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Cuando se acabe el carbón

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El auditorio helado

Dentro de tres mil seiscientos setenta y cinco años un hombre se dirigirá a los otros con estas palabras terribles:

—Señores, se acabó el carbón.

Y el auditorio entonces se quedará helado.

Los sabios, en efecto, anuncian que el carbón va a acabarse dentro de tres mil seiscientos setenta y cinco años. En estos últimos meses todos los periódicos de Londres publican artículos acerca del asunto. La cosa no era para menos.

Pero ahora resulta que los sabios han cometido un pequeño error de fecha. El carbón no se acabará dentro de tres mil seiscientos setenta y cinco años, sino dentro de unos cuantos días. Lo dicen los carboneros, que, en esto del carbón, saben mucho más que todos los matemáticos del mundo. Los carboneros ingleses van a declararse en huelga y van a anticipar en cerca de treinta y siete siglos la declaración aterradora:

—¡Se acabó el carbón!

—Estamos trabajando como unos negros —dicen los carboneros—, y esto no puede seguir así.

Ante la amenaza todo Londres se ha estremecido, mitad de frío y mitad de terror. Londres es una máquina, una grande, enorme, una formidable máquina devoradora de carbón. El día que no haya carbón para alimentarla, la máquina dejará de funcionar. Toda la actividad, toda la energía inglesa son producto del carbón. Si los ingleses se mueven como las personas es porque el carbón los pone en marcha. El poco calor que tiene la vida inglesa es exclusivamente calor de carbón. Todo el calor de Inglaterra sale del carbón, así el calor industrial como el calor sentimental.

Con la chimenea apagada, no hay ternura ninguna en el hogar inglés. En Londres se calcula que hay siete millones y medio de chimeneas —una por habitante—, y cuando una de estas chimeneas no echa humo, si se mira por ellas se verá en una habitación un inglés muerto o, por lo menos, dormido. Mientras el inglés está en actividad su chimenea echa humo, y si el humo es muy negro y muy espeso, es que los business del inglés son de una gran importancia.

En ningún país sería tan importante como en Londres una huelga de carboneros. Si los carboneros logran sostenerse en huelga hasta que se agoten todas las reservas de carbón existentes en Londres, Londres se paralizará de pronto, en un solo minuto, como una gigantesca máquina de reloj.

Hasta que el conflicto se solucione, y que unos trenes muy grandes depositen en las estaciones de Londres toneladas y toneladas de carbón. Este nuevo carbón encendido, cada inglés volverá a ponerse en movimiento, y la enorme máquina volverá a funcionar como antes, muy negra por el día, muy roja por la noche, como las ciudades imaginarias de que hablaba el poeta.

Julio Camba: Obras 1916-1923

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