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2.2.1 El siglo del predominio ibérico

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Castilla no encontró en América una vida comercial organizada. La explotación del nuevo continente se basó en el saqueo, la ocupación del territorio y la sumisión o aniquilamiento de los indígenas, y más tarde en la organización de la producción. El saqueo, sobre todo de los tesoros de los imperios azteca (México) e inca (Perú), fue muy rentable, y fue seguido de la explotación de minas de plata, primero en Potosí (en la actual Bolivia) y más tarde también en México.

Portugal, en cambio, organizó la explotación colonial como una empresa comercial: se trataba de llevar a Europa los productos de la India (especias, tejidos de algodón y de seda, joyas...) a un precio mejor que el de la ruta tradicional del Próximo Oriente. Para conseguirlo ocuparon enclaves (factorías) a lo largo de las costas de África y en India, desde los cuales comerciaban con los mercaderes indígenas. El principal problema era cómo pagar las compras: las manufacturas europeas ofrecían pocos productos atractivos para el comercio oriental, con lo cual se debía partir proveído de importantes cantidades de oro y plata, obtenidas en parte drenando las existencias en Europa y el resto en África. Solo fue posible una financiación suficiente con la llegada de metal precioso de América (oro y, sobre todo, plata), obtenido del saqueo de las acumulaciones seculares de los indígenas y de la conquista de los imperios azteca e inca, pero sobre todo de la puesta en explotación de las minas de plata del Perú y de México. El metal precioso americano fue el elemento definitivo para la integración comercial a escala mundial.

Sin embargo, debe advertirse que esta integración comercial fue limitada, lenta y cambiante. Limitada porque solo afectaba directamente a las zonas de más fácil comunicación (puertos y zonas próximas) y los productos más deseados por el comercio internacional, pero también porque el volumen de mercancías implicado era muy pequeño, por lo que tenía poca incidencia sobre el conjunto del comercio, y todavía menos sobre el conjunto de la economía europea. Lenta porque las expediciones duraban mucho tiempo (un año y medio para ir y volver de Lisboa a la India), pero en especial porque tanto el crecimiento del comercio como la ampliación de las áreas afectadas se produjeron muy paulatinamente. Cambiante porque los países más avanzados y las formas de explotación experimentaron también variaciones importantes.

En el siglo posterior a los grandes descubrimientos el esquema básico del gran comercio intercontinental era el siguiente: el metal precioso americano llegado a Sevilla servía, en parte, para pagar los gastos exteriores (político-militares) de la monarquía hispánica y para saldar el déficit comercial provocado por la importación de especias (de Lisboa) y de manufacturas (del centro-norte de Europa). La parte que salía hacia Lisboa financiaba directamente el comercio con Oriente; la que iba a la Europa noroccidental vivificaba todo el comercio europeo, en especial el comercio con el Báltico. Las manufacturas del noroeste de Europa satisfacían la demanda ibérica y eran en parte reexportadas hacia la India y hacia América.

Este era el circuito básico, formado por el triángulo Sevilla-Lisboa-Flandes y las dos rutas extraeuropeas hacia América y Asia. El centro principal eran las ciudades flamencas –primero Brujas, después Amberes y finalmente Ámsterdam–, dado que, por varias razones, pero en especial por el predominio manufacturero, el centro de gravedad de la economía europea se fue desplazando desde el Mediterráneo (especialmente Italia) hasta las orillas del mar del Norte.

En la Edad Moderna, el antiguo condado de Flandes recibe también el nombre de Países Bajos. A finales del siglo XVI, a consecuencia de la revuelta contra la monarquía hispánica, quedó dividido en unos Países Bajos septentrionales (Holanda) y unos Países Bajos meridionales (Flandes o Bélgica).

Además del circuito básico, hay que tener en cuenta como mínimo dos circuitos secundarios. El comercio mediterráneo seguía siendo muy importante en el siglo XVI, sobre todo en las rutas de Venecia a Egipto, por un lado, y con la Alemania del sur, por otro. El segundo circuito secundario, aunque importante, era el del Báltico, de donde provenían materias primas con una fuerte demanda en la Europa occidental, como cereales, maderas y otros productos para la construcción naval (cola, resina), a cambio de sal y productos de lujo: vino, especias, manufacturas... Tanto a través de Egipto como hacia el Báltico, el comercio tenía que saldarse también con fuertes cantidades de plata.

Introducción a la historia económica mundial (2ª ed.)

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