Читать книгу La revolución psicobiótica - John F. Cryan - Страница 23

CÓMO ENCARGAN PIZZA LOS MICROBIOS

Оглавление

Las bacterias pueden hablarnos. La complejidad de esta conversación hace que Internet parezca anticuado. Hay cuatro mil millones de usuarios de Internet, pero tenemos diez billones de bacterias solo en nuestro tubo digestivo, todas las cuales se están enviando mensajes entre ellas… y a nosotros. Nuestro tubo digestivo puede hablarle a nuestro cerebro empleando varias redes biológicas, pero no siempre obtenemos un canal claro. Nuestro cerebro puede hablarle a nuestro tubo digestivo mediante estos mismos canales. Solo la décima parte de nuestros nervios se dedica a este canal de retorno, pero representa una técnica adicional importante (junto con los psicobióticos) para ayudarnos a tomar el control sobre los microbios del tubo digestivo.

Hay estudios que han demostrado que la terapia cognitivo-conductual (TCC) puede ayudar a personas que padecen SII. Existen investigaciones en marcha para determinar qué mecanismo hay detrás de esta intrigante conexión cerebro-tubo digestivo. Es emocionante pensar que podríamos resolver nuestros trastornos gastrointestinales con terapia de conversación, con la que mejoraríamos nuestro tubo digestivo, reduciríamos la inflamación y conseguiríamos mejoras todavía mayores en salud mental: un círculo virtuoso. También puede establecerse un círculo vicioso: el estrés puede impactar negativamente sobre nuestra biota intestinal, que a su vez puede volvernos más ansiosos. Al igual que el estrés, las lesiones cerebrales pueden perturbar también a nuestra microbiota, lo que puede afectar a nuestra recuperación de una apoplejía y de heridas.13

Las técnicas para «contestar» a nuestra microbiota son el punto crucial de nuestro relato. Podemos cambiar de la noche a la mañana la composición de nuestro intestino solo con comer alimentos diferentes. Esta es una consecuencia natural de la plasticidad extrema de nuestra microbiota, que puede reorganizarse en minutos para habérselas con alimentos nuevos. En los capítulos que siguen, el lector descubrirá más cosas acerca de nuestra relación íntima con nuestra microbiota y, más importante todavía, cómo podemos controlar dicha asociación para mitigar la depresión y la ansiedad.

Los microbios del tubo digestivo producen toda suerte de sustancias químicas para hablar entre sí y hablarle a nuestro intestino; dicha información se transmite a nuestro cerebro sobre todo a través del nervio vago, que es un nervio largo y disperso que va desde el cerebro a todos nuestros órganos corporales. El problema con esta comunicación es que tiene muy pocas palabras. Estas son, sobre todo, «bien, bien, bien, hambriento, hambriento, lleno, bien, bien…».

Estamos diseñados para que muchos de nuestros sistemas (como el corazón, los pulmones y el tubo digestivo) funcionen con piloto automático. Solo sabemos qué es lo que ocurre ahí abajo cuando tenemos un problema importante. Pero podemos sintonizar las señales más sutiles que provienen de nuestro tubo digestivo. Nuestra microbiota tiene necesidades, y a lo largo de nuestra vida ha aprendido cómo informarnos de ellas. Cuando nos despertamos y tenemos ganas de comer una rosquilla, ¿de dónde creemos que procede tal idea? Nuestros antojos suelen ser simplemente circulares informativas que envían nuestros microbios del tubo digestivo. Contienen una lista completa de las proteínas, azúcares y grasas que quieren.

He aquí un ejemplo de cómo funciona esto. Algunos microbios, especialmente nuestras especies amigables de Bifido, producen butirato, que alimenta y cura el revestimiento de nuestro intestino. El butirato puede abrirse camino hasta el cerebro, donde puede inducir un estado de ánimo favorable, disminuir la inflamación,14 o promover la producción de una hormona del crecimiento cerebral.15 Todos estos cambios pueden mejorar nuestro estado de ánimo e incluso ayudarnos a pensar mejor.

Nuestras Bifido prosperan a base de la fibra de nuestra dieta. Si les suministramos fibra y comprobamos que nuestro estado de ánimo mejora, con el tiempo empezaremos a desear la fibra que hace que nos sintamos bien. Es una sencilla manera pavloviana de crear un antojo. Nuestras Bifido nos han condicionado para que las alimentemos. No es solo butirato. Algunas bacterias, como las especies de Lacto, van incluso más allá. En estudios de personas que padecen SII, se descubrió que algunas especies de Lacto manipulan realmente los receptores de opioides y canabinoides en el cerebro, que actúan casi como un chute de morfina.16 Al igual que la adicción a la euforia que produce una droga, este tipo de reacción puede conducir a antojos por cualquier tipo de comida que nuestros microbios Lacto prefieran. Podemos pensar que todos nuestros antojos se hallan en nuestra mente, pero las probabilidades son que se inicien con las bacterias de nuestro tubo digestivo.


