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Una póliza de felicidad

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El incendio de la pasión.

Si un agente de Seguros fuese en España a ver a un recién casado y le propusiera que se asegurase contra las infidelidades de su esposa, el recién casado se creería en el deber de echar a patadas al agente. Sin embargo, la infidelidad de la esposa es una calamidad mucho más frecuente en los hogares que el incendio. En Inglaterra las estadísticas demuestran que, por cada diez maridos, siete son engañados, mientras que, por cada diez casas sólo arde una décima de casa. En España es muy raro que el marido ventile públicamente ante los Tribunales la infidelidad de su mujer; así es que no hay estadísticas sobre el asunto.

En Nueva York existe una Compañía de Seguros para hombres casados, contra la infidelidad de sus esposas, y parece que está haciendo un negocio formidable. Aquella gente es toda ella gente de negocios. El recién casado se asegura por una cuota mayor o menor, y llega el día que su mujer le engaña. Si no estuviera asegurado, el marido se encontraría en una situación verdaderamente embarazosa; tendría que provocar una escena ridícula con su mujer, desafiar al amante, dejar de ir a la tertulia para evitar el trato de los amigos, y meterse en un pleito. Estando asegurado la Compañía se encarga de todo. Es de una comodidad admirable.

—¿Conque me has engañado? —le dice el marido a su mujer—. ¿Cuando menos, tú te creerás que eso me importa algo? ¿No? Pues me tiene completamente sin cuidado: estoy asegurado.

Como primera providencia la Compañía le entrega una indemnización al marido. Luego, entabla una demanda de divorcio, y si el marido sale condenado la Compañía paga.

Supongo que por ciertas mujeres se pagará una cuota más alta que por otras, y que, antes de aflojar el dinero de la indemnización, la Compañía tratará de averiguar si el engaño del marido ha sido casual o no. El funcionamiento de la Compañía de Seguros contra las infidelidades conyugales parece en un todo semejante al de las Compañías de Seguros contra incendios. Después de todo, y como dijo Shakespeare, «¿qué es la pasión más que un incendio voraz?».

Entre nosotros las Compañías de Seguros hacen un negocio detestable. El español es un hombre que vive al día. Del porvenir le importa un comino. ¿Sacrificar el presente por el porvenir? No. Al revés. Sacrificar el porvenir al presente. La prueba está en el poco desarrollo alcanzado en España por las Compañías de Seguros, y en el desarrollo bárbaro que ahí han obtenido siempre las casas de préstamos.

En el caso especial de los Seguros contra las infidelidades conyugales, yo estoy seguro de que la Compañía norteamericana no encontraría un solo cliente en el país de Calderón. En vano los agentes harían ver a los hombres casados la comodidad de estar asegurados, la ventaja de percibir una indemnización en caso de desgracia, etc., etc.

—¡Váyase usted de aquí! —le diría al agente el español. Y el agente pensaría luego:

—España es un país perdido. Esta gente no entiende nada de negocios.

Julio Camba: Obras 1916-1923

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