Читать книгу El despertar de un asesino - Jorge Eguiazu - Страница 38
Оглавление29
El contenido que encontró en el celular era de alto contenido emocional. El último video grabado tenía una duración de una hora y cuarto, tiempo en que el mismo se quedó sin batería.
J.C. lo vio dos veces seguidas. Quería entender y confirmar lo que había visto. Todavía no podía creer lo que sus ojos le mostraban. Era algo sacado de una película. Siempre había creído en su inocencia, que hechos como el que estaba viendo, no se producían en la realidad.
El video comenzaba con Pedrito colocando el dispositivo en el lugar y de la forma correcta. Luego se ve cuando cierra la puerta del casillero y a Pedrito apoyado sobre una pared a la espera de Andrés.
Éste no tardó en entrar en escena, a los cinco minutos del comienzo de la grabación se lo ve entrar al baño en forma solitaria. Contrario a lo que hubieran pensado ambos, Andrés fue al encuentro sólo, sin ninguno de sus amigotes.
Todo comenzó con Andrés explicándole el plan para el lunes. Terminada la exposición de la idea, se lo ve yendo y encarando a Pedrito. Lo primero que se vio fue a Andrés incrustándole un beso de lengua muy fuerte y voraz dentro de la boca de Pedrito. Cuando lo vio J.C. por primera vez, quedó estupefacto, sin poder creer lo que sus ojos veían. Pero cuando continuó viendo el material audiovisual, quedó aún más impresionado por el contenido mostrado.
Antes de poder terminar el beso apasionado, Pedrito juntó todas sus fuerzas y le propinó un empujón a Andrés, con lo cual logró que trastabillara y se cayera de bruces en el piso del baño.
Cuando Andrés se incorporó, lo que sucedió a continuación fue aún más insólito. Sacó de su mochila una larga hoja de acero afilado. Era un cuchillo de esos de carnicero, con empuñadura de plástico blanco. En el video se ve como brilla con una intensidad fenomenal cuando, en cierto ángulo, la luz le da de lleno sobre la hoja de acero.
Se acercó a Pedrito con una velocidad inusitada y le colocó la hoja de la cuchilla sobre el cuello.
—Pendejo de mierda.—dijo Andrés.
—¿Quién te crees que sos?— continuó.
—Hace varias semanas que te sigo y vi claramente que me hiciste propuestas indecentemente sexuales y ahora te haces el duro. —continuó.
—Ahora vas a ver lo que le pasa a los que me hacen frente y me quieren dejar en ridículo.— prosiguió diciendo.
—Vas a hacer todo lo que diga y si te pasas de listo te vas a llevar de regalo un corte muy grande en el cuello y lo último que vas a ver en éste mundo será mi cara.
—Así que quietecito.—terminó.
Dicho esto, le dio la vuelta al cuerpo de Pedrito y con unas manos muy hábiles le desabrochó el cinturón y le bajó los pantalones y la ropa interior.
A continuación lo penetró varias veces seguidas, ambos en posición vertical, y al transcurrir unos minutos se escuchó un grito de éxtasis emanado de la garganta de Andrés. Había acabado y se sentía lleno de júbilo.
Se limpió la verga con hojas de papel del dispenser del baño. Se acomodó las ropas y vio a Pedrito. Estaba acurrucado sobre el piso y sollozaba con lágrimas de vergüenza.
—Ahora me voy.— dijo Andrés. El lunes seguimos con el plan.— continuó.
—Y te advierto, si le llegas a contar algo a cualquier persona sobre lo ocurrido recién, te buscaré y te mataré. Te desollaré vivo de la misma forma que mi tío y mi padre me ensañaron a hacer con un venado. Te aseguro que no te va a gustar y que sufrirás como nunca. Una muerte en agonía es una de las peores.—dijo.
—Te lo juro por lo que más quieras.—prosiguió. Quedas advertido.— terminó.
Dicho esto, salió por la puerta del baño, como si nada hubiera ocurrido. Pensaba que era indestructible y que no había nada ni nadie que le pudiera cambiar su pensamiento.
Al rato, Pedrito se incorporó del suelo, y sin advertir y acordarse de que su celular estaba grabando, salió del baño como si fuera un títere. Parecía que hilos invisibles lo movían sin que él se diera cuenta. Parecía un sonámbulo.
Ese mismo día, a las dos horas de haber pasado esa locura, Pedrito decidió quitarse la vida.