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j) Los dioses

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Por eso los dioses, a pesar de sus rasgos humanos, de hecho están separados de los hombres por una distancia incalculable. En ellos se mezcla lo sublime y lo frívolo, el capricho y la amoralidad, y ciertos aspectos siniestros e irracionales. Es difícil deslindar en este terreno lo que pertenece a la tradición y lo que es específico de la Ilíada. Sin embargo, la concepción trágica del héroe debe de ser un rasgo homérico en la medida en que la muerte aparece como un oscuro vacío en la Ilíada. Eso es al menos lo que da a entender Heródoto (II 53), cuando afirma que Hesíodo y Homero han elaborado la teogonía de los griegos y han atribuido a cada dios sus atributos, sus apelativos y su ámbito de actuación. Con esta concepción homérica de la muerte contrasta la difusión en el siglo VIII del culto a los antepasados en Grecia, circunstancia que invita a atribuir a esta sociedad la creencia en el poder de los antepasados aun después de la muerte y, por tanto, un tipo de existencia con mayores capacidades que la que Homero atribuye.

Los dioses son presentados a veces como dueños de su futuro y a veces como sometidos al destino, que es una fuerza impersonal superior a la que está sujeto el propio Zeus, que no puede librar a Sarpedón de la muerte. En otros pasajes, como en particular en el duelo de Aquiles y Héctor, Zeus (Ilíada XXII 167 ss.) invita a los dioses a decidir a quién otorgar la victoria. Finalmente, Zeus saca la balanza, pone en ella los destinos de ambos héroes. La de Héctor se inclina, y entonces Apolo lo abandona. Esta aparente incoherencia en el pensamiento acerca de la jerarquía otorgada a los dioses y al destino produce sensación de realismo y refleja una concepción popular muy extendida también hoy.

El mundo heroico tiene características distintas del mundo reflejado por los símiles. Así, la dieta de los héroes y el material del que están fabricados los objetos de los héroes son distintos de la dieta y los materiales mencionados en los símiles. Los objetos de los dioses son fabricados con metales preciosos. El nombre dado a algunos animales y seres mitológicos por los dioses es distinto del usado entre los hombres.

En la Ilíada hay un interés por lo humano y lo ético que emergen sobre el fondo de una sociedad bélica primitiva. Esa preocupación por lo humano se manifiesta en el desapego por lo grotesco, lo hiperbólico y lo brutal, por lo mágico y lo maravilloso, en las valoraciones morales implícitas y, sobre todo, en la compasión por el sufrimiento y la muerte, que unen a todos los hombres. Esa compasión facilita el encuentro entre Príamo, el padre que solicita al matador de su hijo el rescate de su cadáver, y Aquiles, el matador que sabe que con su hazaña no ha hecho más que precipitar su propia muerte. Este interés por lo humano preludia la tragedia clásica y el afán característico de la cultura griega antigua por la explicación racional.

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