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Pedrito, ya preparado mentalmente para la charla, llamó a J.C. para que se reunieran en su habitación. No quería que su madre escuchara lo que tenían que hablar.

Al principio se sentaron en las sillas que había en la habitación, uno enfrente del otro, sin hablar. Reinaba el silencio y la tensión era abrumadora. Ninguno de los dos sabía cómo empezar, hasta que J.C. comenzó.

—¿Qué pasó amigo? ¿Qué te ha llevado a hacer esta locura? No entiendo que te pasa. Dime.—Finalizó J.C.

Pedrito, con un temblor en la voz que se notaba desde lejos, y con apenas un timbre entendible de lo bajito que sonaba, dijo:

—No sé qué me pasó, no puedo entender cómo te hice eso, cómo te traicioné.—comenzó.

—Es que Andrés me tiene en contra de mi voluntad, ejerciendo un dominio sobre mi ser, obligándome a hacer cosas que no quiero, siempre amenazándome con ir a mi mamá y decirle mentiras. El miedo que le tengo es muy grande y pienso que cada vez será peor.— continuó.

—No sé qué hacer amigo. Te pido perdón por lo que te hice, sé que no tengo excusas válidas para que me perdones, pero es la verdad. Actué sin siquiera pensar en las consecuencias, y ahora que las sé, me arrepiento enormemente. Entendería si no quieres ser más mi amigo y si no me perdonaras, pero quiero que sepas que te quiero y que en este momento soy muy sincero. —Terminó diciendo Pedrito.

Pasaron unos dos minutos hasta que J.C. rompió el silencio.

—Amigo, por supuesto que te perdono, no eres más que otra víctima de ese hijo de puta de Andrés. Así como yo lo fui tantas veces.—dijo Juan.

—Creo que es momento que tomemos las riendas en este asunto y le paremos el carro a ese malnacido. Ya estoy harto de que nos use como si fuéramos bolsas de punching ball.— continuó.

—Y hace rato que vengo rondando una idea de cómo deshacernos de él. Y entre los dos lo vamos a lograr.—terminó diciendo.

Dicho eso, Pedrito preguntó de qué se trataba, y prometió que lo ayudaría de cualquier manera posible.

Juan Cruz explicó que la idea era simple. Empezarían a juntar pruebas en contra de Andrés, grabando en video con sus celulares todas las locuras que ese puto de mierda les hacía hacer y también las que hacía en forma individual, como los grafitis y los robos. Guardarían aquellos videos en donde se demostraba que Andrés era el artífice de cada una de esas fechorías. Con los mismos, se presentarían en Dirección y lograrían que lo echen de la escuela.

El despertar de un asesino

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