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TEODOSIO, UN EMPERADOR HISPANO PARA TIEMPOS DE CRISIS

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Teodosio (347-395) fue un noble hispano educado en la vida cultural de Itálica, donde quizás nació, aunque algunos autores proponen Cauca, la actual Coca, que ascendió junto a su padre de forma vertiginosa, como era costumbre entonces y que recuerda a los ascensos de los mariscales de Napoleón que en cuestión de años alcanzaban el mando de las tropas e incluso de un reino. Este fue su caso, elevado a la dignidad de emperador de Oriente tras el desastre de Adrianópolis. ¿Un emperador español? No volvamos a insistir en ese asunto. Pero tampoco lo olvidemos en el repaso que a continuación trataré de hacer de su vida y de su obra.

Teodosio era altivo como un general romano y modesto como buen cristiano. La verdad de este encuentro de dos sistemas de valores opuestos entre sí durante años es que un romano de mediados del siglo Iv no se asombra de que gobierne alguien procedente de la Iglesia cristiana. Quizás el último en hacerlo había sido el emperador Juliano, que perdió su crédito y su vida en una invasión suicida del actual Irak. Los valores cristianos, bien mirado, eran una garantía para el imperio, a cambio de que se entendiera el mensaje ecuménico, presente en los Evangelios. La discusión sobre ese mensaje en las reuniones de los obispos, calificadas de concilios ecuménicos, y en obras de orientación y temática propiamente doctrinales ofrecen material para entender la relación entre cultura romana y valores cristianos presente en la decisión de Teodosio en Salónica el 380 de convertir el cristianismo en religión del Estado y de apagar el fuego del templo de Vesta poniendo fin a las vestales, uno de los mayores iconos de la religión que ahora se llamaba (en un sentido peyorativo) pagana, vale decir, pueblerina. Paganus significaba en el siglo Iv «participante de segunda clase» y por extensión los hombres que procedían del pagus, es decir, los campesinos, una gente ajena a la sofisticada cultura urbana.

Los soterrados dilemas de la división del imperio y de la autonomía territorial emergen entonces a la superficie. La división del imperio llevada a cabo por Teodosio resultó un arma de doble filo; si como respuesta a la situación cultural fue un hecho positivo por cuanto el mundo oriental de tradición griega nada tenía que ver con el mundo occidental que había optado por la tradición latina, como solución militar fue negativa. Estimuló a los pueblos bárbaros a tomar posiciones en la frontera y presionar a las autoridades locales para que les dejasen entrar como socios o amigos de Roma antes de insistir en las soluciones violentas. Muchos contemporáneos trataron de entender esas decisiones del emperador, aunque quizás no participaban de su jubiloso optimismo. ¿Cómo se vivió ese fenómeno en Hispania?

Veamos las respuestas de algunos ilustres contemporáneos del emperador Teodosio, como el poeta Prudencio y el reformador religioso Prisciliano, preocupados por la incidencia de la cristianización en la sociedad hispánica. Las de los escritores más jóvenes que buscaron la manera de vencer la tensión social creada por la masiva inmigración de pueblos bárbaros, como el historiador Paulo Orosio, discípulo de san Agustín, hombre influyente en más de un sentido. Y, finalmente, la respuesta de una recia escritora, intermedia entre ellos, la monja Egeria, natural del Bierzo, que nos hizo el favor de describir el mundo romano antes de que desapareciera; se interesó vivamente por las costumbres sin olvidar lo que estaba en juego en aquellos años, la identidad romana que ella, como mujer y como religiosa, quiso defender hasta el último soplo de vida.

España, una nueva historia

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