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El camino de las contradicciones internas del ELN
ОглавлениеEn el desarrollo alcanzado por el ELN, hasta 1967, se venía presentando internamente una serie de contradicciones en el aspecto político e ideológico, que hacían referencia, entre otras cosas al papel de lo político y lo militar en la lucha revolucionaria. Pese a que las contradicciones tenían un origen múltiple cuyo fundamento esencial lo constituían concepciones políticas, prácticas culturales, circunstancias psicológicas, realidades específicas de la cotidianidad de la vida guerrillera, etc., comenzaron a desarrollarse intereses particulares en torno al poder de la Organización a través de aspectos predominantemente morales que condujeron a la postre a un manejo maniqueo de estas.
En la lucha por sostener el ELN como un proyecto político-militar, fueron madurando puntos de vista y actitudes que se convirtieron con el tiempo en causa de marcadas “desviaciones” políticas y prácticas militaristas inconcebibles, cuya expresión interna fue el tratamiento inadecuado a las diferencias ideológicas y el sacrificio innecesario de vidas humanas. La contradicción central giraba en torno a la subordinación de lo político a lo militar o viceversa, pero se desdobló en una confrontación entre quienes provenían del trabajo urbano y quienes avalaban el trabajo rural como fundamento esencial del proyecto armado. Lógicamente, quienes tenían una mayor inclinación a fortalecer el trabajo político eran los integrantes de extracción urbana, que habían sido fogueados en la lucha de masas y en los movimientos de izquierda, y tenían una concepción práctica y una experiencia acumulada de ese tipo de trabajo que los convocaba a defenderlo como un elemento capital para que el proyecto se fuera “llenando de pueblo”. Quienes tenían una mayor inclinación hacia el desarrollo del aspecto militar eran los integrantes de extracción campesina, que no eran muy hábiles para el trabajo político, vivían en un analfabetismo político mayor y contaban con unas condiciones físicas, intelectuales, socioculturales y de adaptación al medio, que los convocaba “naturalmente” hacia las prácticas militares; pero además, toda su experiencia cercana en la lucha política estaba en relación con la época de La Violencia y el desarrollo de las guerrillas liberales.
Poco a poco, se fueron configurando dos grupos que llevaron a que los aspectos de la contradicción se polarizaran, en lugar de integrarse y complementarse en una práctica consecuente con lo que se promulgaba. Estaba, por un lado, el grupo de los citadinos, que hacía los énfasis en el aspecto político del trabajo revolucionario, liderado por Víctor Medina Morón; por el otro, estaba el de los campesinos, cuyo énfasis se centraba en el desarrollo del aspecto militar y que lideraba, en alguna forma, Fabio Vásquez.
El año de 1967 fue de bastante tensión y dificultades para el ELN, los operativos militares en el área del Opón obligaron a la Organización a desplegarse hacia el cerro de los Andes. Allí, en un ambiente enrarecido, surgen de nuevo las contradicciones y el enfrentamiento de los dos grupos que se venían configurando. Desde mediados de julio y hasta septiembre, la guerrilla deja de operar militarmente para discutir y elaborar el plan de trabajo de los meses siguientes. En esas reuniones, la situación se fue haciendo cada vez más difícil; el principio de la autoridad suprema en el primer responsable de la Organización se impuso sobre las observaciones y puntos de vista de quienes, haciendo parte del Estado Mayor, tenían sus reservas frente a lo que se planteaba y maduraban sus propios criterios.
Durante estos meses se produce el fusilamiento de Heriberto Espitia, en medio de circunstancias confusas y sin ningún tipo de explicación104. La muerte de Espitia aumenta los niveles de tensión, haciendo que el ambiente y las discusiones se tornaran más difíciles y las decisiones más complejas. Una atmósfera de hostilidad frente a Víctor Medina Morón y quienes lo acompañaban se fue levantando, y poco a poco, todo el ejercicio del poder se centró en Fabio Vásquez; comenzaron a presentarse roces personales e incidentes violentos que ahondaron la profundidad de la crisis y la fueron conduciendo hacia definiciones extremas. El 10 de octubre de 1967, Fabio decide separar de la segunda responsabilidad a Medina, dejándolo en el Estado Mayor en igualdad de condiciones a los demás. Ricardo Lara Parada se convierte en el segundo al mando.
Conforme a lo establecido por el plan de trabajo, el grupo guerrillero se dividió en cuatro comisiones. Una comisión al mando de Manuel Vásquez y Luis José Solano, cuya orientación era desplazarse al sur del departamento, reconocer el terreno, establecer contactos con los campesinos, examinar las condiciones geográficas y socioeconómicas de esa región y mirar las posibilidades de construir trabajo organizativo. Una segunda comisión estaba al mando de José Ayala y Julio Portocarrero, y se debía dirigir hacia la zona llana, con la función de recontactar campesinos, apoyar logísticamente a la guerrilla, buscar el frente Camilo Torres, o lo que quedara de él, y combatir si se presentaba la oportunidad (era la única comisión con autorización para enfrentar al Ejército); en ese grupo estaba Juan de Dios Aguilera, que se había articulado a la guerrilla después de haberse fugado del lugar de reclusión en que lo tenían como consecuencia de su captura en Barrancabermeja, donde se desempeñaba como dirigente petrolero. La tercera comisión permaneció en el cerro de los Andes a cargo de Fabio Vásquez, con el propósito de establecer allí las bases para una retaguardia. La última comisión quedó al mando de Víctor Medina, y de ella hacía parte Julio César Cortés; tenía por objetivo localizarse en la zona de Riofuego y desarrollar durante algunos meses trabajo político-organizativo.
