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La escultura en Londres
ОглавлениеLloyd George y los caseros.
Hace algún tiempo se decía que lo mejor de Londres es la niebla.
—¿Por qué? —preguntaba uno cándidamente.
—Pues porque impide ver todo lo demás. Ahora, un londinense que acaba de llegar a Londres, después de una larga ausencia, se manifiesta maravillado ante las suntuosas decoraciones exteriores de los edificios modernos. «No se construye actualmente en Londres ningún edificio de importancia —dice— sin su correspondiente grupo de figuras alegóricas». En este renacimiento de la escultura es probable que no haya dejado de ejercer cierta influencia la política de Lloyd George. Hasta ahora, todo era provisional en Londres. Ya saben ustedes que el que compraba en Londres un solar debía reintegrarlo al cabo de cien años a los lores que se lo habían vendido, dándoles de propina cuanto hubiese puesto o edificado en él. ¿Así quién iba a perder su dinero edificando edificios magníficos, ni cómo iba a desarrollarse la escultura en esas condiciones? La escultura es tal vez la más noble de todas las artes, porque su idea inicial es la idea de la eternidad. Los pueblos en donde el arte de la escultura ha alcanzado un desarrollo mayor son aquellos que han sentido más intensamente el anhelo de sobrevivirse a sí mismos. Egipto, Grecia, Roma, son eternos por sus mármoles.
En Inglaterra no ha podido existir nunca el concepto de eternidad. La eternidad está representada aquí por plazos de cien años. La propiedad de la tierra es interina, provisional, y esto la ha hecho, hasta ahora, incompatible con las magnificencias de la arquitectura y de la escultura, artes inmortales. Hoy parece que esas artes comienzan a florecer en Londres, y yo me pregunto si ello no se deberá, en gran parte, a la política de Lloyd George, que ha hecho entrever para un plazo muy próximo la derrota de los principios del lorismo. Esté aspecto artístico de la política fomentada por el célebre leader no es el menos interesante de todos. Yo se lo brindo a los lectores como una información inédita.