Читать книгу La revolución psicobiótica - John F. Cryan - Страница 9

¿ACASO ESTE LIBRO SERÁ DEPRIMENTE?

Оглавление

¡No, exactamente lo contrario! Aquí encontraremos cómo los psicobióticos pueden ayudarnos a llevar una vida más feliz y más sana. Aunque el lector no sufra depresión ni ansiedad, esta alucinante investigación demuestra que un tubo digestivo mejor equilibrado puede mejorar el estado de ánimo de cualquiera. Incluso puede mejorar nuestra manera de pensar y aumentar nuestra memoria. Lejos de ser deprimente, este es un relato inspirador que puede ayudar a millones de personas afectadas por la depresión o la ansiedad.

Desde luego, hay más de una manera de sentirse deprimido: la pérdida de un ser querido u otros traumas psíquicos nos pueden deprimir. A primera vista, acontecimientos externos de este tipo no parecen relacionados con nuestra microbiota intestinal, e inicialmente no suelen estarlo. Pero la conexión tubo digestivo-cerebro es una calle de dos direcciones. La desesperación, la ansiedad y la depresión pueden provocar cambios negativos en nuestra microbiota, denominados disbiosis. Dicha disrupción puede generar ansiedad y depresión. Crea lo que la mayor parte de la vida intenta evitar a toda costa: un circuito recurrente positivo, también conocido como círculo vicioso.

Hoy en día, sufrimos una epidemia de depresión sin una causa externa evidente. Padecemos también una epidemia de problemas digestivos. Ambas se encuentran estrechamente asociadas: un fenómeno llamado comorbilidad. Las investigaciones continúan revelando conexiones entre la salud gastrointestinal y otras enfermedades, tanto mentales como físicas. La depresión acompaña muchas de estas enfermedades, entre ellas el párkinson, el alzhéimer, el síndrome del intestino irritable (SII), la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), la obesidad, la psoriasis, la artritis, la esclerosis múltiple (EM), el autismo y muchas más. Dichas enfermedades empiezan a veces con depresión o ansiedad…, y a veces terminan con ellas.

Nuestras investigaciones han demostrado que es como Downton Abbey:* tenemos dos comunidades que viven juntas en una única casa. Se necesitan mutuamente para sobrevivir, pero van por ahí ignorándose más o menos. Solo cuando las cosas van mal en la planta baja, tiene lugar el drama real en el piso de arriba.

Las investigaciones siguen revelando conexiones entre enfermedades digestivas y cerebrales aparentemente no relacionadas. ¿Qué tienen que ver enfermedades cutáneas como la psoriasis y el eccema con problemas cerebrales como la esclerosis múltiple (EM)? La sorprendente conexión es la microbiota intestinal. Incluso condiciones en apariencia intratables, como el autismo, pueden mejorar con psicobióticos. Los vínculos sociales normales pueden depender de un tubo digestivo sano.

Resulta interesante que se pueda inducir depresión con una minúscula cantidad de la pared celular de un patógeno. Esa guerra bacteriana hace tanto tiempo que tiene lugar que nuestros antepasados evolucionaron genes para habérselas directamente con ella. Nuestro sistema inmune puede detectar estas moléculas bacterianas a niveles muy bajos. Esto forma parte de nuestro sistema inmune innato, y no necesita ningún tipo de adiestramiento. Solo reacciona, y lo hace con celeridad.

Sin embargo, poseemos otro sistema inmune que es más sutil y que necesita adiestramiento: nuestro sistema inmune adaptativo es muy complejo. Este sistema adaptativo (que trabaja estrechamente con nuestra microbiota) puede protegernos frente a patógenos que nunca ha visto. Es una hazaña realmente notable. Pero no es perfecto, y puede infligir algún daño colateral grave. En este libro, el lector aprenderá a ajustar su sistema adaptativo para poder enfrentarse con los fuegos de la inflamación.

Nuestros genes contienen el programa de todas las proteínas que constituyen nuestro cuerpo. Algunas enfermedades genéticas, como la anemia falciforme o la enfermedad de Huntington, son inevitablemente progresivas y difíciles o imposibles de tratar. Sin embargo, otras muchas enfermedades con un componente genético, como el cáncer, el autismo o la esquizofrenia, se puede modificar. El tratamiento se inicia con nuestros genes microbianos, que sobrepasan en número a nuestros genes humanos en una sorprendente relación de cien a uno. Resulta un poco humillante, pero, para un observador externo, somos un organismo híbrido que, desde el punto de vista genético, solo es humano en un 1 %.

Esta abundancia genética responde a la rica diversidad de microbios en nuestro tubo digestivo, constituida por miles de especies, cada una de ellas con un acervo único de genes. Debido a que estas poblaciones microbianas pueden cambiar de una comida a la siguiente (y porque poseemos control sobre dichas comidas), la madre naturaleza nos ha proporcionado la forma de ajustar nuestro acervo génico. Este libro mostrará al lector cómo hacer que la naturaleza esté de nuestra parte, de manera sencilla y segura.

La revolución psicobiótica

Подняться наверх