Читать книгу El despertar de un asesino - Jorge Eguiazu - Страница 36

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Utilizando un árbol grande como escudo, vio salir a la mayoría de los alumnos por la puerta de la escuela. Distinguió a Andrés y sus amigos y los siguió con los ojos hasta que dieron vuelta en la esquina.

Cuando la multitud menguó lo suficiente como para pasar desapercibido, especialmente debido a que estaba vestido de traje, enfiló hacia la escuela y se dirigió directamente hacia el baño de varones. Por suerte para él, nadie le prestó atención. Como era viernes, lo único que éstos adolescentes tenían en la cabeza era la joda y la fiesta que harían durante el fin de semana.

Cuando ingresó al baño no había nadie. Continuaba su suerte y se alegró. Se dirigió directamente a los armarios de metal desvencijados donde algunos alumnos prestigiosos poseían su propia casilla. Una de ellas pertenecía a Pedrito y otra a J.C.

Como ambos eran mejores amigos, habían realizado copias de cada una de las llaves y ambos poseían acceso a los dos casilleros.

Las puertas de lata tenían respiraderos en forma de rendijas horizontales, eran aptos para colocar dispositivos de grabación dentro de los mismos y desde allí filmar lo ocurrido. Al abrir el cerrojo, lo primero que encontró fue el celular de Pedrito colocado como lo habían practicado muchas veces. Lo tomó con sus manos, lo introdujo en el bolsillo de su pantalón y se fue a su casa, a paso ligero, pero no tan rápido. No quería levantar sospechas. Pero quería impacientemente saber el contenido del celular.

El despertar de un asesino

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