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Un hombre muy hombre

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El titular de la cátedra y presidente de la mesa en ese examen era el legendario Eithel Orbit Negri, el “Chicho”. Parecía eterno, había sido compañero de mi madre en la facultad de Humanidades, donde un profesor malicioso se aprovechaba de su ambiguo nombre para llamarlo:”A ver, señorita Negri, pase al frente”, decía leyendo la lista y haciéndose el desentendido, como si no supiera de quien se trataba. Y él estallaba indignado “No soy señorita, soy señor”, en un tono que reafirmaba aún más la ambigüedad. Cuando nosotros entramos al Nacional, los de los años superiores nos preguntaban” ¿Te tocó a Negri, te tocó a Negri?”, como mentando el nombre del diablo. Pero no nos tocó a Negri, nos tocó Ocampo, cuya reputación no era mucho mejor, en lo que a exigencia se refiere. Y es cierto que era un poco dura a la hora de la gramática, pero sus horas de literatura para mí eran un placer y hasta me permitía alguna salida graciosa., como cuando nos explicaba que correr era un verbo como saltar, tirar o caminar: - Asuaje, a ver, déme un ejemplo, ¿usted que corre?

- La coneja profesora…

Se tuvo que reír.

Pero con Negri nadie hacía chistes. A sus espaldas, muchos imitaban sus modales amanerados, pero públicamente sólo se burlaban de él los de la troupe de sexto año, que ya se iban de la escuela y no temían ninguna represalia. Ampliamente conocido en los ambientes del centro de la ciudad, por su intensa actividad docente en la universidad y los colegios secundarios, durante décadas sus inclinaciones sexuales han sido la comidilla de varias generaciones de alumnos y profesores que se burlaron de su “falta de hombría”.

Aunque abundaban los rumores de que andaba por calle siete de levante, ofreciéndoles plata a los machos que encontraba en las esquinas y otras versiones más morbosas, ninguno pudo nunca dar testimonio de su homosexualidad.

De lo que sí hay testigos es de la actitud que tuvo en la época de la dictadura. En esos tiempos en los que muchos “machos bien machos” se cruzaban de vereda para no saludar a los amigos que podían comprometerlos; cuando los hombres de masculinidad insospechable negaban amistades y cerraban puertas por miedo; “el puto”, “el maricón” de Negri no sólo no negó nunca un saludo sino que más de una vez se acercó a la casa de los padres de algún desaparecido para ofrecerle su solidaridad. Aunque ideológicamente nunca fue un hombre de izquierda, sino más bien todo lo contrario.

Por eso es justo decir, que pocos han sido tan hombres como él.

Por algo habrá sido

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