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III. ¿LA DIGITALIZACIÓN CREA, DESTRUYE O TRANSFORMA EL EMPLEO?

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Una de las cuestiones más complejas a las que deberá enfrentarse el futuro del trabajo, es por tanto, la relativa al impacto de los veloces procesos de digitalización y de su impacto en unos debilitados mercados de trabajo marcados por la precariedad laboral y los altos índices de desempleo. El cambio tecnológico tiene el potencial necesario para transformar las vidas y las prácticas laborales. Su impacto será cada vez mayor, a medida que se multipliquen las interacciones entre los instrumentos asociados a los nuevos procesos de procesos y las personas. Aunque no existe un consenso sobre los efectos que ello tendrá sobre el empleo y nuestros futuros mercados de trabajo, lo que sí es indiscutible es que su impacto será muy importante.

Una interesante y aguda aproximación a este impacto es la realizada por Kai-Fu Lee quien hizo un ejercicio de predicción del riesgo de desaparición de las distintas profesiones en su libro: AI Superpowers. China, Silicon Valley and the New World Order. El referido autor diferencia cuatro grupos: las profesionales que están en zona de peligro, las que tienen un ‘barniz humano’ (human veneer), a las que considera que la automatización se les va acercando ‘reptando lentamente’” (slow creep) y las que están en una zona de seguridad (LEE, 2018).

Las profesiones basadas en el trabajo cognitivo, según el citado autor, están fuera de peligro. Se trata de actividades que demandan creatividad o estrategia, y habilidades sociales (por ejemplo, cargos directivos, psiquiatras, directores de relaciones públicas, trabajadores sociales o abogados criminalistas). En la zona de peligro se encontrarían las profesiones más físicas, aquellas que no requieren mucha destreza manual y que se desarrollan en un ambiente estructurado que no depende de las habilidades sociales (cajeros, los empleados de locales de comida rápida, cocineros, conductores, horticultores o trabajadores de la industria textil, entre otros). A ellas se asimilan también determinadas tareas intelectuales que no requieren demasiadas habilidades sociales y que pueden ser desempeñadas por algoritmos (traductor, asesor fiscal, tomador de seguros, telemarketing).

Después de la zona de seguridad y de la zona de peligro, aparecen dos categorías más ambiguas. Por un lado, la que denomina como “barniz humano”, que incluye profesiones basadas en tareas que ya pueden realizar las máquinas pero que la interacción social que requieren impide automatizarlas en masa. En el caso de los trabajos manuales, serían empleos como los relacionados con la hostelería, como barman, camarero o recepcionista. Por la parte de los intelectuales, hablaríamos de profesores, médicos generalistas, guías turísticos o asesores financieros, entre muchos otros. Finalmente, el grupo bautizado como slow creep, incluye trabajos que no requieren importantes habilidades sociales, pero sí una destreza manual y capacidad para desenvolverse en entornos no estructurados, en el caso de profesiones físicas, y de creatividad, en el de las intelectuales. Serían, en el caso de las tareas físicas, ocupaciones como taxista, fontanero, trabajadores de la construcción, limpiador o mecánico aeroespacial. Y en el caso de las intelectuales, hablaríamos de científicos, artistas, investigadores médicos, diseñadores gráficos, analistas legales y financieros o redactores periodísticos

Estamos llenos de predicciones e, incluso, tenemos ya la oportunidad de calcular la probabilidad de automatización de nuestras actividades. La web “Will robots take my job?” permite determinar el porcentaje de sustitución de nuestra profesión por los nuevos modelos digitales. Para saber si un puesto de trabajo corre peligro, basta con que el usuario tiene que escribir el nombre de su profesión y seleccionarla en una lista de trabajos relacionados. La Inteligencia Artificial (IA) sirve para determinar la prescindibilidad de los humanos en el trabajo.

En todo caso, los efectos de estos cambios sobre el empleo dependerán de múltiples factores, muchos de los cuales dependerán del devenir de esta transformación en los próximo años: la complementariedad o sustituibilidad entre trabajo y máquinas; la regulaciones laborales, eficiencia y flexibilidad del mercado de trabajo; la movilidad geográfica y ocupacional de los trabajadores y de la reasignación entre sectores; las mejoras en el nivel de cualificación, o, entre otras muchas, el grado de competencia en los mercados de bienes, servicios y trabajo Interacción con la globalización. Mientras estas realidades cobran forma lo que parece claro es que la digitalización está llamada a crear, destruir y transformar el empleo simultáneamente.

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