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Las nieblas londinenses

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Me asomo a la ventana.

Con las primeras nieblas, Londres vuelve a tomar su carácter londinense. A las cuatro de la tarde ya están encendidos los faroles. Los faroles en Londres no alumbran; pero sirven de puntos de orientación para los transeúntes. Son como faros en medio de este enorme Océano tan frío. Debajo de cada farol, un guardia dirige la circulación. Sin un orden perfecto, sin una disciplina inflexible, los accidentes serían innumerables. Los transeúntes van de prisa y en silencio. Si acaso, alguno de ellos se detiene para entrar en un bar, toman un whisky caliente y sigue su camino. Las muchachas se recogen sin coquetería, debatiendo en el barro unas pantorrillas muy flacas. Terminados los negocios, todo el mundo se apresura a entrar a casa. Se prefiere el interior a la imperial de los tranvías, y los ferrocarriles subterráneos al interior. En casa se toma un baño templado, se embuten los pies en unas zapatillas y se desdobla un periódico muy conservador al lado de una chimenea muy confortable.

El que venga a Londres en el verano no podrá hacerse una idea de la gran ciudad. Yo me acuerdo de un cronista que llegó aquí en el invierno y envió a su periódico esta página humorística: «He llegado a Londres. Hace una niebla espesísima. Me he asomado a la ventana de mi cuarto y no he visto más que una cosa muy obscura». Pues esa cosa muy obscura es Londres. Esperar para ver a Londres a que haga sol es algo así como encender una cerilla para ver la obscuridad de una cueva. Cuando la niebla es tan densa en Londres que el viajero no puede ver nada, es cuando ve mejor a Londres, porque ese Londres impenetrable y misterioso, húmedo y frío, ése es el Londres de verdad.

Con sol, Londres resulta absurdo, y uno no se lo explica. ¿Por qué no hay paseantes en Londres? ¿Por qué no hay terrazas? ¿Por qué las calles son tan feas?

¿Por qué eso del home, sweet home —hogar, dulce hogar—? Pero la niebla es la gran definición de Londres. La niebla lo explica todo: el amor de la vida doméstica, el horror de la calle, el aislamiento en que vive este pueblo, la disciplina, el whisky, la falta de interés para todo lo que ocurre a dos metros de uno, el egoísmo, los clubs, el spleen, el baile inglés y la box inglesa, que son dos reactivos poderosos; la falta de iniciativa, la poca exuberancia del inglés, el hecho de que todos los ingleses sean iguales y de que ninguno quiera distinguirse de los demás, el té, etc., etc.

Inglaterra es un pueblo completamente aparte de los otros. Es un pueblo extraño, que habla inglés, que está rodeado de mar y envuelto en nieblas.

Julio Camba: Obras 1916-1923

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