El nervio vago es un conducto importante en dos direcciones entre nuestro cerebro y nuestros órganos internos, entre ellos el tubo digestivo.

A los ratones libres de gérmenes les gusta el azúcar más que a los ratones convencionales, y sus receptores del gusto están alterados para ansiarlo.17 El azúcar es una fuente de energía excepcional, pero los ratones convencionales tienen una microbiota diversa que requiere otras importantes fuentes alimentarias que compiten con el azúcar, como grasas y proteínas. Según esto, los antojos de azúcar pueden considerarse como una consecuencia de un tubo digestivo disbiótico. Es probable que ello esté relacionado con los antojos de azúcar de las personas que se encuentran en hospitales psiquiátricos. También se han visto antojos de azúcar en personas que están estresadas.18 Podría responder a un intento por parte del cuerpo de llenarse de alimentos energéticamente densos que pueden convertirse rápidamente en acción muscular, una respuesta típica del estrés.

Los antojos experimentan un cambio importante en las personas a las que se ha sometido a una derivación estomacal para perder peso. Tienen una microbiota completamente diferente y antojos totalmente nuevos.19 En realidad, gran parte de la pérdida de peso atribuida a un estómago más pequeño se debe realmente a otros factores, entre ellos el cambio de gustos. Los estudios empiezan a indicar que gran parte de ello puede deberse a la microbiota alterada.

Cada especie de bacteria tiene sus propias preferencias alimentarias. A las bacteroidetes les gustan las grasas, las Prevotella disfrutan con los carbohidratos y las Bifido son amantes de las fibras. Cada una de ellas tiene su propia manera de pedir una comida apropiada, y también tienen formas de agradecérnoslo.

Algunas bacterias no se caracterizan por su sutileza. Muchas cepas de E. coli son ciudadanos modelo en el tubo digestivo, pero otras son patógenos estrictos, como la E. coli enterohemorrágica (ECEH). Mientras haya suficiente azúcar para apaciguarla, la ECEH se portará bien con nuestros otros colegas gastrointestinales. Pero si el azúcar se agota, la ECEH se vuelve mala y perfora nuestro revestimiento intestinal, lo que, potencialmente, puede causar diarrea sangrienta.20 Esta es una manera terrible de hacer sonar la campanilla de la comida, pero capta nuestra atención. Si tenemos ECEH, las golosinas funcionan realmente como una medicina.

Este tipo de comportamiento se denomina virulencia bacteriana. El Shigella flexneri es otro microbio que se queja de la falta de azúcar volviéndose virulento.21 Se trata de patógenos, pero los mismos principios parecen aplicarse también a las bacterias comensales. Si no obtienen lo que quieren, pueden provocar un berrinche. Cuando esto ocurre, quizá no lo sepamos directamente, pero cuentan con maneras de hacer que nos sintamos incómodos hasta que les damos lo que quieren. Estamos ante esa rara sensación que hace que de repente nos apetezca un caramelo u otro tentempié. Quizá no conozcamos la razón, pero sabemos que hay un agujero del tamaño de un bombón en nuestro tubo digestivo, y rápidamente nuestra tarea es llenarlo.

Siendo organismos tan minúsculos y sencillos, las bacterias tienen una sorprendente gama de trucos. Si nuestro tubo digestivo está sano, habrá un bullicio cosmopolita de microbios sin ninguna especie dominante. Esto significa que ninguna especie puede ejercer demasiado control. En cambio, un tubo digestivo disbiótico tiene menos diversidad. Unos pocos microbios dominantes pueden gobernar el terreno, emitiendo demandas de alimentos específicos de manera regular. Quizá podamos hacer caso omiso de estos antojos con nuestra superior fuerza de voluntad, pero nuestros microbios no cederán sin luchar.

Nuestros antojos parecen una parte integral de nuestra psique. Nos encanta el chocolate, somos gente de pizza, somos comedores de carne y patatas. Mientras sintamos que esto forma parte de nuestra personalidad, es improbable que realicemos cambio alguno. Así es como somos. Pero cuando pensamos en nuestros gustos como deseos microbianos, quizá nos resulte más fácil recuperar el control.

La revolución psicobiótica

Подняться наверх