Читать книгу España, una nueva historia - José Enrique Ruiz-Domènec - Страница 44
UNA CORONA VOTIVA PARA RECESVINTO
ОглавлениеUna historia del reino de los visigodos estaría incompleta si no hiciera mención a la corona votiva de Recesvinto. Una magnífica pieza de orfebrería formada por dos circunferencias realizadas en oro, gemas y perlas de 20,6 cm de diámetro, que forma parte del tesoro de Guarrazar, nombre de la localidad en la que se encontró, a escasos diez kilómetros de Toledo, conservada hoy en el Museo Arqueológico de Madrid y que se considera (lo ha hecho Gisella Ripoll) un ejemplo señero de la propaganda regia. En todo caso, esa corona y la pequeña iglesia de San Juan de Baños de Cerrato fueron hechas, con pocos años de diferencia, a la sombra del rey. Y, siempre en Toledo, Recesvinto presionaba para que se ultimase el texto jurídico con el que pensaba consolidar el Regnum siguiendo los pasos de su padre Chindasvinto. Cuenta el cronista franco Fredegario que parecía tener prisa en promulgar el nuevo código legal, como si de él dependiese su futuro. Todo resulta confuso en los años que precedieron a su publicación, quizás el año 654 como proponen algunos. En todo caso, señala Thompson, «las razones que provocaron las grandes reformas de Chindasvinto y Recesvinto son uno de los más oscuros misterios de la España visigoda».
De joven, el soñador Recesvinto descubrió, de labios del gran obispo Braulio de Zaragoza, que su padre Chindasvinto había sido un déspota cruel y sanguinario. Su idea de un reino fuerte se basó en un odio devastador hacia los nobles locales y hacia la Iglesia, como un apéndice de aquella larga y espantosa época de tiranos que habían ocupado el trono a la muerte de Sisebuto. Azorado ante el conocimiento de las depuraciones y asesinatos de su padre, Recesvinto escuchó con atención la propuesta de Braulio: promulgar un código legal aplicable por igual a todos los hispani, nombre con el que también querían englobar a los godos. Aquella disposición del liber iudiciorum disgustó a la mayoría de los nobles locales y provocó las quejas del duque de Septimania. Los obispos no saben explicarse el frenesí de odios, conspiraciones y revueltas provocados por ese código, mientras los emperadores bizantinos, atentos a la historia, diseñaban un plan para detener el avance del islam en dirección a Cartago y Ceuta.