Читать книгу España, una nueva historia - José Enrique Ruiz-Domènec - Страница 63

La sociedad es inmoral e inmortal, puede permitirse cometer toda clase de locuras y consentir en todo tipo de vicios; no se la puede matar, y los fragmentos que sobreviven siempre pueden reírse de los muertos, pero un joven solo tiene una oportunidad, y poco tiempo para aprovecharla.

HENRY ADAMS

La historia de la que deseo hablar en este capítulo transcurre a lo largo de poco más de un siglo, el XI, y está presentada desde el punto de vista de un hombre de llanura que sin embargo ha pasado prácticamente casi toda su vida en ciudades; lo hago así no solo porque valoro positivamente las encrucijadas como forja del carácter de los individuos, sino también porque albergo la esperanza de que una inmensa mayoría de personas sedentarias como yo comparta los ideales de una sociedad que se encontró a sí misma precisamente al cuestionar la norma central de la civilización: es mejor permanecer en casa que marchar lejos. Admitir preferencias personales en una obra que aspira a entender lo que realmente sucedió en la España del siglo XI constituye un gesto difícil en el mundo académico, pero necesario si el objetivo es fijar el ritmo de la historia en una época tan alejada de nuestro actual sistema de valores que sus detalles aparecen cubiertos de una lejanía propia de las civilizaciones que estudian los antropólogos.

Hasta la llegada del siglo XX, ningún otro ha marcado tanto la organización territorial y política de la península Ibérica. Los motivos últimos debemos encontrarlos en el hundimiento del califato musulmán de Córdoba y en la formación de una moral de conquista entre los cristianos. Pero existieron otros muchos, que deberé analizar con esmero. En mi caso, la fractura que se creará en España entre el norte y el sur tiene connotaciones de carácter personal: nací en Granada y resido en Barcelona, es decir, mi vida ha transitado de un lado a otro de la frontera simbólica que se creó en el siglo XI y que hoy retorna al calor de una redefinición de los principios y normas que rigen la actual España. Todo lo que se enseña sobre el origen del sentimiento nacional se asienta precisamente en los hechos que ocurrieron a lo largo del siglo XI. ¿Quiénes son nuestros vecinos?, nos preguntamos hoy tratando de situar el efecto simbólico por encima de la realidad histórica. El deseo de explorar lo sucedido en España en el siglo XI se ha visto favorecido por la especialidad de mi elección dentro del campo del medievalismo. Redacté mi tesis doctoral sobre esa época y sobre los aspectos fundamentales en la construcción de una entidad social y he liberado de la prisión del olvido a algunos náufragos de la historia de ese siglo, como es el caso del barcelonés Ricard Guillem. Me pregunto cuál sería ahora mi visión de ese mundo de encrucijada si hubiese decidido especializarme en Edad Moderna o en la Contemporánea; quizás lo trataría con la misma lejanía de los colegas que lo creen simplemente una etapa de transición, sin apenas visibilidad en la construcción del imaginario colectivo español del siglo XX. Pero, al afrontarlo con la seguridad que me ofrecen varias décadas de investigación sobre su mundo vital, he logrado comprender mejor las pasiones étnicas actuales, y los problemas suscitados por los procesos migratorios y por la definición de un nuevo ordenamiento territorial. Mi tiempo vital se ha forjado así en un tiempo histórico que en cierto modo cubre casi la etapa de una memoria personal, tres generaciones. La reafirmación de las minorías y de los emigrantes en su herencia cultural es uno de los aspectos más llamativos de la reflexión que a continuación haré sobre el siglo XI. Cabe decir que, desde una perspectiva histórica, el siglo XI se enmarca entre dos hechos de significado contrario: el saqueo de Barcelona por los musulmanes de Córdoba, capitaneados por Almanzor, en 985, y la Capitulación de Toledo, el brillante reino taifa, a manos de Alfonso VI, rey de Castilla y León, en 1085.