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LA BUENA SALUD DEPENDE DE BIOFILMS SALUDABLES

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Cuando subestimamos a estos diminutos organismos, corremos un riesgo. De hecho, las denominadas bacterias unicelulares pueden formar grandes complejos parecidos a ciudades compuestos por varias especies diferentes que viven armoniosamente en un biofilm. Parece exótico, pero pisamos biofilms cada vez que caminamos sobre una roca cubierta de líquenes. Los biofilms que hay en y sobre nuestro cuerpo están emparentados con los líquenes, y comparten sus características de resiliencia y solidaridad.

Los biofilms son maravillosamente complejos. Poseen poros para bombear nutrientes, que actúan como un sistema circulatorio básico. Mantienen un revestimiento protector (una piel primitiva) que conserva el agua en su interior. Las diversas especies se comunican entre sí, empleando moléculas que emiten señales, entre ellas neurotransmisores. Concentran enzimas digestivos, creando así un sistema alimentario rudimentario. En este punto, los microbios ya no son en realidad unicelulares; esencialmente se han convertido en un organismo multicelular y resistente.

Estos biofilms se encuentran en todas partes, desde nuestra boca a nuestro ano. En la boca los conocemos como placa. En nuestro intestino, un biofilm patógeno podría hallarse detrás de la enfermedad de Crohn. Estos biofilms son inevitables. Por suerte, podemos hacer que trabajen para nosotros. Podemos extender un biofilm por el tubo digestivo que sea un defensor nuestro de lo más fiel, un firme adversario de los patógenos. Adecuadamente establecido, un biofilm compatible puede llevar a toda una vida de felicidad gastronómica, aligerada de la inflamación y de sus compañeros frecuentes, la depresión y la ansiedad.

La microbiota desequilibrada y que provoca una respuesta inmune se denomina disbiótica. Puede provocar inflamación, que contribuye de manera significativa a la depresión y la ansiedad. Todavía peor: es un predictor importante del deterioro mental, lo que hace que la disbiosis sea fundamental para todos, con independencia del estado de ánimo. La depresión se asocia con la atrofia cerebral. De modo que nuestra depresión no solo nos complica la vida hoy, sino que puede tener efectos peores a largo plazo. Mostraremos al lector cómo reducir la inflamación basada en el tubo digestivo: una manera de recuperar la salud, tanto física como mental.

¿Cómo sabemos que los microbios pueden controlar el estado de ánimo? Buena parte de este conocimiento procede de estudios con animales (es el tipo de prueba que se presentará mayoritariamente en este libro). Se trata de investigación médica de vanguardia. Sin embargo, a medida que empiezan a realizarse estudios en humanos, muchos de los hallazgos en animales se confirman.

En nuestro laboratorio, fuimos capaces de demostrar que podíamos transferir «la melancolía» con microbios intestinales. Transferimos materia fecal procedente de pacientes humanos con fuerte depresión a ratas y constatamos que estas, a diferencia de las ratas de control, también se deprimían. El estado de ánimo no solo era transferible mediante microbios fecales, sino desde humanos a ratas, lo que demostraba que los efectos psicobióticos son, en cierta medida, independientes de las especies.

Esto sugiere que una determinada microbiota puede afectar a los estados de ánimo. De modo que, si el lector ha de recibir un trasplante fecal, además de hacer que diagnostiquen al donante por si tiene alguna enfermedad infecciosa, podría querer obtener un buen perfil psicológico de este, por si acaso.3

En otro estudio con hombres adultos sanos, los resultados tuvieron algunos efectos inesperados en relación con la mente.

Administramos a sujetos macho algunas bacterias psicobióticas, y se volvieron menos ansiosos. El efecto fue lo bastante grande para que percibieran menos estrés. A estos hombres sanos se les sometió también a un test de inteligencia. Encontramos una mejora significativa desde el punto de vista estadístico en la función cognitiva, en particular en la memoria. Se trataba de un estudio en el que conseguimos encontrar en los humanos exactamente lo mismo que habíamos encontrado en animales.

Esto establece un puente maravilloso entre ratones y hombres, pero nadie espera que todos los estudios en roedores se apliquen directamente a los humanos. Hay muchas diferencias, aunque a todos nos guste el queso. Algunas bacterias comunes en los ratones rara vez se ven en los humanos (y viceversa). Sin embargo, al menos como prueba de principio, la conexión es prometedora. Dichos estudios demostraron algo más: los psicobióticos pueden mejorar la cognición incluso en adultos sanos.

Este libro puede dar esperanza no solo para personas con depresión o ansiedad, sino también a gente que padece diversas enfermedades debilitantes. De hecho, a todo aquel que desee mejorar su salud mental y su bienestar. El relato de cómo los microbios interactúan con nuestra mente es, simple y llanamente, asombroso.

Cuando suministramos psicobióticos a ratones, estos se volvieron mucho más tranquilos. Se comportaban como si hubieran tomado Valium o Prozac. Observamos su cerebro y había cambios generalizados. La pregunta es: ¿cómo? ¿Cómo pueden comunicarse con nuestro cerebro las bacterias de nuestro tubo digestivo?

Las respuestas no son evidentes; no se puede dar probióticos y esperar magia, así, sin más. En la actualidad hay muchos productos en el mercado que prometen ayudarnos a conseguir un tubo digestivo sano, pero la investigación no ha demostrado que todos ellos sean efectivos. Este libro ayudará al lector a escoger entre los muchos productos que hacen promesas. Resulta que podemos volver a tener el control de nuestro cuerpo con una dieta simple, totalmente natural, y con alimentos y suplementos microbianos. Resulta sorprendente que para muchas personas estos cambios puedan ser tan poderosos como los que se consigue con medicación.

La revolución psicobiótica

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