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Juan Cruz pensó como nunca lo había hecho en su vida. Tenía en su poder la prueba que habían estado buscando con Pedrito. La diferencia era que en la misma, uno de los principales protagonistas del suceso era su amigo, y él se había suicidado por ello mismo. Pensaba en la memoria de Pedrito y en lo que él hubiera querido.

J.C. quería llevar a Andrés a la justicia, sabiendo que con la prueba irrefutable del video, quedaría por el resto de su vida tras las rejas. Eso si no lo mataban o se suicidaba dentro de la cárcel. Podía y era muy probable que ocurriera una de esas dos cosas. Y aunque sus ganas de hacer eso eran muy fuertes decidió no hacerlo. Sin embargo, las cosas no podían quedar así.

Decidió, después de muchas horas de debate consigo mismo, amenazar a Andrés utilizando el video como su arma principal.

¡Y lo logró! Al amenazarlo con publicar el video en internet, éste quedó desarmado y sin defensas. Juan Cruz, utilizando la ignorancia de Andrés y el poder de su alto C.I. le dijo que debía irse de la escuela para siempre. Que si no lo hacía publicaría el video en internet y por ello pasaría el resto de su vida en la oscuridad de una celda de dos por dos, con el temor siempre presente de ser violado constantemente por los otros reclusos.

También le había comentado que había desarrollado y programado una aplicación en internet, la que publicaría el video si es que J.C. no insertaba una clave cada cinco días, lo que era un salvamento por si le ocurría algo a J.C.

Andrés, en su intento por sobrevivir, aceptó la oportunidad que le brindaba J.C. y renunció a la escuela. De un momento para otro, y sin saber los motivos, Andrés se ausentó y nunca más se lo volvió a ver.

El despertar de un asesino

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