mayor parte de la población, tanto porque esta vivía fuera de las rutas de los mercaderes como porque tampoco disponía de dinero para pagar los productos ofrecidos.
Era también un comercio que dependía sobre todo de los contactos con los mundos bizantino y musulmán, de donde procedían los productos de lujo (especias, tejidos de algodón y de seda, perfumes, joyas, objetos artísticos...), de modo que era básicamente un comercio en una sola dirección. La contrapartida europea se reducía casi a metales, pieles y esclavos (eslavos), pero en gran parte tenía que saldarse con plata. Por último, era un comercio muy atrasado en comparación con los contemporáneos de los mundos musulmán, bizantino o chino.
De hecho, el comercio tradicional era lento, peligroso y caro, condicionantes que hacían que fuera escaso. La escasez también se debía a la poca capacidad de carga en el transporte terrestre: el mejor de los animales no puede llevar más de 120 kilos. Estos obstáculos fueron reduciéndose, aunque de forma muy lenta y desigual, a lo largo de la etapa preindustrial: su superación solo sería posible con los nuevos medios de transporte aportados por la Revolución Industrial.
Las dificultades que debía afrontar el comercio eran distintas dependiendo de si se utilizaban rutas terrestres o acuáticas. Por tierra, la lentitud venía marcada por el paso del hombre y de los animales, la carencia de caminos en buen estado y, también, por la necesidad de cargar y descargar las mercancías cada día, a lo que había que añadir las dificultades que ofrecía la naturaleza: lluvias, nieve y barro, puertos de montaña cerrados en invierno o ríos que había que pasar a vado o en barca (los puentes eran muy escasos).
Este raquitismo comercial mejoraba un poco con el comercio acuático, tanto el marítimo –a pesar de que era estacional (limitado a las épocas de buen tiempo) y de cabotaje– como el fluvial. El transporte acuático permitía comercializar mercancías menos valiosas, aunque no menos necesarias (sal, vino, cereales). Sin embargo, las vías acuáticas solo permiten relacionar espacios geográficos restringidos, si bien es cierto que a veces muy lejanos, y tampoco estaban exentas de problemas: era fácil bajar los ríos, pero remontarlos era lento y difícil; por mar había que esperar vientos favorables o avanzar lentamente navegando a remo.
En cuanto a los peligros, estaban los de la propia naturaleza (tormentas, aludes, ríos difíciles de atravesar, playas poco accesibles, naufragios), pero sobre todo los que añadía el hombre: la piratería y el bandolerismo, a menudo practicado por los propios señores feudales.
La combinación de lentitud y peligro hacía que el comercio fuera caro. A los gastos del viaje (alimentación y refugio para personas y animales, pérdida de parte de las mercancías, gastos más onerosos cuanto más lento era el viaje) había que añadir pagos justificables (barcajes, pontazgos) y exigencias de las autoridades locales: peajes, derechos de puerta (portazgos) o de mercado, etc. A consecuencia de todo este conjunto de obstáculos, solo las mercancías de poco peso y volumen y alto valor añadido podían justificar las expediciones comerciales, si bien por vía acuática el comercio de los artículos de lujo permitía llevar como lastre productos más pesados y menos valiosos.
Pese a tales dificultades, el comercio europeo experimentó un gran crecimiento e importantes transformaciones a lo largo de la etapa que estudiamos. El crecimiento fue posible en parte por la mejora en los transportes: ya desde el siglo XII hubo una preocupación significativa por la construcción y mejora de caminos, puentes y muelles de carga, y la creación de hostales y monasterios-refugio a los pies de los puertos de montaña. También se luchó contra los obstáculos que ponía el hombre (piratería, bandidaje, peajes...) mediante la organización de caravanas armadas y la obtención de privilegios y seguridades fuera del propio país. Sin embargo, la mejora más importante se produjo en el transporte marítimo, con la construcción de naves más grandes y manejables con menos marineros, mejoras en la disposición de las velas y, hacia finales de la Edad Media, con la introducción del timón de popa, que facilitaba el gobierno de la nave, y la brújula, que eliminaba la conveniencia de no perder de vista la costa. De hecho, el timón y la brújula son las innovaciones básicas que permitieron los grandes descubrimientos de finales del siglo XV.