Читать книгу La revolución psicobiótica - John F. Cryan - Страница 21
CADA UNO DE NOSOTROS ES UN ECOSISTEMA ÚNICO
ОглавлениеTodos presentamos un ambiente distintivo que las bacterias pueden colonizar. Podemos tener inclinaciones genéticas que afecten a nuestro ambiente gastrointestinal. Cada uno de nosotros tenemos una exposición única a las bacterias a través de la suciedad, las mascotas, el alimento y otros aspectos de nuestro ambiente. Así pues, nuestra microbiota es tan propia como nuestras huellas dactilares. Esta es la razón por la que es improbable que cualquier probiótico o psicobiótico funcione para todos. Tendremos que experimentar para ver qué es lo que mejor funciona para nosotros.
Tenemos al menos cien veces más genes microbianos que genes humanos. Cada gen codifica una proteína, y cada proteína contribuye al funcionamiento tanto del microbio como del humano. Sus esfuerzos colectivos y las maneras en que interactúan representan una asombrosa complejidad. No todos obtenemos la mejor selección. Algunas personas soportan microbios malos que pueden fastidiarlas durante toda su vida. Algunos de estos genes bacterianos pueden predisponernos a la depresión o la ansiedad. Esta es nuestra asignación básica, y es difícil (aunque no imposible) cambiarla.
Por raro que parezca agrupar nuestros genes con los de nuestra microbiota, hay una buena razón para hacerlo. El mundo está lleno de bacterias, en toda superficie que tocamos y en todo bocado que damos, y evolucionan a un ritmo vertiginoso; nuestras defensas humanas integradas son sencillamente incapaces de seguir dicho ritmo. Mientras el lector ha leído la última frase, es probable que varias cepas bacterianas completamente nuevas aparezcan de golpe en algún lugar del interior o de la superficie de su cuerpo. La única manera de combatir a este enemigo que cambia de forma es reclutar a nuestros propios transformistas.
Este es el origen de nuestra microbiota, y nos la han transmitido nuestros antepasados, junto con nuestro ADN humano, a partir principalmente de las madres, no de los padres. Durante milenios, hemos coevolucionado con nuestros microbios amigables, los hemos transmitido con el nacimiento y los hemos transportado con nosotros cuando viajamos por el mundo. Dependemos de una población básica al tiempo que simultáneamente dejamos que un determinado porcentaje de ella cambie rápidamente, de un día para otro, con cada nueva comida y con cada nueva circunstancia vital. Este es el trato que hicimos hace mucho tiempo: les proporcionaremos un lugar para vivir, y ellos nos ayudarán a eludir los desagradables caprichos del mundo. Es una calle de dos direcciones. Dependemos de nuestros microbios, pero ellos también dependen de nosotros. Nuestros microbios comensales están tan asociados a nosotros y dependen tanto de nosotros que muchos de ellos no pueden vivir en ningún otro lugar del planeta que no sea sobre y dentro de nuestro cuerpo humano. Si no fuera por nuestra herencia microbiana, se extinguirían. Y si no fuera por sus capacidades protectoras, nosotros mismos dejaríamos de existir.