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3.1 La industria textil

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En el conjunto de Europa la principal actividad manufacturera era la producción de tejidos. La región que lideraba esta producción para el comercio internacional era Flandes. Los tejidos de lana gruesa (paños) de Flandes lograron una calidad que los hacía competitivos en el resto de Europa occidental y, hecho todavía más importante, consiguieron introducirse en los mercados del Próximo Oriente. De hecho, los tejidos fueron el producto principal del comercio a larga distancia durante toda la etapa preindustrial. Las otras actividades importantes fueron la obtención y la elaboración de metales y la construcción, tanto de edificios como de naves.

La industria textil no experimentó grandes transformaciones técnicas, pero sí una gran cantidad de pequeños perfeccionamientos y cambios en los productos principales. En el sector lanero el cambio principal fue la aparición en el siglo XVI de la nueva pañería, más variada, más ligera, más barata y más adaptada a los climas cálidos que la vieja pañería tradicional, que había enriquecido a las ciudades flamencas e italianas en la Edad Media. La nueva pañería exigía menos materia prima, menos trabajo y menos instalaciones; era de inferior calidad, pero mucho más barata. Aunque nació en Flandes, se difundió rápidamente por Inglaterra, que sería el principal país exportador, y también por Francia.

La industria textil sedera no era tan importante en producción y empleo, pero sí en valor. Los primeros centros importantes se encontraban en Italia, donde en el siglo XVI Bolonia disponía de una gran máquina de hilar seda, un ingenio muy complejo pero muy efectivo que la ciudad intentó mantener como secreto industrial, aunque no lo logró por mucho tiempo. Su difusión por el valle del Po hizo que Italia se especializara en la producción de hilo de seda, que era exportado a todas partes, pero sobre todo a Lión, que hasta el siglo XIX sería el principal centro textil europeo de la seda.

El lino y el algodón, a pesar de ser fibras trabajadas desde la Edad Media, no adquieren importancia hasta el siglo XVII: el lino era utilizado en la confección de velas, sacos y telas sencillas, pero también de tejidos finos (de hilo), que se beneficiaron mucho de la difusión de la ropa interior y de la demanda colonial. Fue en gran parte una industria rural, en la que a menudo los mismos campesinos que cultivaban el lino lo manufacturaban. Sus principales centros productores fueron Flandes, Francia (Bretaña y Normandía), Gran Bretaña (especialmente Escocia e Irlanda) y algunas zonas de Alemania (Baviera, Silesia, Westfalia). En el siglo XVIII la demanda de estas zonas superaba a la producción de fibra, por lo que se importaba mucho lino de Rusia y de los países bálticos.

La última fibra que tuvo importancia en Europa fue el algodón. Aunque era conocido y trabajado desde antiguo, tuvo una escasa difusión hasta que a principios del siglo XVIII la prohibición de importar callicoes de la India dio lugar a imitaciones de este tejido, que tuvieron una gran aceptación tanto en Europa como en las colonias. El sector algodonero se concentró en puntos concretos de Europa (el alto valle del Rin, Cataluña), pero sobre todo en Inglaterra: la mecanización de la hilatura de algodón se suele considerar el primer episodio de la Revolución Industrial. Como antecedentes de la maquinaria que en la segunda mitad del siglo XVIII revolucionaría la producción de hilo de algodón, se pueden citar ya en el siglo XVII el telar de cinta, que multiplicaba por cuatro la producción, o las máquinas de hacer medias.

Introducción a la historia económica mundial (2ª ed.)

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