Читать книгу El despertar de un asesino - Jorge Eguiazu - Страница 34

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A las doce del mediodía escuchó unos golpecitos en la puerta de su habitación. Le pareció que los mismos eran demasiado débiles, casi inaudibles, todo lo contrario a lo que lo tenía acostumbrado su mamá, cuando generalmente golpeaba con demasiada fuerza.

Pensó que le traían la comida. Aunque era sosa y sin sal, debido a los cuidados que le estaban haciendo tener, J.C. la comía sin protestar. Amaba a su madre y hacía todo lo que ella le decía y ordenaba. Era su amor.

—Adelante.— dijo J.C.

Lo que vio le llenó de terror y miedo. Su mamá estaba blanca, llena de lágrimas que le surcaban las mejillas. Estaba desconsolada y se notaba mucho.

Apenas cruzó el umbral de la puerta salió disparada hacía la cama de su hijo y lo abrazó en un apretón de oso, que casi le dejó sin aire. Ella seguía llorando desconsoladamente.

Cuando se tranquilizó un poco, aún sin saber cómo hacerlo, y sin siquiera darse cuenta de lo que hacía le dijo a Juan Cruz…

—Amor mío, ha ocurrido algo terrible.—comenzó a decir.

Con mucho esfuerzo y con palabras entrecortadas explicó a su hijo lo sucedido, y aunque J.C. no entendió mucho lo que su madre le transmitió, la idea en general sí la entendió.

Pedrito había sido encontrado en su casa colgado del techo de su habitación. Se había suicidado.

El despertar de un asesino

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