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Adorno del sombrero

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Plumas y sentimientos.

Una importante ciudad francesa se dirigió recientemente al presidente de la República en son de protesta contra los modistos de París. Los firmantes de la protesta eran todos ellos fabricantes de paños, y decían que la moda actual les arruinaba. Una mujer, en efecto, se viste hoy con la quinta parte de tela que necesitaba antes. La parte moral del asunto, que tanto se ha discutido, no significa nada. Lo importante es la parte económica. Los industriales textiles de Francia solicitan la protección del Estado contra la moda, más peligrosa que todas las concurrencias extranjeras. Que monsieur Fallieres haga un decreto ordenando que ninguna mujer salga a la calle vestida con menos de diez metros de tela, y que madame Fallieres se ponga un miriñaque para dar el ejemplo.

Pero ¿y los restaurants de noche de París? ¿Y los music-halls? ¿Y los bailes? ¿Y los cabarets? Todo eso constituye en Francia —en París, por lo menos— una industria mucho más importante que la industria textil, y todo eso vive de las mujeres. Ahora bien; si se envuelve completamente a estas mujeres en la producción textil de Francia, nadie que pase por París se detendrá expresamente para verlas, y nadie, sobre todo, irá a París ex profeso.

Los bailes, los cabarets, los music-halls y los restaurants de noche se quedarán desiertos, y París perderá un ingreso diario de millones.

Yo ya había supuesto que en la moda actual entraba por mucho la economía. Nada de enaguas, de encajes ni de frufús. Nada más que un vestidito muy apretado y muy corto. Es una moda ideal para los maridos, que visten a sus mujeres con cuatro cuartos, y para los amigos de los maridos, que pueden contemplarlas a su gusto. Una moda contraria tendrá la oposición de todos los hombres ordenados y administrativos. En Londres, la moda consiste ahora en no llevar plumas en los sombreros. Hace tiempo se fundó una Liga en contra de las plumas. Como es costumbre cuando se constituye una nueva Liga, se echaron discursos en Hyde Park y se repartieron proclamas a domicilio. Se decía que eso de matar a «inocentes y tiernos pajarillos» para adornarse es una cosa salvaje. Todas las inglesas que no podían comprar plumas se adhirieron a la Liga. Las inglesas ricas, sin embargo, siguen comprando plumas, y hay que ver con qué sonrisa cruel miran a las otras.

¡Tiernos e inocentes pajarillos! Se necesita muy buena voluntad para llamarle tierno e inocente pajarillo a un avestruz, que es capaz de comerse entera a una de las inglesas de la Liga, con sombrero y todo. Ya sé que hay inglesas con bastante dinero para comprarse plumas de avestruz, y bastante absurdas para dejar de comprarlas por razones sentimentales. Sin embargo, el origen del movimiento contra las plumas en los sombreros de las mujeres es puramente económico. En el fondo se trata de adornar el sombrero con una teoría, ya que no se pueda poner una pluma. La teoría es generosa, indudablemente; pero yo encuentro que la pluma es mucho más bonita.

De todos modos, siempre se encuentra más consuelo para todos los males en un país crédulo y sencillo, como éste, que no en el nuestro.

Julio Camba: Obras 1916-1923

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