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e) La conexión de los episodios

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Es cierto que, si bien la relación de algunos episodios con el tema central es clara y evidente, la conexión de otros muchos sólo se deja vislumbrar tenuemente o incluso parece no existir (el ejemplo más notable en la Ilíada es el canto X, la llamada Dolonía), o incluso mostrar contradicciones con respecto a otro pasaje. Para valorar estos ejemplos, la crítica homérica ha recurrido bien a la hipótesis de la interpolación, o incorporación al poema de ciertos episodios adecuados para la narración suelta en fecha posterior a la composición final de la Ilíada, bien a la pura consideración de la insuficiente conexión de un episodio concreto con la totalidad del poema, como parece suceder en los poemas del Ciclo y como sería regular en las fases más arcaicas de la tradición, bien a la hipótesis de la mezcla inconsistente entre dos versiones existentes en la tradición, bien, finalmente, al intento de desvelar una conexión inexistente en apariencia.

En todo caso, al menos algunas de las contradicciones más secundarias que aparecen en la Ilíada han de explicarse con bastante probabilidad mediante el recurso a las condiciones que impone la difusión oral del poema. Por un lado, en el ámbito de la difusión oral de un poema es prácticamente imposible que todos los detalles menores que han sido utilizados en el relato precedente se mantengan en la memoria durante todo el poema. Así, aparece un Pilémenes, rey de los paflagonios, muriendo a manos de Menelao en V 576, y más tarde (XIII 658) lamentando la muerte de su hijo Harpalión. La razón de tal contradicción descansa seguramente en el hecho de que el poeta dispone de un número de nombres para referirse a las víctimas en el combate y en el segundo pasaje ha olvidado que tal nombre ya había sido usado. Si esta explicación es cierta, sería sorprendente que no existan más ejemplos de este género. Los peonios son descritos mediante epítetos distintos y están a las órdenes de jefes diferentes en II 848 y XXI 155. En XV 63, Zeus declara que Héctor perseguirá a los aqueos hasta las naves de Aquiles, pero al final del canto (704) su ataque va dirigido contra la nave de Protesilao. Cuando Posidón llega al campo de batalla (XIII 23 ss.) se describe con cierto detalle el carro en el que viaja; sin embargo, al salir del campo (XV 218 s.), no se hace ninguna mención del carro, que había custodiado. Del mismo modo, Hera y Atenea descienden del Olimpo en un carro, según se relata en V 775; pero cuando regresan (907) ya no se menciona el carro. Aquiles, al comienzo de su aristía, apoya su lanza en un tamarisco y prosigue la lucha con la espada; pero en 67 vuelve a aparecer con la lanza. Héctor deja el escudo apoyado en el muro antes del duelo contra Aquiles (XXII 97), pero ya lo tiene cuando la lucha comienza (111 ss.). Aquiles afirma varias veces (I 356, 507; II 240, cf. IX 107; XIX 89) que Agamenón en persona le ha arrebatado el botín, aunque en realidad son los heraldos (I 326 ss.).

Por otro lado, algunas otras contradicciones existentes en la Ilíada deben de proceder de la utilización de un motivo concreto en un momento dado de la narración con un fin específico, motivo que luego, una vez utilizado y obtenido un propósito, vuelve a quedar en la penumbra. Existe una necesidad de que los héroes aqueos queden fuera de combate como parte del plan de Zeus. Sin embargo, una vez relatadas sus heridas en XI, reaparecen en el relato sin que se hable para nada de su recuperación, que hay que considerar efectuada. Diomedes dice a Glauco (VI 128 s.) que él no se atrevería a luchar contra los dioses, cuando hace poco que ha herido a Afrodita (335 ss.) y a Ares (855 ss.). En todo caso, Diomedes no tiene ninguna capacidad para reconocer a los dioses en la batalla, por lo que debemos suponer que este poder, que Atenea le había otorgado en V 127, ha cesado.

El encuentro de Héctor y Andrómaca (VI 370 ss.) es uno de los pasajes más unánimemente alabados en la historia. Sin duda, todo lector actual supone que ambos esposos ya no se volverán a ver, y que la homilía es la despedida final. Sin embargo, en VII 310 se narra el regreso de los troyanos a Troya, y se podría suponer que ambos esposos se habrán visto de nuevo. Parece probable que todas las escenas de VI, y entre ellas el diálogo con Andrómaca, están destinadas a presentar la valía heroica de Héctor, en contraste con Paris, y la identificación de su destino con el de Troya. El diálogo de Héctor y Andrómaca consigue, entre otras cosas, crear la seguridad del fin inminente de Héctor, de cuya próxima muerte él mismo parece ser consciente, y que será un tema capital en el conjunto del poema. Una vez conseguido esto, el relato en VII 310 silencia lo que sería una concesión al realismo y un anticlímax con respecto al pasaje precedente.

Cuando Patroclo pide prestadas a Aquiles sus armas y éste accede a su petición, Patroclo intenta, y así lo declara explícitamente (XVI 40 ss.), que los troyanos, durante un tiempo al menos, lo confundan con Aquiles. Sin embargo, esta acción, que consigue en un primer momento su propósito (XVI 278 ss.), no parece engañar a Sarpedón (XVI 423 ss.), que ignora quién es el que lleva las armas de Aquiles, pero que está seguro de que no es el propio héroe. Finalmente, tras su muerte, no parece haber ninguna sorpresa por parte de los troyanos al descubrir a Patroclo.

Las contradicciones, aparentes o reales, que existen en el relato y a las que hasta ahora nos hemos referido se pueden interpretar sin grave riesgo de error bien como lapsos de la memoria, mínimos y esperables en un poema cuya difusión es oral, bien como manifestaciones de la concentración en el presente de la narración, aun a riesgo de la posible existencia de interferencias con otros pasajes del relato. No obstante, algunas otras plantean problemas más delicados para los que no se ha llegado a una solución que pueda ser considerada definitiva. Son, por orden de aparición, la propuesta de Zeus ante el Consejo de probar la moral de las tropas (II 73 ss.), que se reconcilia mal con el sueño que Zeus ha enviado a Agamenón; la muralla que circunda el campamento aqueo, construida en un solo día (VII 434-465) por consejo de Néstor (VII 337), que en XIV 31 parece haber sido construida a comienzos de la guerra (como también deduce Tucídides, I 11, sin dar como prueba la narración homérica), que conforme a XII 10-33 fue destruida al acabar la misma, aunque al final de XII es derruida por Héctor y en XIV 361 ss. (sólo parcialmente) por Apolo, y, sobre todo, que en XII y XIII aparece y desaparece sin otra razón clara que relatar sólo en cada lugar lo que es relevante para el pasaje; los duales al comienzo de la presbeía (IX 182-198), cuando son tres los embajadores que van ante Aquiles; las afirmaciones de Aquiles, contenidas en XI 609 s. y XVI 72 s., que por su contenido parecen ser incompatibles con la propia existencia de la embajada de IX.

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