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2.3.3 Crédito y banca

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Y es que el crecimiento experimentado por la actividad comercial no habría sido posible sin el crédito y la banca. Las formas más sencillas de crédito comercial, la cesión de mercancías o de dinero para comprar mercancías con la promesa de devolver el valor obtenido con creces (interés), aparecen muy pronto y en todas partes, aunque algunos grupos, como los llamados lombardos (de Lombardía), se especializaron en el préstamo de feria a feria, que permitía a un mercader sin recursos suficientes obtener crédito para comprar mercancías, vender estas mercancías en otro lugar y liquidar la deuda en la próxima feria. Estos primitivos prestamistas itinerantes dejaban su dinero o el de aquellos que lo habían cedido con esta finalidad. La aparición de la banca permitió que el crédito adquiriera una importancia mucho mayor.

La banca, y sobre todo la técnica bancaria, proceden del cambio de moneda: el cambista o banquero es el especialista que conoce el valor de las diferentes monedas y facilita su intercambio, ganando así una comisión. Pronto los banqueros añadirán al cambio el depósito: el banquero dispone de una caja fuerte en la que acepta que los clientes depositen su dinero, o para que el banquero pueda adquirir la moneda por la que lo quieren cambiar o bien por seguridad. Los mercaderes pronto encontraron cómodo enviar a sus acreedores a cobrar al banco. Este puede entregar el dinero o anotar el crédito en el haber del acreedor y el débito en el debe del deudor. La culminación de este proceso es el crédito: los banqueros, a sabiendas o no de sus clientes, aprovechan una parte de los fondos depositados para prestarlos a terceros a cambio de un interés. Es el negocio bancario.

Los progresos posteriores vinieron de la creación de bancos especializados en el giro y de los bancos centrales. Los primeros bancos de giro, es decir, especializados en el negocio de las letras de cambio, aparecieron en Italia, de donde fueron imitados y perfeccionados en Flandes: el Wisselbank de Ámsterdam sirvió de modelo para muchos bancos de giro en el norte de Europa.

La letra de cambio, una orden de pago que debe hacerse efectiva en otro lugar, en otra moneda y al cabo de un cierto tiempo, fue el principal instrumento del crédito comercial y de los pagos a larga distancia. Para evitar la condena eclesiástica al interés, este se camuflaba en el cambio, el valor atribuido a las monedas que intervenían en la operación.

Aunque ya existían bancos públicos desde el siglo XV (el primero, la denominada Taula de Canvi de Barcelona, creada en 1401), su transformación en bancos centrales, prestamistas del estado, gestores de la deuda pública y emisores de papel moneda tuvo lugar por vez primera con la fundación del Banco de Inglaterra en 1694. La iniciativa pronto fue imitada en Francia, pero el exceso de emisión de papel moneda llevó al Banco Central francés a la quiebra en 1720, de forma que el Banco de Inglaterra fue casi el único banco central de la etapa preindustrial: el español Banco de San Carlos no sería creado hasta 1782, sin mucho éxito, y el resto de países no dispusieron de bancos centrales hasta el siglo XIX.

Junto a la banca hay que citar también la bolsa. Su precedente son las lonjas de contratación de mercancías, a algunas de las cuales se añadió con el tiempo la contratación de títulos de deuda pública y, posteriormente, de acciones de las grandes compañías comerciales y otras sociedades por acciones. La primera bolsa fue la de Amberes, inaugurada en 1487; un siglo más tarde aparecieron, con poca diferencia entre ellas, las de Lión, Londres y Ámsterdam, y a finales del siglo XVII y principios del XVIII, las de Berlín, Basilea y París.

Introducción a la historia económica mundial (2ª ed.)

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