Pese a los esfuerzos que el conjunto de la dirección realiza para sortear las dificultades políticas internas, y del deseo y la buena voluntad de sobreponerse a las limitaciones, dándole prioridad a la defensa del proyecto en su conjunto, la crisis sigue madurando y se van configurando los bloques que han de extremar la confrontación105. La división en comisiones se realizó como una estrategia para aliviar los polos de contradicción; no obstante, cada una de ellas llevó en su interior partidarios de la otra. Así, la conducida por Manuel Vásquez y Luis José Lozano Sepúlveda, la acompañaba Heliodoro Ochoa, quien días antes, había tenido un altercado con Fabio, recriminándole sus privilegios y enjuiciándole el procedimiento anormal de la ejecución de Heriberto Espitia. De la comisión originada por José Ayala y Julio Portocarrero, hacía parte Juan de Dios Aguilera, quien extremaría la contradicción colocando el conjunto del grupo que lideraba Medina Morón, en condiciones de indefensión.
La situación entonces no era fácil, la vigilancia de las partes y el acomodamiento de los hechos a la consolidación de puntos de vista e intereses específicos generaron un tipo de lectura maniquea de cada suceso, agrandándolo o empequeñeciéndolo según las necesidades de la confrontación interna. Acontecimientos que en otras circunstancias podrían pasar desapercibidos recibieron un tratamiento que no se articulaba a las definiciones políticas y disciplinarias internas con mucha coherencia. Se comenzó a esculcar en detalle el comportamiento individual de cada uno de los miembros de las partes, levantándose extensos expedientes imaginarios sobre la base de supuestos y visiones acomodaticias106.
Los últimos meses del año de 1967 fueron particularmente difíciles para el desarrollo interno de la Organización. Pese a los intentos por no llevar las contradicciones a extremos, la dinámica misma del proceso de enfrentamientos había avanzado tanto, que comenzaron a producirse iniciativas individuales que terminaron por complicar las cosas. En la comisión comandada por José Ayala empezó a madurar un movimiento de inconformidad con la dirección, por las actitudes personales de este, que arriesgaba el grupo para satisfacer sus necesidades sentimentales y asumía frente a la crítica una postura autoritaria y descalificadora. Como consecuencia del comportamiento irregular e indisciplinado de Ayala, se produce, en su ausencia, una emboscada a la comisión en la que pierde la vida Hermías Ruiz107, uno de los estudiantes que había seguido los pasos de Camilo a la guerrilla y que jugaba un papel importante en el área de salud.
A mediados del mes de enero de 1968, en el grupo de Ayala se genera un movimiento conspirativo, del que hacen parte Juan de Dios Aguilera y Ovidio Camacho, un campesino que se había articulado desde hacía algún tiempo a la guerrilla, en el que se concibe y se lleva a cabo el atentado en el que es asesinado José Ayala y queda herido el segundo al mando, Julio Portocarrero. Con la muerte de Ayala el grupo queda bajo la conducción de Camacho y Aguilera, como primero y segundo responsables respectivamente. La nueva dirección resuelve separarse del ELN, desconocer la jefatura de Fabio Vásquez y formar una nueva agrupación con el nombre de “Frente Guerrillero Simón Bolívar”, 108 que posteriormente adelantaría acciones militares contra el Ejército y buscaría establecer relaciones políticas con el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR) uno de los grupos existentes en el momento. Este incidente generó en el interior de la Organización una serie de dificultades que terminaron con el fusilamiento de Víctor Medina Morón109, Julio César Cortés110 y Heliodoro Ochoa111, tres de los más antiguos militantes del ELN, cofundadores del proyecto armado112.
Resulta muy difícil comprender situaciones de esta naturaleza, en las que está de por medio la vida humana, al margen de los procesos que las gestaron y en el contexto histórico en el que se produjeron113. Al respecto, el ELN ha madurado con los años una actitud crítica frente a ese tipo de acontecimientos; no obstante, fue en el marco de tales sucesos en que fue construyendo su propia historia, la que definió su cultura, sus valores y sus imaginarios simbólicos, muchos de los cuales hoy se encuentran profundamente transformados. El sacrificio de Víctor Medina Morón, Julio César Cortés y Heliodoro Ochoa, significó la introducción de una práctica extrema en la que las contradicciones políticas fueron solucionadas por la vía militar.