Читать книгу Ilíada - Homero - Страница 39

i) Los héroes y su destino

Оглавление

La concentración en los temas centrales y la omisión de muchos motivos de la leyenda o de la realidad por accesorios, a pesar de la amplitud de los desarrollos episódicos, corre pareja con la concentración en algunos héroes individuales. Esto no quiere decir que no exista una caracterización de los personajes en general. De hecho, se exponen reacciones distintas de héroes diferentes ante circunstancias similares; así sucede, por ejemplo, con los monólogos que pronuncian, al quedarse solos y rodeados de enemigos, Ulises (XI 401 ss.), Agénor (XXI 553 ss.), Héctor (XXI 99 ss.) y Menelao (XVII 91). En todos estos pasajes, el héroe, después de un monólogo en el que calibra las diferentes posibilidades, adopta una decisión característica. Otras veces, los héroes obran de una manera determinada por motivos no siempre explícitos (cf. J. Griffin, Homer on life and death, Oxford, 1980, 52 ss.). Como es normal, se tiende a que el carácter implique rasgos lingüísticos específicos. Sin embargo, es cierto que la acción se concentra sobre todo en el destino trágico de Héctor y Aquiles.

Los destinos de Aquiles y de Héctor desempeñan un papel relevante a lo largo de todo el poema y sirven para trabar muchos de sus episodios. Héctor, cuyo carácter virtuoso y heroico es expuesto en el canto VI mediante los diálogos consecutivos con Hécuba, Helena y Andrómaca y mediante el contraste con la conducta de Paris, es consciente de su propio destino en su despedida de Andrómaca (cf. VI 462 ss.), aunque su sentido del honor le impulsa a regresar al combate (cf. VI 441-6). Sus victorias posteriores, no obstante, parecen hacerle perder la conciencia de que su éxito es pasajero y así desatiende la advertencia tres veces reiterada por Polidamante (XII 195 ss., XIII 725 ss., XVIII 265 s.). Sólo cuando ya ha resuelto enfrentarse a Aquiles (XXII 101) reconoce su error y recuerda que no ha hecho caso de aquellos consejos. Pero, desde el canto VI hasta el XXII, Héctor parece aferrarse a todas las esperanzas humanas: supone que será capaz de expulsar a los griegos (VIII 527 ss.), de matar a Aquiles (XVI 860 s., XVIII 305 ss.) e incluso, en el último momento, de obtener la piedad de su implacable enemigo (XXII 111 ss.). La inminencia de su destino, sin embargo, es declarada por el propio Zeus (XVII 198 ss.). Desde este punto de vista, el acto de pesar las almas (XXII 210) no viene más que a confirmar lo que ya era seguro.

Aquiles supera a Héctor porque en todo momento es plenamente consciente de su destino, inminente aunque no relatado en la Ilíada. Frente a la respuesta que Héctor da al moribundo Patroclo (XVI 859 ss.), declarando la inseguridad del porvenir, cuando Héctor, al expirar, advierte a Aquiles de su muerte próxima, éste manifiesta ser plenamente consciente de la inminencia de su destino (XXII 365). Otras afirmaciones que muestran la conciencia que Aquiles tiene de su propio destino aparecen ya desde I 416, en palabras de Tetis, que Aquiles recuerda en IX 410 ss.; pero se hacen especialmente frecuentes una vez que decide vengar a su amigo Patroclo (cf. Tetis en XVIII 95; el caballo Janto en XIX 411-423; el propio Aquiles a Licaón en XXI 111 ss., y en su imprecación a Zeus en 277 s.; el moribundo Héctor a Aquiles en XXII 359; y la sombra de Patroclo a Aquiles en XXIII 80).

Además, la exposición del destino de los héroes adquiere una tensión creciente y se presenta con acentos propios de la tragedia en dos sentidos distintos: por un lado, la acción se concentra e intensifica en lugar de discurrir de manera regular como sucede en muchos episodios y como se atribuye a la narración épica según estaría representada por los poemas del Ciclo; por otro, el interés final de la narración es la descripción del sufrimiento y la muerte de los héroes frente a la existencia feliz y despreocupada de los dioses. Ya el prólogo de la Ilíada anuncia que el tema va a ser el relato de la perdición de numerosos héroes conforme al plan de Zeus. Y, en efecto, tanto Patroclo como Sarpedón y Héctor, que son muy amados por Zeus (cf. XVI 645 y XXII 168), hallan la muerte; y también es inminente el destino que Aquiles mismo ha elegido, la vida breve y gloriosa en lugar de la larga y oscura.

Lo que confiere su superioridad a Aquiles es la certeza y la aceptación de que el destino de los seres humanos consiste en el sufrimiento y en la muerte. Este reconocimiento de la condición humana, caracterizada sobre todo por la vaciedad que produce la muerte y por el distanciamiento de los dioses, es lo que da su grandeza al encuentro de Aquiles y Príamo en Ilíada XXIV (cf. Homer, Iliad, Book XXIV, ed. C. W. MacLeod, Cambridge, 1982, 8 ss.). Los héroes se hallan especialmente próximos a los dioses, pero esta proximidad también los hace más vulnerables a sus caprichos, al tiempo que objeto de su más vivo interés y compasión antes del fin definitivo. Es en sus postreras hazañas donde más sobresale el fulgor de los héroes que precede inmediatamente a la oscuridad total de la muerte y que los hace más dignos de compasión a ojos de los dioses.

Ilíada

Подняться наверх